4. Natalia Lacunza

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NATALIA POV

Había llegado el primer viernes del curso. Mi primera semana como universitaria había pasado volando. Me dirigí al despacho de la decana como así me había pedido amablemente que lo hiciera el día anterior.

"NOEMÍ GALERA" Rezaba en el cartel de su puerta.

Entré tras picar la puerta con mis nudillos y recibir una contestación desde el interior.

-Hola señorita Lacunza, adelante, adelante. – Me recibió con una enorme sonrisa tras unas gafas que le cubrían casi toda la cara.

-Buenos días, decana. – Sonreí tímidamente.

-No le quiero entretener, simplemente quería verla para desear que pase un buen cuatrimestre y que su adaptación al mundo universitario sea lo mejor posible. – No dejaba de sonreír con gran ímpetu.

-Muchas gracias, por ahora todo bien, de verdad. - Contesté.

-Natalia, para mí es un gran honor tenerla en mi universidad. – Carraspeé. No sabía qué decir ni qué mirar. Odiaba lo que sabía que iba a soltar. – Ya sabe que sus padres hacen una gran donación a esta institución y les estamos muy agradecidos. A ellos por su esfuerzo económico y a usted por habernos elegido.

Elegido dice. Como si no supiera yo ya de qué palo iba todo esto. Dinero. Favores. Prestigio. Más dinero. Reputación.

-Muchas gracias. – Repetí de nuevo como un puto papagayo. Y al fin salí de allí.

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En los desayunos en la residencia y en los trayectos matutinos en el tranvía junto con Damion, también habíamos coincidido con Marta. Era otra novata, como nosotros. Ella era malagueña y estudiaba odontología en mi misma facultad. Poco a poco iba haciendo amistades que cada vez me gustaban más.

Mi vida en Pamplona siempre había sido una lucha constante contra los valores clasistas de mis padres. No es que yo no quiera a mis padres, que por supuesto que sí, al igual que ellos quieren lo mejor para mí. Pero yo no me encontraba a mí misma. No en ese ambiente.

Una consecuencia de eso fue juntarme con lo más alternativo que encontré dentro del instituto y fuera de él. Álvaro era uno de mis mejores amigos de clase y a través de él conocí a Maik. Estos dos siempre andaban revueltos, con ideas absurdas para grabar con sus móviles, empeñados en convertirse en directores de cine o qué sé yo. Pero en ese caos de vidas imperfectas, extravagantes formas de vestir, comida basura para llevar y cerveza fría, había encontrado una forma de rebelarme contra mis padres.

Ellos no aprobaban del todo a mi grupo de amigos y solo mostraban cierto interés por Ici, porque era hija de unos amigos suyos.

Mi amistad con ellos me impulsó a ir tomando las riendas de lo que quería ser, aún sin tenerlo del todo claro. Empecé a tatuarme, cambié mi forma de vestir, empecé a escuchar música mucho más alternativa, también a probar a componer mis letras, me hice el septum, hacía de modelo para sus sesiones de fotos o de actriz en sus grabaciones de cortos.

El cambio más radical a mi aspecto físico fue cuando decidí cortar por lo sano mi melena castaña y teñirme el pelo del más oscuro negro.

A pesar de todo ello, seguía perdida en la búsqueda de quién era y qué quería ser.

En los Sanfermines de mis 16 años conocí a Alicia. Fue la primera chica que me atrajo y reconozco que pasamos unos días muy de puta madre a nuestra bola, a nuestro rollo y eso me dio valor para confesarles a mis padres que era bisexual. No se lo tomaron tan mal como pensaba aunque Alicia no les gustaba ni un pelo. No se tuvieron que preocupar mucho porque antes de acabar el verano ella ya se había pirado cambiándome por otra. Es entonces cuando me fijé en Maik y bueno. No tenía muy claro qué estaba haciendo.

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-¿Dónde coño he guardado las zapatillas? – Me hablaba yo sola en el caos que en ese momento era mi habitación 423. Estaba situada frente a los ascensores y mi vecina pared con pared era África, una veterana que no tenía claro qué estudiaba pero que todos los días me saludaba alegremente.

Estaba preparándome para lo que iba a ser mi primer día de entrenamiento. O de prueba, como me dijo la rubia. Tenía ganas de pasarlo bien y de que me cogieran por tener una actividad que me obligara a hacer deporte. Necesitaba horarios porque si no al final me ganaría la pereza.

Sonó mi móvil.

MAIK – Audio 1:58

Resoplé. Ay, Maik. A penas habíamos hablado estos días más que para contarle que ya estaba instalada y algunos mensajes de buenas noches.

Él se iba a Madrid en octubre.

No sabía si escuchar el audio en ese momento o esperar hasta mi regreso.

Dudé hasta que al fin desbloqueé y le di al pequeño play.


Muchas gracias por leer!

Hoy las pencas firman en Madrid y Santander, espero que les den mucho amor, lo merecen!

De ti, de mí, del mundo. (Albalia)Where stories live. Discover now