Capítulo 10: Revelaciones.

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- ¿Que son? 

Ellen seguía a su joven salvador, que avanzaba por la maleza sin detenerse. De no ser por él, seguramente Ellen hubiera acabado dando vueltas en círculos, ya que todos los árboles le parecían iguales. 

- Son... bestias -respondió Érode a la chica. 

- Eso ya lo sé, pero han tenido que salir de algún lado. 

- Del mismísimo infierno. Apostaría a que así es. 

- ¿No decías que no crees en lo que no puedes ver? -preguntó Ellen. 

- Y así es, pero a esos hijos de puta puedo verlos, y puedo ver que hacen. -Erodé paro en seco y se giró hacía Ellen-. No matan, te dejan morir. Si no hubiese aparecido seguramente esa bestia habría seguido causándote heridas hasta que no pudieses más, y entonces se hubiese ido, dejándote morir, sola. Eso si, creo que antes de eso... -Érode dejó la frase a medio. 

- ¿Antes de eso qué? -preguntó Ellen aún sabiendo que la respuesta no le gustaría. 

- Habría vuelto a su forma humana y... bueno, ya sabes. Pocas veces se aventuran por el bosque jóvenes tan bellas como tú, si me permites el halago, y ellos tienen necesidades. 

Ellen tragó saliva, permaneció callada y continuaron la marcha. 

- ¿Son... humanos? -preguntó pasados unos minutos. 

- Lo eran. Antes, mucho antes -respondió Érode con tono melancólico-. No se si vienen del infierno, pero se que muchos no matan por gusto. Nunca he visto a ninguno salir de este bosque, así que creo que simplemente no pueden hacerlo, están encerrados, condenados a vivir como bestias. A algunos les gusta esa vida, como al tipo que te capturó. Ese disfrutaba. A otros no les gusta, Simplemente no controlan lo que hacen cuando se... convierten.

- ¿Y que haces tu aquí? 

A Ellen le interesaba cada vez más llegar al fondo del asunto, pero no sabía por qué. Los cortes casi no le dolían gracias al ungüento que Érode le había proporcionado, así que ahora mismo confiaba en él, era su ultima esperanza para salir del bosque con vida. 

- Los cazo. Hay más como yo, generalmente religiosos que quieren enviar a estas criaturas del infierno  de vuelta a casa. Pero yo, como ya he dicho, no creo en dioses, así que estoy aquí solo para ayudar a quien lo necesite, en este caso tu. 

- ¿Y que ganas a cambio?

- A veces nada. En ocasiones la gente me regala cosas en agradecimiento. Ojo, no estoy diciendo que tu debas hacerlo. No salvo gente por las cosas que me den a cambio, simplemente siento que debo hacerlo. 

Poco a poco el bosque iba clareando, estaban llegando a su final. Érode se movía rápido, y Ellen seguía su paso.  Ya se veía el final de la espesura, y el pueblo más allá. Pero también se veía otra cosa. Igor estaba sentado en una roca, con todas sus prendas ensangrentadas, mirando al suelo con expresión perdida. 

Y así es como nada es lo que parece, o quizá si... 

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now