El cobertizo bajo la lluvia

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El tictac del reloj de mi cuarto iba a acabar con mi cordura.

Tic. Tac.

Aquel día había tropezado con ella y ni siquiera así había logrado mantener una conversación racional. Seguramente Emma me creía loco.

Tic. Tac.

Y además ni siquiera había sido por mi culpa. Daniel me había empujado. Pero lo que le había dicho era cierto. No podía enamorarme de mi jefa.

Tic. Tac.

Es que ni siquiera tenía sentido. Todas las mujeres eran más o menos iguales. ¿Qué tenía Emma que no pudiera encontrar en alguna más?

Tic. Tac.

Bueno, desde luego, su sonrisa era algo especial. Tenía un pequeño indicio de hoyuelos que me encantaba.

Tic. Tac.

Pero sólo era eso. Además de los detalles que la hacían ser ella. Sus pecas, repartidas por toda su nariz, mejillas y algunas en la barbilla, me enloquecían.

Tic. Tac.

Tenía el rostro bien equilibrado y sinceramente era muy hermosa. No conocía muchas mujeres más guapas. Sus ojos almendrados... Cuando los miraba, quería meterme en esa profundidad y no volver a salir.

Tic. Tac.

Pero solamente era físico. ¿Verdad? Es decir, claramente me gustaba su risa. La forma en que reía. Y los matices dulces de su voz.

Tic. Tac.

Me agradaba que fuera dulce con mis sobrinos y atenta con mis padres. Y simplemente cortés y amable con mis hermanos y cuñadas. Incluso con Chris, que era lo más aburrido del mundo.

Tic. Tac.

Pero tampoco era cuestión de mucho más. La forma en que me miraba sin duda no era la principal causa de mis sentimientos. Mucho menos lo dulce que se había vuelto conmigo.

Tic. Tac.

Y ni hablar del sexo. Ni hablar. No podía reaccionar adecuadamente, me costaba respirar, mis emociones se enloquecían...

Tic. Tac.

Agh, maldito reloj. No me dejaba pensar con claridad.

Me puse de pie.

Las dos de la mañana.

Genial. Así nunca lograría dormirme.

Me acerqué a la puerta y salí. El silencio de la casa me aturdió, irónicamente.

Bajé las escaleras tratando de no hacer ruido.

Un repiqueteo parecía molestar en el fondo de mi mente. Era un repiqueteo intenso y constante, como un sonido de fondo...

Fruncí el ceño. Era muy molesto.

Busqué la fuente del sonido hasta que la encontré.

Afuera llovía a cántaros.

Suspiré y seguí bajando las escaleras en silencio. No sabía ni siquiera a dónde me dirigía, pero finalmente se me ocurrió ir a la cocina por un poco de leche tibia. Me ayudaría a dormirme.

Bajé hasta la última planta. Allí la lluvia parecía ser más ruidosa.

Además, parecía que todo estaba desierto y oscuro.

Entré a la cocina y di un respingo al ver a alguien allí, en plena oscuridad.

Emma.

-¿Em?

La señorita Watson [Grintson]Where stories live. Discover now