Me doy un lavado de cara rápido, busco centrarme en mi respiración para no pensar en nada externo y salgo del baño. Me coloco ropa cómoda que implica un short y la sudadera de Malcolm, mi preferida.

Impregnarme de su olor me hace sentir reconfortada y, a la vez, odiada por mí misma. Más allá de todos los límites a los que está sujeto, me tiene secuestrada y si, sus hijos son puestos en peligro, tendrá que matarme. No puedo adorarlo de la manera que lo hago.

Menos aun pensando en Nick.

No puedo.

Llevo demasiado tiempo encerrada, con ideas paranoicas y homicidas en mi cabeza. Cuando le propuse a Samurái trabajar juntos, no implicaba que sería su rehén a cualquier precio.

Lo que sea que estén haciendo conmigo, no está bien.

¿Realmente estoy rodeada de personas enfermas? ¿Me están enfermando a mí? ¿O soy yo quien está loca?

En medio de todos estos pensamientos, tomo la cobija y la coloco a un costado de la cama cuando oigo el motor de un auto acercarse al frente de la casa y estacionar con prisa en un freno desproporcionado.

Mi visitante de siempre no suele tener ese tipo de actitudes. Más allá de toda su pulcritud y meticulosidad, no ha hecho una llegada tan dramática a esta casa nunca.

Lo que sea que esté pasando, me inunda de un mal presentimiento desde el comienzo...

Me coloco las zapatillas y arrastro hasta la cocina, cuando me impacta el ruido de la llave entrando en la cerradura. Invadiéndome así una ligera idea, una estúpida idea...

Si Malcolm recién se marcha, si él nunca tuvo los motivos para hacer una llegada así, solo una persona ha mantenido contacto conmigo en estas últimas horas que van más allá de un extraño ciborg.

¿...Nick?

De pronto mi corazón se deja desbocar cuando la puerta se abre y entra Malcolm corriendo hacia mí, hecho una completa furia.

—¿Malc...?

Mi voz se corta por su respiración agitada. Está enfurecido, hecho una verdadera bestia.

—¡¿QUÉ DEMONIOS HICISTE?!

Él me traba los brazos desde atrás con una sola de sus enormes extremidades y, con la contraria, me cruza una mordaza por la boca.

—Tenemos que largarnos ahora—me advierte, dejándome completamente inmovilizada contra la pared, mientras me ata también de las manos.



Nick

Mi corazón golpea con fuerza las paredes de mi pecho al tiempo que conduzco. Más me he ido alejando de la ciudad, peor se ha convertido la señal para andar. El Bot ya casi ha sido destrozado por el proxy, sin embargo, me tengo el recorrido de memoria.

Me paso varios semáforos en rojo al andar, me encuentro cada tanto con mi propia mirada en el espejo retrovisor y hay algo ahí que percibo de manera chispeante, explosiva. De pronto una risita estúpida se me escapa de la boca, desapareciendo en el recuerdo de que ella está en peligro y que estoy siendo un completo idiota, suficiente como para querer reventarme la cabeza ahora mismo contra el parabrisas. Pero no lo hago.

Continúo mi camino y sigo.

Pienso en Nat.

Pienso en Anabel.

Pienso en mamá.

Pienso en Magda.

En Magda.

En Mamá.

Magda.

Mamá.

Las dos están muertas.

Todos los demás se fueron.

Todo lo que toco, se destruye.

Ya estoy lo suficientemente solo. No puedo perder a nadie más...



Natalie

Malcolm me arrastra hacia afuera.

Mis oídos trinan como campanadas que anuncian el Juicio Final.

Sé muy bien lo que hice.

Sé muy bien que no tenía que hacerlo.

Maldito Nick y todo lo que te convierte en la persona detestable que eres.

Maldito Malcolm por ser un imbécil y por estarme haciendo daño. Sé que basta de mi parte cualquier movimiento brusco de los brazos para que me disloque un hueso.

Lo cual sería nada, comparado con lo que El Virus le haría a alguno de sus hijos.

....y sería nada comparado con lo que me hará a mí. Ahora.

Me lleva con él.

No hay otro lugar donde ir.

Sólo una certeza se puede tener sobre ese desquiciado: no me quiere precisamente para algo lindo.

Un punzante dolor me atraviesa el estómago en cuanto Malcolm me mete en la parte de atrás de la camioneta. Ese dolor punzante me agria el estómago y, sin pensarlo por un momento, alzo mis piernas hacia arriba luego de que Malcolm me arroja en el asiento de atrás, las sacudo y doy con mi cometido al plantarle un golpe con todas mis fuerzas en el lado izquierdo de su rostro.

¡Carajo!

El golpe lo obliga a retroceder y cae de espaldas.

Mis ojos se abren como platos y me acerco al borde del asiento. Le he abierto la ceja izquierda y tiene mis zapatillas marcadas en una sombra rojiza, tiñéndose de gotas de sangre.

Las campanadas del Juicio Final se hacen aún más fuerte en mis oídos cuando decido salir del auto.

—¡Lo siento!—las palabras salen con mi mandíbula temblando—. Pero no dejaré que vuelvas a hacerme daño.

Malcolm intenta reincorporarse, no sin caer en el intento. Está mareado. Mi golpe le ha provocado perder el juicio.

Aún más que mi estúpida llamada.

Sin embargo, es suficiente para evitar que me haya atado los pies. Por un instante considero quitarle las llaves de la camioneta y largarme, pero Malcolm no está inconsciente y debo alejarme de él pronto.

Ahora.

Es ahora o nunca.

Corre, Nat. Corre lo más rápido que puedas.


__________________

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

__________________

#LasMentirasDelJefe

__________________

 User en Instagram: luisavilaok

User en Twitter: luisavila595

Es todo por ahora, les amo con todo el kora

Besosssss

L.

+18 Las Mentiras del JefeWhere stories live. Discover now