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Como por arte de magia, no pude dormir correctamente en la noche, pensaba en la risa te Tony, en sus besos, en su aroma , en el.

En la mañana tocaron la puerta de mi departamento que con mala gana abrí, era una señorita de cabellos rubios y sonrisa risueña; no tenía ganas más que ver al castaño que invadía mis pensamientos.

— ¡Hola! — cuando se percató de mi presencia sacó de su bolso un envase que olía realmente delicioso —, perdón por molestar.

— No te preocupes — sonreí por su facha.

— Vivo en el departamento de al lado — me dio el envase que recibí sorprendido — es lasaña, tómalo como un regalo de bienvenida.

— Gracias — nuestras manos rozaron ligeramente.

— Soy Sharon — tendió su mano hacia mi.

— Steve, un gusto — la estreche.

No siguió con la conversación para proceder a despedirse con un leve sonrojo en sus mejillas. Cerré la puerta decidido a acostarme en el sillón cuando volvió a sonar la puerta, que frustración, era como si todos quisieran interrumpirme.

Abrí la puerta con el gesto agobiado cuando vi a quien había logrado tenerme toda la noche despierto, quien me hacía sentir increíblemente bien por momentos y una basura en otros, me tenía en sus manos con aquellos ojos chocolate y esa sonrisa irónica.

— Tony — perdí el aliento con pronunciar su nombre.

— Capitán — me sonrió ladeando su rostro —, me permitirá pasar ¿verdad?

— Creo que es obvio — le devolví aquella sonrisa.

Pude sentir su aroma cuando pasó y lo vi sentarse desanimado en el sillón, tenía sus manos en sus rodillas, aferrándose a ellas como si de ello dependiera su vida. Como si tuviera algo que decir urgentemente pero su gesto seguía tranquilo.
No me gustaba verlo así, quería ver al Tony que sonreía y lanzaba frases sarcásticas en los momentos menos oportunos, me ubiqué a su lado esperando a que dijera algo cuando se ubicó de lado para poner su mano en mi nuca acercándome para besarme profundamente.

Era un beso cariñoso, sus labios se movían en un trajín realmente sensual que seguí con cierta facilidad; no quería separarme de el, por qué a pesar de ser condenadamente perfecto estar sentía el miedo que me transmitía.
Cuando sentí que quiso separarse no se lo permití atrayéndolo más a mi forzando que continuara, cosa a la que él no puso absoluta resistencia pero que terminó segundos después.

— Tenemos que hablar — tenía las mejillas coloradas y la voz agitada.

— ¿Acerca de que?

Obviamente sabía de que, pero quería que él lo dijera, que soltara la información más conveniente o tal vez para saber si mentía. Aun con todo el amor que le tenia a Tony no podía mentirme diciendo que era lo más normal que el hijo de él creador de armas mas mortales quisiera salvar al mundo con el suero que me hizo lo que soy. Él siguió en silencio, callado y nervioso lo podía ver en su mirada que parecía examinarme detalladamente.

— ¿De que Tony? — repetí intentando sonar como si no tuviera una pizca de información.

— De que...— vamos Tony, dime la verdad, no te juzgaré por que estoy locamente enamorado de ti y tu lo sabes, hazlo ya —...de que...no estoy seguro de si siento algo por Stephen.

Obviamente que mentía. Desvió su mirada y movió sus dedos frenéticamente, aún así me fastidiaba lo que decía y me mostré lo más relajado posible. Me recosté en el sillón y volteé el rostro.

A tu lado. Where stories live. Discover now