Capítulo 11: Que ojos más grandes tienes.

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Antes de nada quiero dedicar este pequeño espacio a alguien y esa es Aky_Gilbert (http://www.wattpad.com/user/Aky_Gilbert), ya que fue mi primera admiradora de Wattpad y ya que gracias a ella empecé a tener más y más visitas dado que me promocionó en todas sus historias. Solo decirle gracias :)

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Gracias a la magia de la narración nosotros sabemos exactamente lo que el ocurrió a Igor, pero desgraciadamente Elle y Érode no tenían la menos idea. Lo demostraron cuando caminaron hacía el, sin saber que horas antes había muerto... ¿O no era así? 

A pesar de su insípida relación con el cazador y que anteriormente había asegurado no importarle si moría, Ellen se alegraba de encontrarlo con vida. Al fin y al cabo no le gustaba ver morir a gente que conocía, por poco aprecio que les tuviese. Érode se alegraba de encontrar a otra persona con vida. El buen samaritano sacaría del bosque a dos alegres pueblerinos en vez de a uno solo. 

Igor levantó la vista cuando Ellen y Érode estaban a un paso de él. Los miró con unos ojos bordeados por ojeras, y con una cara amarillenta. Parecía enfermo, pero más hubiese querido él estarlo. 

- ¿Que te ha ocurrido? -preguntó Ellen, recorriendo con la vista su cuerpo malherido. 

Como única respuesta obtuvo una mirada que encerraba un profundo odio. 

- Si quiere puedo proporcionarle un ungüento que le aliviará esas heridas -ofreció Érode. 

- Tienes las pupilas muy dilatadas... -dijo Ellen casi en un susurro. 

- Son para verte mejor -respondió Igor, casi en un gruñido. 

- ¿Como dices? -preguntó Érode a la defensiva. 

Igor se mordía el labio inferior con su fila superior de dientes, más afilados que nunca, que se le clavaban en la blanda piel. Un hilo de brillante sustancia carmesí resbaló por su barbilla. 

- Tus... tus dientes... -comenzó Ellen. 

- Son para comerte mejor. 

Dicho esto, el cuerpo de Igor comenzó a mutar. Sus músculos doblaron su tamaño, al tiempo que un espeso pelaje negro cubría cada parte de su cuerpo. Sus ropas cedieron, rasgándose y quedando inservibles. Sus ojos, antes de un negro mortecino, lucían ahora un amarillo apagado. Su cara se alargó hasta parecerse a la de un animal. Un lobo. 

Érode no perdió el tiempo  y desenfundó dos de sus afilados cuchillos, pero un rápido zarpazo de la bestia lo mando varios metros hacía atrás. Ellen estaba al lado de Igor (o de lo que antes había sido Igor), pero no tardó en emprender una rápida carrera hacía los confines del bosque. Si conseguía salir de él, se salvaría, dejando atrás a Érode. 

El maltrecho Érode se puso en pié y desenfundó dos cuchillos más. La bestia estaba  a unos metros, si conseguía un lanzamiento preciso todo había acabado. Los cuchillos cortaron el aire, pero el animal actuó rápido y levantó una piedra del tamaño de una silla para protegerse. El sonido del metal estrellándose contra la roca le dolió a Érode más que el golpe anterior.  Había lanzado perdido cuatro de sus nueve dagas, lo que le dejaba con cinco, pero la bestia no tardaría en abalanzarse sobre él, y en el cuerpo a cuerpo el apuesto joven no tendría ninguna oportunidad. 

Ellen siguió corriendo, sin que el animal se diera cuenta. Solo veinte metros más y estaría fuera de peligro. Pero entonces el bosque comenzó a moverse. Las ramas más altas descendían rápidamente hacia el suelo, y cuando llegaban se clavaban, creando un muro que impedía salir del bosque. La aterrada Ellen oteó a izquierda y derecha, pero el bosque seguía cerrándole él paso. Se giró a tiempo de ver como Érode esquivaba una embestida de Igor, deslizándose bajo sus piernas. El joven consiguió lanzar dos de sus cuchillos, pero solo uno alcanzó a la bestia en el hombro. No pareció afectarle mucho. 

La bestia se arrancó la daga del hombro, y la dobló con solo dos dedos antes de dejarla caer. Se abalanzó sobre Érode a gran velocidad, con las zarpas por delante capitaneadas por las afiladas cuchillas que tenía por uñas. El zarpazo dio de lleno en el costado de Érode, provocando profundos cortes, y haciendo que el cinturón donde llevaba tanto la cruz como los cuchillos restantes se desprendiera. 

Ellen observaba la escena desde una distancia prudencial, rezando para que el bosque tuviese algo de piedad y desmontara esos muros que había creo. Érode parecía acabado, pero entonces comenzó a reír. 

- Así que después de tanto tiempo me toca -dijo, y siguió riendo a carcajadas. La bestia parecía confusa-. Espero que pueda controlarlo después de tanto tiempo manteniéndolo a raya. 

Y Érode comenzó a cambiar. 

Y así es como esto va llegando a su apoteósico final... 

Caperucita RojaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora