Malditas costillas

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Mis costillas dolían. Tenía dos hematomas óseos, menos severos que una fractura pero que dolían cada vez que respiraba.

Tenía cortado el labio superior. Y una mejilla. La nuca me ardía horriblemente y ni hablar del estómago, donde había recibido otra patada.

Y aún así en el hospital me dijeron que era mejor si me marchaba a casa.

Cuando desperté, sentía una mano femenina sosteniendo a la mía. Pero cuando abrí los ojos comprendí que se trataba de mi hermana. Daniel estaba a su lado, preocupado. Y mis padres en camino.

De Emma no había ni rastro.

Pregunté por ella a mi familia, pero no sabían nada. Permanecí en el hospital bajo la guardia de los doctores y de mi madre durante tres días antes de que me dijeran que lo mejor sería irme y hacer mucho reposo.

Aún me dolía hasta la planta del pie.

Papá y mamá querían que fuera con ellos, pero me negué. No era un niño. No necesitaba que cuidaran de mí. Podía arreglármelas solo.

En mi departamento, me recosté en la cama y tomé mi móvil para ver si Emma había llamado o me había enviado un mensaje. Algo.

Pero no había nada. Llamé a la oficina, pero Suzie, su recepcionista, dijo que desde el día de la humillación ella no había vuelto a aparecer.

Me froté el cabello con irritación. Era mi culpa. Todo era mi culpa. Nunca debí decirle que estaba enamorado frente a todos los demás. La había avergonzado...

Suspiré y miré por enésima vez mis mensajes. Había uno que le había enviado a Connor que no recordaba haber grabado. Un archivo de audio.

Fruncí el ceño y lo reproduje.

"Dan, ella es maravillosa. Realmente es una diosa en la cama y cuando la veo desnuda siento que quiero complacerla hasta que olvide su nombre. Dan, me estoy enamorando de Emma. Necesito ayuda, no sé qué decirle para evitar que se enfade. Es mi jefa, no puedo... No puedo sentir algo por ella. Ni siquiera es correcto que follemos cada noche y... Dan, no sé qué diablos hacer. Por favor, ayúdame."

Mierda. Mierda y mil veces mierda. Me había equivocado de número. Había enviado el mensaje a la persona equivocada. Por eso él sabía sobre Emma y yo.

Tuve ganas de matarme a mí mismo. Era un soberano idiota.

Tenía que disculparme con Emma.

Marqué su número y la llamé. No menos de cien veces. Pero no me respondió.

Tras saltar el contestador por enésima vez, me eché a llorar desconsoladamente. ¿Es que así iba a acabar todo? ¿Arruinado entre nosotros dos por siempre?

Tomé mi abdomen con suavidad y me puse de pie, adolorido. Quería ir por un poco de chocolate a la nevera.

Sequé mis lágrimas y traté de recuperar mi compostura. No podía llorar por una mujer.

Sin embargo, en mi garganta había una amargura que no lograba ignorar.

Oí la cerradura de la puerta de entrada. Seguramente era mi hermana, tenía una copia de la llave, que venía a cuidar de mí.

-Estoy bien, Bonnie. No necesito ayuda. Puedo arreglármelas solo.

Jadeé al inclinarme para abrir la nevera, el dolor de las costillas casi matándome.

-Sólo quiero un poco de chocolate y voy a volver a la cama.-Añadí.

Saqué una tableta del primer estante y volteé hacia la puerta de la cocina.

La señorita Watson [Grintson]Where stories live. Discover now