Capítulo 1

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Abandonar la cama a las seis y media de la mañana, luego de que el despertador suene sólo una vez, preparar una taza con dos cucharadas de café y una de azúcar, agua hasta el borde, beberla mientras veo las noticias de la mañana. Una vez listo regresar a la habitación, quitarme el pijama, entrar a la ducha. Siete de la mañana y ya estoy terminando de vestirme, peino mi cabello negro en un copete sobre la cabeza, ni siquiera un mechón fuera del peinado, zapatos lustrados, pantalón planchado, traje impecable. Tomar el maletín con el portátil, algunos libros y marcadores, una gruesa carpeta con trabajos y exámenes ya revisados. El teléfono celular, las llaves del auto y la billetera esperando en la estantería junto al televisor. Apagar las luces en el camino, cerrar la puerta principal a mis espaldas, caminar hacia la calle, saludar al vecino, un veterano de alguna guerra y luego subirme al automóvil, dejar las cosas en el asiento del copiloto, encender el motor y conducir directo por la terminal para luego doblar en la cuarta avenida hacia la izquierda.

Rutina, adorada y perfecta rutina.

Los estudiantes me conocen como el profesor Way, o el profesor de Literatura. A mis 37 años he logrado conseguir un magister y algunos postgrados hechos en Italia, Canadá y la universidad estatal de Carolina del Norte. Tengo un trabajo en la universidad de Nueva York, buen sueldo, un bonito auto, veo a mis padres cada vez que puedo y tengo una buena relación con mi hermano menor. Tengo también una pareja desde hace nueve años y a nadie en el trabajo o en la familia parece molestarle que mi pareja sea un hombre.

Él es tres años mayor que yo y trabaja como arquitecto en una prestigiosa empresa del país. Su nombre es Jared, y me ha pedido un par de veces que nos casemos, pero supongo que todavía no estoy listo para dar ese paso, o simplemente no quiero tener algo realmente serio con nadie.

Aún después de nuestros años de relación sigo viviendo solo, porque tampoco he querido mudarme con él. Mi desorden y mi compulsiva manía de coleccionar cosas estúpidas me obligan a mantenerlo fuera de mi casa y a rehusar abandonarla para irme con él. Lo amo, no tengo dudas de eso… pero mi espacio es demasiado valioso como para mancillarlo así.

“Por el momento estamos bien así” es mi respuesta recurrente a sus invitaciones, él sólo me besa y asiente. Después de todo mi cama no está prohibida para recibir nuestros encuentros sexuales, eso sólo si se trata de una noches puesto que nunca le he dado permiso para quedarse en casa más de una semana.

Todo parece ir bastante bien, mis compañeros de trabajo me respetan bastante y según mis alumnos soy un buen profesor. Me gusta lo que hago, me gusta que mis clases sean cátedras y prácticas solamente. Me gusta que cuando les pido silencio se queden callados, que cuando les digo que escriban lo hagan, que cuando pida su atención me la den. 

Jared dice que eso ha mantenido mi cabello libre de canas, pero la verdad es que cuando estoy solo en casa me pinto el cabello. Siempre la misma marca y  el mismo color. Siempre negro, siempre el mismo largo, siempre con el cabello ordenado.

Supongo que me gusta tenerlo todo bajo control.

Mi horario de trabajo termina a las cuatro de la tarde, luego de marcar tarjeta paso a la cafetería más cercana a comprar un latte y luego regreso al auto, conduzco unos siete minutos hasta llegar al edificio donde trabaja Jared y entonces estaciono fuera. Con pasos rápidos me acerco a la entrada y saludo al conserje cuyo nombre no conozco, entro al ascensor de números pares y subo hasta el número ocho. En el pasillo saludo a un par de personas que conozco sólo por la mirada y voy a su oficina, su asistente me saluda y apunta a la oficina en donde se puede leer “Leto” con letras doradas. Toco un par de veces y empujo la puerta.

Él está sentado en la enorme silla reclinable, su cabello castaño recogido en una coleta y su barba adornando la parte inferior de su rostro, en cuanto entro a la oficina él corta su llamada y alza la mirada, sus ojos azules me saludan y con una sonrisa se pone de pie, correspondo a la sonrisa y me acerco a él, me abraza por la cintura y yo cruzo las manos detrás de su cuello, conectamos las miradas por largos instantes y entonces me besa.

our blood • frerardWhere stories live. Discover now