20.

12.9K 619 165
                                    

–Qué bien has cantado antes, –escucho a mi lado.

Podría haber reconocido esa voz en cualquier lado.
Podía haberme esperado cualquier cosa en ese momento.
Cualquier cosa menos estar escuchando esa voz.
Me giro al momento, con los ojos abiertos como platos.
No me jodas, estás de coña.
Toda la tranquilidad que había ganado en un momento desaparece y empiezo otra vez a sentir mis ojos encharcados.
Y no puedo evitarlo: empiezo a llorar sin creerme que esté en la otra punta del banco. De nuestro banco.
Se acerca a mí en cuanto ve las primeras lágrimas escapar de mis ojos y, dudosa, me abraza.
Y, joder, cómo no se lo voy a devolver.
La abrazo con fuerza, con toda la fuerza que tengo.
Cómo la había echado de menos.
Qué bien huele.
Qué fuerte que esté aquí.
Me acaricia la espalda con una mano mientras, con la otra, me toca el pelo.
Y consigue que me relaje en cuestión de un minuto.
Siempre ha sabido cómo hacerlo.
Me separo despacio de ella y la miro.
Está aquí.
Me sonríe triste y se muerde el labio.
Subo la mano hasta su mejilla, acariciándola.

–No te vuelvas a ir, –digo con un hilo de voz. –Por favor.

Ella pone su mano sobre la mía, que aún está en su mejilla, y niega.

–No lo haré si no quieres que lo haga, –me contesta sonando totalmente sincera. La miro y, tras sonreír, se levanta del banco y me tiende la mano. –Creo que tenemos mucho de lo que halar y este no es el lugar adecuado, ¿no crees?

Asiento y, cogiendo su mano, me levanto y emprendo el camino hacia mi casa. Creo que no hay sitio más nuestro que ese.
Por suerte hoy no tengo que trabajar más.
Andamos en silencio, muy juntas pero sin llegar a tocarnos.
Qué fuerte.
La tengo al lado. Después de medio año. Está aquí, andando conmigo.
Qué guapa está, por cierto.
Y qué lío tengo yo formado ahora mismo en la cabeza.
¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Volver a ser las de antes como si nada? ¿Empezar de nuevo?
Por cierto, ¿qué coño hace aquí si aún no he hablado a Marina?
En fin, a los pocos minutos estamos entrando en mi portal y, justo antes de abrir mi puerta, se para.
Me giro para mirarla y sonrío.

–¿Qué pasa?, –pregunto, volviendo a mirar a la puerta para abrirla.

–Tú, –susurra, creyendo que no la he podido escuchar.

Sonrío sin mirarla.

–¿Qué?

–Nada, que hacía mucho que no venía por aquí. Ya sabes, –rectifica.

Me giro hacia ella tras abrir la puerta y alzo las cejas, obvia.
Ella agacha la cabeza al entender que lo que he querido decir es que ambas sabemos cuál es el motivo por el que lleva tanto sin venir a mi casa.
Entramos y ella se sienta en un sillón, yo en el suelo enfrente suya.

–¿Qué haces aquí?, –pregunto.

–La Mari, ya sabes, –contesta, confirmando mis sospechas. –Me habló. Me contó que habías leído las cartas y que no sabías qué hacer. Pero me dijo que volviese, que querías que volviera. Aunque, ya sabes, supongo que no todo va a ser así de fácil.

–Alba...

–No, no. No pasa nada, Nat. Sé que la he cagado. Sé que te he jodido. Sé que va a ser difícil que vuelvas a confiar en mí, pero quiero intentarlo. Necesito intentarlo si me dejas. No quiero perder, prácticamente, lo mejor que me ha pasado por ser una cobarde. No otra vez, –se explica, de carrerilla.

Y puedo ver cómo se le humedecen los ojos.
Y entiendo que, aunque haya sido ella la que ha provocado todo esto, también está pasándolo mal.
Entiendo que a ella también le jode, que también me echa de menos.
Cuando la primera lágrima se le escapa, alargo el brazo para tocarle la cabeza.
Ella me sonríe y pone su mano en mi brazo, intentando no seguir llorando.

–Tranquila, –digo acariciando su pelo, intentando que se calme.

–Lo siento mucho, Nat, de verdad, –dice entre sollozos, mirándome a los ojos. –No te mereces nada de lo que te he hecho.

–Tú también lo has pasado mal, Alba.

–Pero yo he provocado esto. Si no fuese tan cobarde igual nunca nos habríamos acabado haciendo daño y no tendríamos que estar ahora mismo así, –suspira, haciendo una pausa. Yo me acerco a ella para dejar un beso en su frente y vuelvo a sentarme mirándola. Me mira con los ojos aún húmedos y la sonrío. –No me merezco que seas tan buena conmigo.

–No puedo ser de otra forma contigo por mucho que lo intente, –admito. –Pero creo que esto no va a ser tan fácil como nos gustaría.

–Lo sé, pero quiero intentarlo, –dice y noto el miedo en su tono de voz.

Sonrío.

–Yo también quiero intentarlo.

Ahora la que sonríe es ella.
Extiende la mano y yo frunzo el ceño sin entenderla, pero se la agarro y ella me la aprieta.

–Encantada, soy Alba. Alba Reche, –me dice.

Niego con la cabeza sonriendo como una auténtica gilipollas.
Es imposible hacerte la dura con alguien que siempre ha sabido sacar tu lado más blando.

–Yo Natalia. Natalia a secas, –la sigo el rollo, soltando una carcajada que ella repite al momento.

Joder, cómo la he echado de menos.

Volver. // Albalia.Where stories live. Discover now