14.

13.2K 597 149
                                    

We're whispers in the dark.







Aún me duele pensar en aquel día. Aún me acuerdo exactamente de cómo me sentí, de cómo fue. Aún me sigo haciendo la misma pregunta: ¿por qué? Aún sigo anclada a la esperanza de que vuelvas.
El verano había acabado y septiembre había vuelto. Aquel día se cumplía un año desde la primera vez que quedé con vosotros. Un año desde que, de verdad, nos conocimos. Creo que ninguno os acordabais, pero yo sí. Conoceros me había cambiado, y alegrado, la vida. ¿Cómo iba a olvidarme del día en el que empezó todo? En fin, que era sábado. A Miki y a mí nos había tocado currar aquella noche. Y se avecinaba una noche torcida desde el primer momento: Miki se cargó dos vasos y Joan llegaba más de media hora tarde y habían tenido que empezar a tocar sin él. Lo de Miki, bueno, normal que alguna vez rompiese algo. Pero, ¿lo de Joan? Desde que yo llevaba trabajando allí, nunca había llegado tarde, y menos sin avisar. La noche avanzaba y él seguía sin aparecer, Miki y yo estábamos saturados de la cantidad de gente que había esa noche y el tiempo parecía que iba cada vez más despacio. No veía el momento de cerrar e irme a dormir, estaba agotada.
Por fin, el último cliente salió por la puerta y Miki y yo nos quedamos recogiendo mientras los músicos se iban yendo. Lo estábamos haciendo bastante rápido ya que, al ser las cuatro de la mañana, queríamos irnos cuanto antes. Pero no, no iba a ser así.
La puerta se abrió bruscamente y se escuchó un sollozo detrás nuestra. Miki y yo nos giramos y nos encontramos a Joan, llorando y con la respiración agitada como consecuencia de haber venido corriendo, supuse.

–Se ha ido, –dijo entre sollozos.

Miki y yo nos miramos confusos.

–¿Qué?, –preguntó Miki, acercándose a él para tocarle el hombro y hacer que nos prestase atención, ya que se había empanado.

–Que se ha ido, se ha ido, se ha ido, –repitió una y otra vez hasta que la voz se le terminó de romper a causa del llanto y se abrazó a Miki.

–¿Quién, Joan? ¿Quién se ha ido? ¿Qué ha pasado?, –le pregunté, acercándome a ellos.

Joan absorbió por la nariz y, tras separarse de Miki y secarse las lágrimas, me miró.

–Alba. Natalia, Alba se ha ido, –dijo.

Yo me quedé parada, sin creerme lo que acababa de escuchar. ¿Que te habías ido? ¿Dónde?

–¿Cómo que se ha ido? ¿Dónde? ¿Por qué?, –preguntó Miki confuso.

–Que se ha ido, ¡joder! Que se ha presentado en mi casa con una maleta enorme y me ha dicho que lo sentía, que me dejaba y que se tenía que ir. Que se iba lejos. Y no me ha dado más explicaciones, se ha ido.

Estaba a punto de romperme allí mismo, te lo juro. No te podías haber ido. No podías haberte ido sin, siquiera, despedirte. Sin dar explicaciones, sin decir nada. Que no, que no podía ser.
No me lo pensé dos veces y, sin despedirme, agarré mi chaqueta de una silla y salí corriendo del bar, ignorando los gritos de ambos preguntándome dónde iba.
Y empecé a correr, pero de verdad. Y mientras más aceleraba el ritmo, más amenazaban las lágrimas por empezar a salir de mis ojos.
Llegué a tu portal en menos de cinco minutos, con la respiración entrecortada y el corazón en el puño, suplicando que me cogieses el telfonillo y fuera todo mentira. Pero no. Llamé y no contestaste. Una vez, y otra, y otra más, y otra... hasta que las lágrimas empezaron a salir a trompicones y mi llanto se hizo cada vez más fuerte. No, joder, no podía ser. No te podías haber ido.
Pero sí. Los días pasaban y seguías sin contestar mis mensajes, sin cogerme las llamadas. Seguías sin dar señales de vida y yo estaba cada vez más jodida. Sólo salía de casa para ir a clase y para ir a trabajar. No quedaba con ninguno para nada. No quedaba ni con la Mari. Necesitaba estar sola. Sólo tenía ganas de llorar. De llorar, de hablar contigo, de que volvieras. Joder, Alba, me habías dejado jodidísima. No sabía qué te había pasado, pero me jodía saber que no te despediste, que no me contases que estabas mal, que no te habías preocupado por mí. Porque sabías que me ibas dejar rota, porque sabías que estaba hasta las trancas por ti, porque sabías que eras el mayor apoyo que tenía. Joder, que sabías lo que éramos la una para la otra, Alba. Y aún así te piraste, sin decir nada.

Espero que con todo esto hayas entendido lo que quiero explicarte. Espero que llegues a leerlo. Espero que sepas que, por mucho que hayan pasado casi seis meses, sigo esperándote. Sigo teniendo la esperanza de que vuelvas. Sigo esperando que aparezcas otra vez en mi vida. Porque, en serio, no soy capaz de asimilar que no estás. No soy capaz de entender qué pasó. No soy capaz de dejarte en el pasado.
Y, ya que me he abierto completamente en estas cartas, no voy a mentir ahora.
Alba, me enamoré de ti. Como una auténtica gilipollas. Yo, que nunca había creído que alguien se pudiese enamorar, que no creía en que el amor lo podía todo. Pues sí, yo. Me enamoré de ti y me di cuenta cuando te fuiste.
Hace tiempo leí que te enamoras una vez en la vida, y que el resto de veces que crees enamorarte, realmente, estás buscando reemplazar a quién de verdad te enamoró.
Y, joder, yo estoy enamorada de ti, Alba.
Seguramente pienses que estoy exagerando, que soy imbécil, o yo qué sé. Pero lo digo completamente en serio.
Bueno, ya te dejo en paz.
Si no contestas a esto, si no vuelves, si todo sigue igual, lo entenderé. No pasa nada, de verdad. Pero necesitaba intentarlo.
Espero que con esto puedas entender que esta canción es tuya, es nuestra.
Espero, de verdad, que estés bien. Que, si no vuelves, seas feliz igual. Porque, por mucho que nos hayamos acabado dejando tan jodidas —al menos, así estoy yo—, siempre serás una de las mejores personas que se han cruzado por mi vida. Siempre seguiré esperando que recibas todo lo bueno que mereces tener. Espero, de corazón, que seas feliz. Aunque no sea conmigo.

Volver. // Albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora