Capítulo 17

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-No sabes lo que estás haciendo -me dice Christine entre beso y beso. Sin embargo, no me aparta y me lo tomo como una victoria.

-Me arriesgaré -tomo su mano y nos llevo a ambos al coche-. Tú me haces sentir que estar vivo no es un error.

-El error es estar conmigo.

-Me arriesgaré -repito y hablo muy en serio.

-Luego no digas que no te lo he advertido.

Apoyo su cuerpo en el lateral del coche y la aprisiono con el mío. Mi boca busca la suya en un beso ávido y la devoro como si en cualquier momento fuese a recapacitar y largarse de nuevo. Tenemos mucho de qué hablar todavía, pero ahora mismo es mi cuerpo quien se muere por expresarse.

La llevo a mi casa para que no pueda echarme si cambia de opinión y, aunque pretendo esperar a estar dentro, en el ascensor se renuevan mis ganas de besarla y la atrapo en mis brazos. Cuando la puerta se abre, la alzo sin separar nuestros labios y me la llevo en volandas. Me gusta lo bien que encaja contra mi pecho y lo bien que me siento al tenerla tan cerca.

Mi vecina, la vieja cotilla que no deja de meterse en mi vida, está asomada a la puerta, como casi todos los días, y Chris se la queda mirando, pero cuando voy a decirle que no le haga caso, le enseña el dedo corazón y la señora se mete en casa, después de resoplar, totalmente ofendida por su gesto. Ahora soy yo quien la mira a ella, con curiosidad. ¿Ya se habrá topado con ella?

-Se merece algo peor -me dice entonces, respondiendo a mi pregunta no formulada-, pero con eso tendrá para unos cuantos días. Para cuando se le pase la indignación, ya habré pensado en un castigo acorde a sus ganas de joder al prójimo.

Y después me besa, logrando que olvide lo que ha pasado y mi intención de preguntar más. Nos llevo hasta mi habitación y la dejo en el suelo para empezar a desnudarla.

-Al fin una cama -ríe en mis labios y la imito, porque entiendo la referencia.

Le arranco la ropa con ansia y admiro su cuerpo con una mirada hambrienta que despierta sus pezones. Mi boca los busca y su gemido es lo único que necesito para desear enterrarme muy hondo en ella. Pero esta vez, me he propuesto hacerlo despacio. Quiero disfrutarla durante horas y demostrarle que no solo soy un amante fogoso que se deja llevar por sus más bajos instintos. Que puedo darle mucho más de lo que ha conocido conmigo hasta el momento.

-Me toca -dice, antes de empezar a desnudarme. Y lo hace tan desesperadamente lento, que al terminar ya me tiene a sus pies, prácticamente suplicando. Mi intención de tomarme un tiempo para amarla como se merece está flaqueando porque la deseo intensamente ahora.

-Yo quería... -ni siquiera soy capaz de terminar la frase, pero parece que me entiende.

-En la segunda ronda -dice, tirando de mí hacia la cama y obligándome a sentarme en ella.

Me coloca el preservativo, bajo mi atenta mirada, y se sube a mi regazo después. Cuando se deja caer sobre mí, creo ver las puertas del cielo. Echo mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos para disfrutarlo porque me ha cubierto por completo y las sensaciones que me invaden son potentes.

-¿Bueno? -pregunta.

-Buenísimo -respondo en un gruñido, pidiendo que se mueva con un golpe de mi pelvis.

-Oh, no -la miro, confuso y veo una pícara sonrisa en su bello rostro-. Para cuando acabe contigo, sabrás lo que sí es buenísimo.

Suena a amenaza y cuando comienza a moverse sobre mí, comprendo que lo era. Si antes vislumbré el cielo, ahora estoy en pleno infierno. Pero me gusta. Mucho. Si ella es el precio por renunciar al paraíso, lo pagaría mil veces más.

Christine (Saga SEAL 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora