Capítulo 17: Helado.

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No podía creermelo. Decía verdaderamente en serio lo de comprar un maldito helado en esa tienda de hace más de treinta años. Era demasiado improbable que la misma franquicia continuase después de tantos años y encima en el mismo lugar.

Pero él no lo dudaba. Cuando tomó mi brazo y tironeó de él en dirección al puesto ambulante creí que se trataba de una de sus bromas, de esas que suele hacer y en las cuales él único que se ríe es él. Pero no, no era ninguna jugarreta de las suyas. Laughing Jack quería un helado, y tal como a veces se comportaba como un adulto, ahora lo hacía como un niño, uno muy cabezota que quería tragarse un helado a como dé lugar.

También, como cualquier otro niño, necesitaba del aporte económico y social de su madre. Si bien yo no era su madre, era la única capaz de verle y de hacer de su capricho un hecho.

—Una bola de vainilla, encima una de chocolate y encima una de menta. En ese orden. 

Me obligó a plantarme frente al carro de los helados.

Él se situó a mi izquierda. —Tu coge el que quieras, el dinero no es el problema.

Claro que no era un problema para él, que no era el que iba a pagar.

El dueño del puesto se percató de mi presencia y se asomó por el mostrador de la barra para atenderme apropiadamente. —¿Qué desea, señorita?

—Un helado de chocolate, vainilla y menta. 

Jack me tiró de la camiseta. —Una bola de vainilla, encima una de chocolate y encima una de menta. En ese orden— enfatizó. 

Estúpido payaso.

—Osea, primero la de vainilla, después la de chocolate y luego la de menta, si es tan amable.  

El amable señor me prepara el helado y acto seguido me lo cobra mientras no dejo de escuchar el feliz canturreo del payaso. Por una vez, no me pone enferma y eso es solo un motivo para pensar que lo estoy. Debo de tener fiebre o algo.

Me alejo del puesto con el helado en la mano. Laughing Jack me lo quita, y como todo lo que toca, desaparece con él. —¿Por qué no has pedido para ti?

—No me apetecía tomar dulce y frío.

El payaso arrugó la nariz y procedió a lamer la bola de menta.—Que niña más extraña eres.

Rodé los ojos, mira quien fue a hablar, un payaso terrorífico que se comporta como un crío.  

Continuamos paseando por la zona porque Laughing Jack no quería volver a casa hasta que no se terminase el helado, parecía ser una estúpida tradición de un estúpido payaso. Por primera vez, las cosas con él empezaban a tomar algo de sentido común.

Llegamos a un parque y él recién había terminado la primera bola. En su defensa decía que la buena comida hay que disfrutarla, en la mía alegaré que el helado no se puede considerar comida. Es un aperitivo para niños.

De cualquier forma, no estaba tan mal pasear de vez en cuando, aunque sea en su compañía. Incluso cuando se portaba como un niño midiendo casi dos metros, admitía que sus ridiculeces en ocasiones no eran molestas y podían llegar a parecerme graciosas. Sólo en ocasiones.

Cerca de vosotros había un parque infantil repleto de niños. A Jack se le iluminó la mirada, más tarde acompañada de una sonrisa malévola que no daba muy buena espina. Afortunadamente ninguno de esos críos era capaz de ver al enorme payaso sombrío. De lo contrario, probablemente nos habríamos sumergido en un huracán de gritos y lloriqueos.

Una madre con sus dos hijos caminaba en sentido totalmente opuesto a nosotros. Los llevaba de las manos, ambos lloraban porque querían algodón de azúcar.

—Estúpidos niños. El helado es mejor.

Se reía de ellos. Negué con la cabeza. Eran niños, por supuesto que decían cosas estúpidas. Jack también lo era y no por eso me reía de él.

Uno de los dos niños se soltó bruscamente de la mano de su madre. Perdió el equilibrio hasta el punto de caerse al suelo y estallar en lágrimas. Su madre, no conforme con la caída que había recibido, le levantó del suelo y le azotó en el trasero para que se comportase de una vez.

Yo no pude evitar contener la risa. Laughing Jack dejó entonces de saborear su helado y me dirigió la mirada. Comenzó a reírse también. Era la primera vez en la que coincidamos, en la que nos envolvía la complicidad en la misma situación.

—Me gusta cuando te ríes. Ríete más.

Me llevé las manos al pecho, estaba teniendo una severa taquicardia así de la nada.

—Hasta estás guapa. Puede que consigas tu segunda cita y todo.

Carraspeé mi garganta. —¿No decías que sería la primera?

Frunció el ceño, casi molesto. —Te dije que esta sería la primera.

El ritmo de mi corazón seguía en aumento. Qué demonios me pasa joder. Esta sensación se me hacía familiar de alguna forma, pero me dolía la cabeza si trataba de intentar recordar. Es igual, que asco.

Mi estómago esta todo revuelto y mi corazón se vuelve loco cuando Jack suelta por la boca alguna de esas tonterías por las que le hubiera mandado al diablo en el pasado.

—¿Mamá, qué es el amor?

Jack se concentraba en el helado pero seguía pendiente de las conversaciones ajenas. —Que preguntas tontas hacen los niños, ¿no crees?

Una vez leí en un artículo científico que les toma a las personas ocho segundos enamorarse de otra. Yo no sé si este sentimiento tan molesto que revota en mi interior sea amor, pero me ha tomado menos segundos de lo que decían. No logro encontrar ese rechazo por su presencia y la molestia que me provocaban sus tonterías.

Quiero que me diga más cosas bonitas y quiero que mi corazón vuelva a latir así.

—Toma que no quiero más.

Mentía. Me sacó la lengua como el payaso que era. En otra situación estaría convencida de que ya sería otro de sus caprichos, pero esta vez no. Quería terminarse el helado pero me lo había dado a mí.

Lo tomé—Bueno.

Y en otra situación también habría rechazado su estúpido ofrecimiento. Pero esta vez no.

—¿A que está bueno?

Colocó su enorme mano sobre mi cabeza y revolvió mi cabello. Contra todo pronóstico, no me molestó. En cambio, derritió mi corazón.

—Está bueno.

Qué puede ser lo que me guste de este horrendo payaso para que mi ritmo cardíaco se acelere. El azúcar, debe haber sido el azúcar. Saboreé de nuevo el helado que me había dado.
Yo no era tan estúpidas como para engañarme a mi misma, y es que era que mi corazón había empezado a latir más rapido antes de probar si quiera el helado.

Let me in | Laughing Jack #CreepyAwards2019Where stories live. Discover now