como gastar un nombre

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Tom llegó con nosotros al principio del verano. Era hijo de un amigo de mis padres que vivía en Nueva York. Lo había mandado para Chicago pues tenía audiciones para empezar el siguiente año escolar en un conservatorio musical y querían que conociera la ciudad. Tom era la clase de chico que todos amaban, era carismático y atento. Era demasiado amable, siempre ayudando a mi madre en labores del hogar y a mi papá a ordenar su oficina. Dormía en el cuarto de invitados y nos veíamos obligados a compartir baño pues era un baño Jack y Jill y funcionaba como una conexión de un cuarto a otro.  

Recordaba que cuando eramos niños y vivíamos en Nueva York su papá y mis padres se juntaban a comer, jugar cartas o beber en mi casa y me veía obligado a jugar con él. Pero cuando tienes siete años cualquiera es un buen compañero de juegos. Cuando tenía once años y nos mudamos a Chicago dejé de verlo, y ahora, seis años después estábamos compartiendo bañera.

No era que no me agradara, solo... me sacaba de mis casillas que fuera tan bueno todo el tiempo. No fue hasta una semana después que comencé a verlo diferente. Después de estar con mis amigos toda la tarde llegué a casa y mis padres no estaban, Tom estaba en el patio trasero leyendo, con los pies colgando dentro del agua de la alberca y el pantalón recogido para no mojarlo. 

"¿Qué haces?" pregunté sentándome a su lado con las piernas en posición india para no meterlas al agua.

"Volando un cometa" dijo sin quitar la mirada del libro. 

Rodé los ojos. El sol comenzaba a meterse y le daba un brillo especial a su piel. La luz del sol de la tarde hacía que el verde y azul de sus ojos se viera tres tonos más claro, haciéndolos casi grises, las olas de su cabello se tornaron chocolate y no pude evitar quedarme viendo sus cejas pobladas mientras se juntaban al sentir el sol en las cara. Cerró el libro y lo dejó detrás de él. Seguí su mano y cuando levanté la vista me estaba mirando con el ceño fruncido. 

"Mejor me voy a dentro, me molesta el sol" se puso de pie y caminó dentro de la casa dejando huellas de agua.

Miré el libro, lo agarré y me puse de pie. Entré a la casa y lo intercepté en el pasillo. Íbamos a pasar mucho tiempo en las misma casa, por lo que tenía que hacer el intento de llevarme bien con él. Le entregué el libro.

"Aún es temprano, ¿no quieres ir por algo de comer?" le pregunté. 

Me miró con una ceja alzada, claramente confundido por mi repentino interés en él. Yo también lo estaría.

"Claro" dio un paso "Voy por zapatos"

Lo esperé mirando mi celular y levanté la cabeza cuando me lo arrebató de las manos. Lo seguí fuera de la casa. Ninguno tenía auto pero agarré el de mi mamá, lo dejé que pusiera su música, la cual la mayoría era rap, cosa que no esperaba del violinista. En la semana que llevaba viviendo con nosotros no lo había escuchado practicar ni una sola ves, tal vez se debía a que jamás me encontraba en la casa o a que quizá ni sabía tocar el violín. Íbamos en silencio hasta que habló. 

"¿Tus papás te dijeron algo?" 

Lo miré por un segundo. 

"¿De qué?"

"De que convivieras conmigo"

"Oh, no" contesté frunciendo el ceño "Fue mi decisión"

Asintió lentamente. Una canción de metal salió y se apresuró a quitarla. Lo miré riendo. 

"¿Te gusta eso?" pregunté.

"Sí, bastante" me miró "¿No puedo tocar el violín y escuchar rock?"

"Según yo no" dije y él hizo un sonido de falsa indignación. 

"Que prejuicioso" dijo.

"Lo siento, no conozco a nadie que toque el violín" contesté. 

Like Someone In LoveWhere stories live. Discover now