26.

13K 585 107
                                    

–Alba, espera, –digo cogiéndole el brazo, evitando que llame al telefonillo.

–¿Qué pasa?, –dice, girándose para mirarme. Yo hago una mueca y, agachando un poquito la cabeza para rascarme la nuca, me muerdo el labio. Ella se empieza a reír. –No me creo que te dé vergüenza.

–Alba, joé, entiéndeme, –me justifico.

Ella niega con la cabeza sin dejar de sonreír divertida y, tras darme un beso en la mejilla, llama al telefonillo. La puerta se abre y Alba me agarra el brazo para que la siga hasta el ascensor y no me quede ahí parada.
Natalia relájate, que le vas a caer bien a su madre y a su hermana ya la conoces.
Resoplo, intentando dejar de estar nerviosa, bajo la divertida mirada de Alba.
El ascensor se abre y, justo en frente, una señora nos mira sonrientes.

–¡Mamá!, –chilla Alba, corriendo a darle un abrazo.

Yo, sin poder evitar sonreír al ver la escena, agarro la maleta de Alba y la mía y salgo del ascensor.
Cuando se separan, ambas me miran sonrientes.

–Hola, –digo, sonriendo tímidamente. –Soy Natalia.

–Lo sé, –dice la madre de Alba, acercándose a mí para abrazarme sin que me lo espere en absoluto.

Alba se ríe, supongo que sabiendo que me ha pillado por sorpresa, y cuando nos separamos, mira a su madre.

–Mamá, cuando alguien te dice su nombre lo normal es decirle el tuyo, –dice, soltando una carcajada y mirándome a mí. –Es Ra...

–Rafi, llámame Rafi, –se adelanta ella, mirándome sin perder la sonrisa.

Alba frunce el ceño pero rápidamente vuelve a sonreír, entrando en su casa. Rafi me deja pasar a mí primero y yo sigo a Alba hasta el salón.

–¿Y Marina?, –pregunta Alba, buscando a su hermana con la mirada.

–Se ha ido a Santa Pola con sus amigas, no sé qué día vendrá, –informa su madre.

Alba asiente, dejando ver en su cara que quería verla.

–Que es coña, tonta, –dice Marina, apareciendo en el salón.

–¡Marina!

Alba se gira rapidísimo y se lanza sobre su hermana, dejando muchísimos besos por toda su cara. Marina sonríe con Alba aún en sus brazos y me mira. Yo sonrío al tener contacto visual con ella y la pequeña de las Reche me guiña un ojo.
Cuando Alba decide que ya está bien de ser un koala con su hermana y se separa de ella, Marina viene a darme a mí un abrazo.

–¿Qué tal, Natalia?, –me pregunta al separarse de mí, sonriendo.

–Muy bien, –contesto, mirando de reojo a Alba.

Alba se ríe y se pone a nuestro lado.

–Mentira, le da vergüenza estar aquí, –dice mirando a su hermana y, seguidamente, a su madre.

–Natalia, –me dice su madre en tono de amenaza, señalándome con el dedo y haciendo que yo me acojone un poquito. –Ni se te ocurra tener vergüenza con nosotras, ¿eh? Alba nos ha hablado muy bien de ti, ya eres una más en esta familia, –me dice, haciéndome elevar las cejas mirando a Alba.

–¡Mamá!, –la regaña Alba, poniéndose un poquito roja y haciéndome sonreír.

Tras hablar un rato más con ellas, Alba me lleva a su cuarto para dejar las maletas, pero yo me entretengo un poco más mirándolo todo detenidamente.
Cuadros, fotos de Alba con distinta gente y con distintos años –y peinados–, vinilos, más fotos, libros, algún que otro peluche... Sonrío al ver un cuadro que hay colgado encima de su cama y me acerco a él sin creerme lo que hay ahí dibujado.

–Lo has hecho tú, ¿no?, –pregunto sin dejar de sonreír, girándome para mirarla. Alba asiente tímida y yo vuelvo a mirarlo. –Me encanta, –digo pasando un dedo por él.

–Lo hice cuando me vine esa temporada aquí, ya sabes, –me explica.

Yo intento despegar mis ojos del cuadro, pero es que no puedo.
La foto que está ahí dibujada es de mis favoritas de todas las que tenemos. Es de la primera noche que salimos de fiesta y, tras hacernos una foto posando, nos empezamos a reír y Alba sin querer hizo esa. Salimos las dos riéndonos, riéndonos pero de verdad. Esa foto refleja uno de nuestros mejores momentos, uno de esos en los que somos nosotras al cien por cien.
Me giro hacia Alba y me acerco para abrazarla, intentando contener las lágrimas. Aunque es un intento fallido, puesto que en cuanto mis brazos la rodean, empiezan a salir.
¿Por qué tuvimos que ser tan tontas teniendo eso tan bonito que teníamos?
¿Por qué no intentamos aprovecharlo ahora que hemos vuelto a conseguirlo?
Porque ahora la cobarde eres tú, Natalia.
Me separo de Alba y, tras secarme las lágrimas, la miro y sonrío.

–Perdón, –digo.

–Ven aquí, tonta, –dice, sonriendo y acercándose otra vez a mí. Se pone de puntillas y, poniendo sus manos en mis mejillas, me da un beso bastante largo en la cabeza. Cuando nos separamos, pego un pequeño brinco al ver a Rafi sonriendo en la puerta y, al ver mi reacción, Alba se da la vuelta y ve a su madre. –¡Mamá!, –chilla, empezando a reírse al ver a su madre levantar las manos en señal de inocencia.

–Sólo venía a deciros que ya está la comida en la mesa, –dice y, tras mirarme sonriente, se da la vuelta y se va.

Alba me mira como pidiéndome perdón con la mirada y yo niego con la cabeza mientras me río.

–Qué bien me cae tu madre, –digo sin dejar de reírme y Alba suelta una carcajada.

–Pues tú a ella también, no deja que cualquiera la llame Rafi, –dice, empezando a andar hacia el salón.

Volver. // Albalia.Kde žijí příběhy. Začni objevovat