24. Allí donde solíamos gritar

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ALBA POV

Los exámenes habían terminado al igual que acababa este mes de enero. Los días eran fríos pero soleados y el tren media distancia Valencia-Murcia avanzaba veloz para dejarnos a Natalia y a mí en Elche.

Su primera época de exámenes universitarios le había resultado agotadora pero los resultados que estaban por llegar serían satisfactorios. No tenía ninguna duda. Natalia es concienzuda en lo que hace. He descubierto lo trabajadora que es y lo implicada que está en su grado en farmacia. A veces asoman dudas en su cabeza. Le apasiona el arte, la música. Es algo que me alegra tener en común con ella. Pero esas dudas se las disipa a sí misma entendiendo que la farmacia le dará trabajo y la música será su afición, su refugio, su pasión durante toda su vida. Si algo me fascina de Nat, es su capacidad de expresar lo que siente a través de sus letras, de sus composiciones. Me recuerda a mí cuando me enfrento a un lienzo desnudo. Cuando toca la guitarra y su voz transmite lo que ha escrito, me conmueve por completo. Es la Natalia oculta tras su imponente físico. Es la Natalia que más me gusta, sencilla, humilde, cariñosa, tan de verdad. Es la Natalia que no quiere que se le relacione con el poder adquisitivo de sus padres porque, si de ella dependiese, viviría de las monedas que sacara tocando en una parada del metro.

Es la Natalia de la que estoy enamorada y a la que en pocos minutos le voy a presentar a mi madre.

El viaje se nos hace ameno porque, aunque lo haya repetido muchas veces desde que estudio en Valencia y lo tenga aborrecido, este es el primero que hago con ella. Sentada a mi lado, tan sugerente con las gafas de sol puestas, compartimos auriculares y lista de Spotify.

Cuando nos apeamos del tren en el andén de la estación, nos dirigimos junto con nuestras maletas hacia la salida. Pasamos los billetes por los tornos y ya veo a la Rafi emocionada esperándonos.

-¡Mamá! –Le digo sonriendo y a la vez vacilona. Me muero de vergüenza por lo que sea capaz de soltarle a Natalia.

-Hola preciosas mías. –Nos dice mientras me da un abrazo enorme y un beso en la mejilla. –Natalia, cariño, qué placer verte. –Mi madre es exageradísima. Abre los brazos para abrazar a Natalia, y esta, más buena que el pan, se deja hacer.

-Guapa, alta, lista, cantante. Lo tienes todo Natalia. ¡Qué ganas tenía de verte no solo en foto!

-Mamá, por favor. –Musito roja como un tomate

-Muchas gracias, Rafi. –Natalia le responde sonriente. –Encantada de conocerla, ¡al fin! –Anda que Natalia no sabe quedar bien...

-Ni se te ocurra hablarme de usted que no soy tan mayor. –Mi madre le rechista.

-Vale, vale, encantada de conocerte.

-Entonces, ¿el viaje bien? ¿Cómo lo vais a hacer, Alba?

-Vamos contigo a casa, cogemos tu coche y nos vamos a la playa.

-¿Compraréis allí? –Asiento. –De todos modos os he preparado caldo de verduras para que hagas sopa de la que te gusta. ¿A ti te gustará, cariño? –Le pregunta a mi morena.

-Seguro que sí. –Natalia cada vez está más sonriente. Y yo me enrosco en su brazo por lo buena que es.

Llegamos hasta mi casa. Le enseño todo a Natalia. Estoy realmente ilusionada de tenerla aquí. Alucina con la cantidad de cuadros que tiene mi madre colgados.

-Son todos hechos por mí. –Le digo con orgullo pero tímidamente.

-Es que eres una pasada. –Me mira orgullosa. -Tu madre acabará convirtiendo tu casa en el "Museo Alba Reche". –Me dice entre risas y provoca la mía.

De ti, de mí, del mundo. (Albalia)Where stories live. Discover now