Epílogo.

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-Ya está, -digo, tirándome en el sofá y girando la cabeza para mirar a Alba.

Ella sonríe y gira sobre sí misma, observando la habitación. Me mira.

-Ya está, -afirma, asintiendo y tirándose sobre mí.

Apoya sus brazos a ambos lados de mi cuerpo, mirándome desde arriba. Yo paso mis brazos por su espalda, haciendo que quedemos abrazadas y nuestros cuerpos se acaben de juntar. Cierro los ojos y junto nuestros labios, sonriendo después. Al abrirlos me encuentro la sonrisa de Alba e intento procesar todo lo que está pasando.
Acabamos de terminar de amueblar nuestra casa. Hemos decidido, después de tres meses saliendo formalmente, vivir juntas. Estamos saliendo formalmente y estamos viviendo juntas.
No puedo evitar sonreír al darme cuenta de que lo estoy viviendo de verdad, de que no es un sueño.
Alba me da un toquecito en la nariz, haciendo que yo la arrugue y vuelva a besarla.

-Cómo te quiero, rubia, -confieso, recibiendo una carcajada por parte de Alba. -En serio.

-Yo también te quiero mucho, Nat, -admite, dándome un pico después.

Tras varios minutos entre besos y risas en el que ahora es nuestro sofá, decidimos llamar a nuestros amigos para estrenar la casa con una buena reunión.

-¡Mirad lo que os traemos!, -chilla la Mari cuando abro la puerta, alzando la bolsa repleta de cervezas que lleva en la mano. Tras darme un beso, me da la bolsa y entra. -¡Qué cabronas! Marta, ven, mira. Es más grande que la nuestra. No las soporto, -se queja a lo lejos y escucho también la risa de Alba.

Marta, ante el comentario de su novia, me da un beso rápido y entra corriendo. Literalmente.

-¡Hostia!, -la escucho chillar y no puedo evitar empezar a reírme mientras cierro la puerta.

Entro a la cocina, metiendo todas las latas a la nevera, y voy hacia el salón con las otras tres.
Sólo veo a Marta y Alba, pero al escuchar a María chillar al final del pasillo entiendo por qué no está ahí.
Niego con la cabeza, divertida, y agarro el brazo de Marta para enseñarle a ella también la casa.
Realmente no es muy grande, María es una exagerada. Pero para nosotras dos, tenemos de sobra.
Repetimos el tour según van llegando nuestros amigos: Sabela y Julia, Famous y Damion, y por último Miki y Joan.
Cuando Alba y yo les contamos lo nuestro, me sorprendió la reacción de Joan. Se lo tomó muy bien, muchísimo mejor de lo que yo esperaba. El resto se lo venían oliendo, así que se lo tomaron bien también. Bueno, Marta y Julia quizás se lo tomaron mejor que el resto pero eso fue porque las hijas de puta habían apostado con María y Sabela para ver cuánto tardaríamos en empezar a salir. Menos mal que la apuesta sólo era referida al tiempo y no a la situación, porque cuando les contamos cómo fue no se lo esperaban para nada.
Aún me acuerdo de las quejas de Marta hacia María.

-Tú no te lo curraste una mierda, cutre, -dijo indignada.

-Después de pedírtelo te invité a una cerveza, seguro que Natalia no le invitó a una cerveza a Alba, -se defendió María.

-Pues no. Me tuvo muerta de sed toda la noche, -se quejó Alba, haciendo que yo la mirase mal y me picase.

Aunque poco me duró el pique, porque con un par de besos se me olvidó.
Sonrío recordando la noche en la que le pedí salir a Alba.
Estábamos en el concierto de Billie, del cuál Alba me había comprado la entrada meses antes. Estaba sonando hostage, canción que había asociado a Alba desde que la escuché. Hice que dejase de mirar hacia el escenario y me mirase a mí. Me arrodillé, haciendo que la atención de la gente que había a nuestro alrededor se centrase en nosotras y que las mejillas de la pequeña rubia se pusiesen rojas. Y bueno, supongo que ya os imagináis el resto.
Desde entonces, cada vez que escucho esa canción no puedo evitar ponerme a sonreír como si fuera idiota. Bueno, realmente me pasa con muchas canciones las cuales ya considero nuestras. Venga, vamos a dejar de engañarnos, cualquier cosa que tenga que ver con Alba me hace sonreír instantáneamente.
Y es que no sé si Alba lo tendrá todo, pero sabe cómo hacerme feliz. Es más, me hace más feliz de lo que recuerdo haber sido nunca. Me quiere bien, me apoya, me consuela cuando lo necesito y me hace abrir los ojos cuando me niego a ver las cosas como realmente son. Me hace reír, aunque también sabe cómo tocarme la fibra sensible y hacer que me ponga ñoña. Me hace sentir libre, me ayuda a luchar por lo que quiero.
Joder, es que no sé si le faltará algo, pero con todo lo que hace por mí, es más que suficiente.
Y es que, gracias a ella, he aprendido muchísimas cosas. Entre ellas, he aprendido a querer.
Yo pensaba que sabía hacerlo, que había querido de verdad antes, pero qué va. Es que ni de lejos, vaya.
Hasta que Alba no entró a mi vida, yo no sabía querer de verdad. Eso lo he aprendido a hacer con ella.
Y es que usamos la palabra querer muy a la ligera muchas veces. Al igual que utilizamos el término "enamorarse" como si fuera cualquier cosa. Y hablo en primera persona porque reconozco haberlo hecho antes. Pero, gracias a la relación tan real que tengo con Alba, me he dado cuenta de que querer no es cualquier cosa, que enamorarse no es tan fácil.
Se puede querer de muchas formas, se puede querer muchísimo a alguien, pero si no sabes cómo hacerlo, no sirve de nada. Si no quieres bien, si no quieres de verdad, de nada sirve querer.
Al igual que puedes creer estar enamorándote de alguien -o estarlo ya-. Puedes creer enamorarte muchas veces, yo al menos lo hice. Pero no, qué va. Cuando te enamoras de verdad, entiendes que lo que habías sentido antes no podía definirse con esa palabra. Entiendes que el enamorarse implica muchas más cosas. Entiendes que, seguramente, sólo te enamores una vez.
Al menos así lo veo yo.
A día de hoy -gracias a todo lo que he aprendido desde que ella entró en mi vida-, puedo asegurar que quiero a Alba y que estoy enamorada de ella.
Y os aseguro que por mucho que intente explicaros lo que siento, no sería capaz.
Aunque también os puedo asegurar que nunca he sido tan feliz cómo cuando estoy con ella.
Quién me iba a decir a mí que acabaríamos juntas, que hoy estaríamos en nuestra casa con nuestros amigos o que, después de todo, conseguiríamos aprender a querernos.
Bendito el momento en el que decidí echarle valor y escribir esas cartas. Bendito el momento en el que Alba decidió aparecer. Bendito el momento en el que decidimos hacer las cosas bien.
Os aseguro que no me arrepiento de nada, que lo volvería a repetir mil veces más. Que, tratándose de Alba, siempre volvería.
¿Cómo no iba a volver a lo que, ahora, puedo considerar hogar?









Y... se acabó.

Realmente me da pena que haya acabado porque le he cogido muchísimo cariño a esta historia. Me ha encantado escribirla y disfrutarla, al igual que ver cómo vosotrxs la disfrutabais conmigo.

Gracias otra vez por haberme leído.
Gracias por haber interactuado conmigo, gracias por todo el apoyo que le habéis dado a este pedacito de mí.

Espero que esta historia os haya servido de algo, de cualquier cosa.


Gracias.

a.

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