21.

13.9K 630 40
                                    

Desde que Alba volvió, decidimos empezar de nuevo. No más prisas, no más callarnos las cosas y no más miedos.
Cuando todos se enteraron de que había vuelto, obviamente nos fuimos de fiesta. Todos la habíamos echado de menos y queríamos estar todo el rato posible con ella para recuperar los meses que nos habíamos perdido, pero Alba prefería estar conmigo y no se cortó ni un pelo.
Estuvo toda la noche conmigo, haciendo caso a nuestros amigos de vez en cuando pero sin separarse de mí. Nadie pareció muy extrañado y eso fue lo que me extrañó a mí, ya que, aunque antes de que se fuera estábamos juntas todo el rato, ni de coña Alba era tan cariñosa conmigo delante suya. Pero bueno, el caso es que la noche fue genial y la siguiente fue mejor.
El sábado vino a verme cantar. Era la segunda vez que me veía hacerlo, la diferencia de la primera es que esa vez yo también sabía que ella estaba ahí. Así que, aunque quisiéramos ir despacio, no pude evitar cantar una canción que tuviese un significado relacionado a ella.
Cogí la guitarra, un taburete y canté Halo sin dejar de mirarla ni un momento. Cuando la terminé de cantar me vino a abrazar y cuando acabé el turno nos fuimos al que siempre fue nuestro restaurante a cenar.


Y, bueno, desde entonces se hizo rutina que cada sábado viniese a verme cantar y después irnos a cenar.
Así que, cuando me he dado cuenta de que es sábado, mi ánimo ha cambiado por completo y estoy deseando que llegue ya la noche para poder verla, ya que llevamos toda la semana sin vernos por culpa de mis exámenes y mi inexistente tiempo para quedar.
Ya hace un mes desde que volvió. Y, de momento, estamos haciendo las cosas bien. Es decir, estamos yendo poco a poco, con calma. Ninguna de las dos queremos volver a acabar como la última vez. Y, no sé ella, pero yo cada día que pasa noto que todo lo que siento por ella va a más. Y, aunque por un lado estoy acojonada, por otro estoy súper feliz. Siempre ha sido capaz de hacerme feliz simplemente con estar, y desde que volvió he vuelto a ser la Natalia que más me gusta.
Además, no está mal ir despacio.
Es decir, ambas sabemos lo que sentimos, pero al no querer precipitarnos estamos todo el rato tonteando o picándonos y es tan cómodo que ni de coña parece que hayamos estado medio año sin hablarnos y nos hayamos hecho tanto daño.
Por otra parte, lo que Alba puso en la última carta se lo está tomando en serio porque realmente me hace sentirlo. Me hace sentir que me quiere, pero que esta vez lo hace bien de verdad.
Respeta mis tiempos. No hace nada que pueda molestarme sin antes preguntarme, no como antes. Está ahí siempre, pero sabe no agobiarme. Me hace sentir bien otra vez, me hace sentir que Madrid vuelve a ser mi ciudad, que no me equivoqué viniendo aquí, me hace sentirme libre.
No sé, que me hace muy feliz.

Después de cenar hemos decidido venirnos a su casa a ver una peli, ya que en abril aguas mil y no queríamos calarnos como dos imbéciles.
Miro el móvil y, al leer un tweet, hago un sonido de decepción inconscientemente.

–¿Qué pasa?, –pregunta Alba al escucharlo, dejando de mirar la televisión para mirarme a mí.

–Se han agotado las entradas para ver a Billie en Madrid y Barcelona, el sitio más cercano en el que aún quedan es París y, como todos sabemos, no estoy forrada, –digo aún mirando el tweet, qué rabia. Alba suelta una pequeña carcajada, lo que provoca que la mire alzando una ceja. –No te rías, te lo digo en serio. Quería verla, –hago un puchero, que en seguida cambio por una mueca de indignación. –¡Que las entradas salieron ayer, joé! Yo iba a cogerla mañana. No puedo tener más mala suerte.

–Realmente tienes muy buena suerte, –me corrige Alba.

–Sí, vamos. La mejor.

–Pues sí. Tienes la suerte de que Alba Reche esté en tu vida y de que te conozca un poquito, –dice, haciendo que la mire interrogante.

Me hace un gesto con la mano, dándome a entender que espere, y se levanta del sofá. Al minuto vuelve con las manos en su espalda y, tras sonreírme, me tiende un sobre.
Lo cojo, con el ceño aún fruncido al no entender nada, y lo abro.
No la creo.
No puede ser.

–Qué me estás contando, –digo más para mí misma que para que Alba me escuche, sin poder dejar de mirar el papel que tengo en mis manos. Noto como mis ojos empiezan a humedecerse y no puede contener la sonrisa más tiempo. Me levanto de un salto del sofá y abrazo a Alba, que está aún de pie, con todas mis fuerzas. –¡Joder, Alba! No hacía falta, dios. Me va a dar algo. Te quiero, te quiero, te quiero, –digo de carrerilla, provocando que ella se ría.

–Bueno, no te emociones tanto que las he cogido porque quería ver a esa tía tan guapa en directo, –dice.

Al decir que ella quiere verla, miro el papel que tengo en mis manos, dándome cuenta de que efectivamente hay dos entradas.

–Bua, eres increíble, –digo volviéndola a abrazar.

Realmente está tan atenta a todo y me conoce tan bien, que habría sido imposible no acabar hasta las trancas de ella tarde o temprano.
Ojalá no se hubiera ido nunca y hubiésemos estado así siempre, porque realmente nunca he sido tan feliz como ahora sabiendo que la tengo en mi vida y que no tiene intención ninguna de irse a ningún lado.

Volver. // Albalia.Where stories live. Discover now