Mi jefa es una arpía

980 85 16
                                    

Lógicamente llegar tarde el primer día de trabajo da una terrible impresión.

Y lógicamente si llegas tarde tiene sentido que todos te miren con lástima sabiendo que tendrás consecuencias.

Y aún así me quedé dormido.

Me quedé dormido. Cuando me desperté, media hora más tarde del ingreso, quise matarme.

Había pasado la noche anterior pensando en la chica que había conocido hacía una semana en la calle. Emma. No la había visto de nuevo, pero me había dado su número y lo cierto es que estaba planificando una cita romántica para los dos.

Me había dormido más tarde de lo usual, y por ello me había quedado dormido.

Ni siquiera desayuné.

Me vestí con la velocidad de un rayo y bajé las escaleras corriendo. Mi estómago rugía de hambre, pero tuve que soportarlo.

Corrí hacia el trabajo, que estaba a unas doce cuadras de distancia, cuesta arriba, sorteando peatones y madres con bebés en cochecito, niños en bicicletas y adultos mayores con bastones.

Milagrosamente logré no dañar a nadie y llegar en cinco minutos. No recordaba la última vez que había llegado tan rápido a ninguna parte.

Lógicamente estaba todo sudado, pero me acomodé el cabello como pude, y me abaniqué un poco antes de entrar al edificio.

Subí a la última planta, donde estaba el despacho de la señorita Watson.

El resto de los empleados de la planta me miraron con lástima cuando me bajé del elevador. El lugar estaba lleno de escritorios con trabajadores detrás, que tecleaban sin cesar en sus computadoras.

Me dirigí hacia el despacho de la jefa, donde me habían hecho la entrevista de trabajo, pero me detuve, pasmado, frente a un recorte de periódico en el pasillo que decía:

"Emma Watson, empresaria exitosa que dirige la prestigiosa compañía aseguradora 'Watsons' sin ayuda de nadie".

Debajo del titular, había una foto de la periodista entrevistando a una chica frente al edificio donde nos encontrábamos.

Se me hizo un nudo en la garganta al leer el epígrafe de la foto.

"Emma Watson, directora ejecutiva de 'Watsons'".

La chica de la fotografía era Emma. La chica del café. La que me había chocado en la vereda. Ella era la señorita Watson. Y yo le había dicho que...

Quise matarme a mí mismo. Pero fue aún peor cuando una voz detrás de mí dijo con sequedad:

-Llega tarde. El primer día de trabajo.

Las computadoras dejaron de teclear... Digo, los empleados dejaron de teclear en las computadoras y se hizo absoluto silencio en el piso.

Volteé y me encontré a Emma de brazos cruzados frente a mí.

Ella frunció el ceño.

-Lo siento, me quedé dormido...

-No me interesan sus razones particulares.-Dijo.

Miré de reojo a los demás empleados. Todos nos miraban. Me sentí humillado. Fruncí el ceño.

-Pues deberían interesarles. Digo, se trata de sus empleados, ¿no?

-Escuche, Grint, en este edificio no se toleran semejantes fallas ni faltas de respeto. No tolero que mis subordinados me respondan con ese tono. Si quiere permanecer aquí le sugiero que se ajuste a la regla o tendrá que marcharse por donde vino. ¿Está claro?

Emma me miró con sus ojos almendrados. Estaba enfadada. Pero también lo estaba yo.

Vamos, yo la conocía. Nos habíamos visto una vez, y era una chica normal y corriente, ¿por qué actuaba así? ¿De pronto yo era su "subordinado"? ¿Y además ya no me tuteaba?

-No le he faltado el respeto. Le he dicho que me quedé dormido, que es cierto, y que lo lamento. No volverá a suceder.

-Le dije que no me interesa. Ha llegado tarde y punto. Será descontada de su salario la tardanza, como se le dijo cuando aceptó el trabajo. Ahora, sígame, voy a procurar que comience cuanto antes para no seguir gastando tiempo. Ustedes vuelvan a trabajar.-Dijo mirando a los demás.

Las computadoras volvieron a teclear con velocidad.

Emma se marchó por un pasillo hacia su despacho, que era una puerta de madera con letras doradas impresas en que se leía: "Emma Watson. Directora ejecutiva."

Y ahora era mi jefa. Mierda. Yo le había dicho que los demás me habían comentado que era una bruja. Oh, mil veces mierda... Estaba acabado.

-Pase.-Ordenó ella con sequedad haciéndome pasar al interior de su despacho y cerrando la puerta.

Por unos segundos llegué a creer que reiría y me diría que todo había sido una broma. Pobre ingenuo de mí.

-No tolero la impuntualidad ni las faltas de respeto, Grint. Será mejor que lo tenga en cuenta en el futuro si quiere seguir trabajando aquí.-Dijo ella sentándose detrás de su escritorio y ojeándome.-Tampoco puede venir con esa ropa a trabajar. Si no tiene un traje en condiciones tendrá que comprarse uno.

Fruncí el ceño preguntándome qué tenía mi ropa de malo, y me miré antes de que todos los colores subieran a mi rostro.

Me había puesto el saco sobre el pijama. Con zapatos. Oh, estaba ridículo.

Mi pijama, además, era uno bastante infantil. Me lo había obsequiado mi madre y no había podido decirle que no. Tenía autos de carrera por todas partes.

-Su trabajo consiste en asistirme en cualquier cosa que pueda necesitar.-Dijo con firmeza.-Desde comprarme el café hasta cargar papeles. También debe atender el mostrador cuando los empleados de turno no están disponibles por su ajetreada labor. Supongo que podrá hacer eso. Anotar en una agenda, conciliar citas, establecer horarios.

Emma se acomodó el cabello castaño. Lo llevaba, igual que cuando la conocí, atado en un tirante rodete.

-Sí.-Dije.

-Bien. En el armario de las escobas hay una camisa que podría quedarle. Póngasela y vaya a recepción. Procure que nadie vea ese pantalón. Si necesito algo lo llamaré.

Ella tomó un expediente y comenzó a leerlo. Alzó su vista de la hoja para mirarme.

-¿Qué hace aún ahí parado? Váyase.

No tuvo que repetirlo. Di media vuelta y me fui.

La señorita Watson [Grintson]Where stories live. Discover now