Capítulo 3: Primeros problemas.

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Después de caminar durante más de tres horas se dieron cuenta de que las indicaciones del joven eran erróneas, no sabían si de forma intencionada o involuntariamente. Ahora el bosque era más frondoso, lo que provocava que gran parte de la luz solar no se filtrara a través de las altas ramas.

Una fina niebla había empezado a invadir el lugar, y se volvía cada vez más espesa. A la altura de los tobillos era ya una capa blanca, como una sábana. Siniestros sonidos surcaban la arboleda, la mayor parte de jilgueros y otras aves de similar categoría, pero que en un paraje como ese sonaban como bestias a punto de devorar al perdido caminante.

Decidieron tomar un descanso reponer fuerzas y comer algo, mientras decidían si proseguir el camino o dar media vuelta. Devoraban las provisiones que traían consigo cuando un sonido de arbustos moviéndose les alertó. De entre esos arbustos surgió el joven leñador, que les había indicado mal el camino. Su cara ya no irradiaba simpatía y buen humor, sino burla y un destello de locura. 

– Vaya, vaya... Parece que me he equivocado al daros las indicaciones –dijo el joven, burlándose de ellos. 

Igor se había puesto en pie, y apuntaba al chico con la escopeta. 

– ¡Maldito seas! Primero nos mandas por la dirección incorrecta,¿ y ahora te atreves a burlarte de nosotros? –gritó el cazador. Tenía la cara roja y se le marcaba la vena del cuello. 

– Tranquilizate, no ha sido para tanto – dijo el riendo, a la vez que alzaba las manos.

El joven avanzó varios pasos. Igor le ordenó que no se moviese más, o lo lamentaría. El leñador siguió avanzando, haciendo caso omiso de la recomendacion del cazador. Un estallido retumbó en todo el bosque, y varios pajaros alzaron el vuelo asustados. 

– Una pena que estas armas humanas sean tan poco potentes – dijo el chico mientras se sacaba algunos fragmentos de bala del pecho, que increiblemente no sangraba. 

Igor y Ellen retrocedieron varios pasos, asustados. 

–  ¿Quién eres? – pregunto ella. 

– ¿Quién o... qué? – respondío él, desafiante.

– ¿Que quieres? –pregunto ella, en un tono similar al del joven.

–  A tí. 

La respuesta pilló desprevenida a Ellen, que sorprendida no dió con las palabras para contestarle. 

– ¿Te extraña? –prosiguió el–. ¿Cuantas chicas guapas crees tu que pasan por los caminos? La comida tambien escasea, así que me venís como anillo al dedo. Primero llenaré mi estómago con ese guardia tuyo. Luego saciare mi otro apetito contigo, cuantas veces me venga en gana. 

Un escalofrío nacido del miedo recorrió la espalda de Ellen. El cazador, que se había alejado unos pasos, disparó de nuevo contra el chico, con similares resultados a los anteriores. El joven se giró hacia él, y simplemente, le sonrió. Luego volvió la vista de nuevo hacia la chica del liso cabello dorado. 

– Tu amigo es insistente, chica de la caperuza roja. Bonita, por cierto –dijo pasando su mano por el pelo de Ellen. 

– ¡Ahhhhh!

Vociferando un grito de guerra al mas puro estilo espartano Igor se lanzó, hacha en mano, contra aquel ser, que claramente no era humano. Golpeó en el hombró izquierdo del joven con tal brutalidad que la mayor parte de la hoja se hundió en la carne con bastante facilidad, en contraposición de las balas, que ni siquiera habían penetrado unos centímetros. El joven se giró con el puño derecho armado y propinó un fuerte puñetazo al cazador, que cayó unos metros mas atras, con la nariz sangrado. Este no había soltado el hacha, que seguía en sus manos con la sangre bañando el mango de madera. 

– ¡¿Osas desafiarme, humano?! – gritó el chico llevandose la mano derecha al hombro herido. Tal era el corte que parecía que en cualquier momento el brazo entero se fuera a desprender del resto del cuerpo–. Lo lamentarás. Lo lamentaréis ambos –dijo con un tono más calmado. 

La herida había dejado de sangrar, y comenzaba a cicatrizar por las zonas menos profundas. Despues de amenazarlos, el chico se internó en el bosque a la carrera. 

– Así que las leyendas son ciertas... Moran en estos parajes bestias ni humanas, ni animales. Que horror –dijo Igor, poniendose en pie y acercándose a la aterrada chica–. Mataré a ese hijo de Lucifer con mis propias manos si es necesario. 

Y así es como el cazador salva a la bella Caperuita de una bestia ni humana ni animal, de momento...

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now