CAPÍTULO 55

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Era hora de que Sofia volviera muy temprano al día siguiente. En cambio yo había recibido un mensaje de mi padre dicendo que solicitaba mi presencia. Así que me vestí y metí las cosas en el auto. Vi a mi...a Sofia, salir con su pequeña maleta púrpura.

El pasillo de la entrada iluminaba su cabello color bronce y deteste pensar que se veía hermosa.

—Sofia—La llamé. Su mirada deprimente se encontró con la mía. Los párpados estaban inchados por lo que probablemente se había dedicado o llorar toda la noche.

Dio pequeños pasos en mi dirección con la cabeza gacha. Si estaba en lo correcto podría decir que en definitiva la vergüenza y la culpa la carcomían, pero no estaba seguro de que tanto sabía de ella...ya no.

—¿Qué pasa?—Preguntó sin mirarme a los ojos.

—¿Tienes como irte?

—Sí yo...pedí un uber—Por un segundo nuestras miradas se encontraron y mi corazón se detuvo. Estaba conciente de sus engaños pero era imposible para mí no amarla. La quería serca pero por más increíble que sonara...tenía miedo. Tenía miedo de cegarme por el intenso cariño que le tenía.

—Ven, te llevo—Aun ardía de rabia, pero...era Sofia.

—No es necesario. De verdad.

Tomé su maleta y la metí a la cajuela.

—Vamos—Cerré la puerta y rodeé el auto para luego encenderlo. Esperé a que Sofia entrará y cuando lo hizo lo eché a andar hacia el aeropuerto.

Mientras yo conducía ella observaba tras la ventana en silencio. En ningún momento se atrevió a apartar la vista del exterior.

—Siento haberte herido Skay...—Habló después de un tiempo de conducir bajo el cielo oscuro de la madrugada. Fue distante como si se encontrara en un mundo paralelo— Siempre lastimo a la gente que me importa. Supongo que está en mi naturaleza—Dijo derrotada.

Llegamos a su destino. Bajé del auto y abrí el maletero para bajar su equipaje.

—Hablaremos cuando vaya a los Angeles, ¿de acuerdo?—Decidí, pues no podía verla así y no hacer nada.

Un brillo de esperanza destelló en su mirada. Asintió con la cabeza y me dedicó una sonrisa desganada.

Volví al auto cuando la vi atravesar las puertas de vidrio. Me recargué en el asiento recordando ése gesto desanimado de Sofia, deseando poder hacerla sonreír de felicidad otra vez y ése echo sólo me hacía aumentar mi resentimiento pues cuando aceptó mentirme, definitivamente no estaba pensando en mí bienestar.

«¿Cómo podía decir que me amaba después de eso?»

Más tarde me presenté en el despacho de mi padre. Se encontraba junto a la ventana fumando un puro en su asiento de piel rojo.

Abroché la puerta al entrar.

—¿Querías verme?—No me informó del por qué de su solicitud. Supuse que se había dado cuenta de los movimientos que estaba haciendo en la compañía para lo cual estaba preparado a responder.

Soltó el humo y me miró un segundo.

—Sí, toma asiento—Pidió. No lo obedecí. Apagó su puro y se puso de pie. Rodeó el escritorio para avanzar a mi posición con movimientos controlados y fríos, como era característico en él.—Toma asiento—Repitió, no de manera molesta pero tampoco suave. Deducía que no estaba enterado de mis intervenciones financieras.

Accedí a bajar la guardia un momento. Lo que fuera a decirme no me afectaría más que  los eventos recientes con Sofia.

—Sé que te he presionando mucho con respecto a la compañía—Empezó a hablar al tiempo que se colocaba junto a mí—. He sido injusto contigo en muchas ocasiones y lo lamento. Entiendo que tienes tus propias aspiraciones y qué nadie elige a quién amar. Eso me pasó con tu madre—Dijo, y lo único en que podía pensar era: "¿Qué demonios?"—Sabes, cuando conocí a tu madre ella tenía 15 y yo 19...era una chica estudiosa y rica. Sabía que le gustaba pero para mí sólo era una chica más, por mucho tiempo no pensé en ella más que como una niña ilusiónada por el chico malo. Pero todo cambió cuando la conocí de verdad. Cometí muchas estupideces...—Rió, seguro por un recuerdo vago que le vino a la mente—...más de las que ya hacía por supuesto pero...embarazar a la hija menor de un magnate millonario...

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