Capítulo 17. Dark love

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En mis manos tenía una revista con la historia de Black widow. Su historia era verdaderamente fascinante, una heroína solitaria, nostálgica, con algunos matices oscuros pero fundamentalmente resiliente.

  —¡Nina, teléfono para vos! —gritó mi madre desde abajo. 

Bajé corriendo saltando de a dos escalones.

  —¿Quién es? —pregunté tapando el micrófono. Mi mamá terminaba de limpiar el lavabo frenéticamente.

  —Juan, me dijo —contestó sin dejar de lado la tarea. Algo le preocupaba, como siempre que se ponía obsesiva con la limpieza.

  —¿Juan? —pregunté desorientada. No me vino ninguno a la mente.

Me pasó el teléfono sumida en su vaivén de lustre.

—¡Hola Nina! Soy el hermano de Ambar. 

—¡Qué sorpresa! —exclamé rascándome la cabeza—¿Cómo estas Juan?¿Todo bien? 

 —¿Está Ambar allí con vos?—Se apresuró a decir.

  —¡Noo! ¿porqué? 

 —Porque dijo que iba a tu casa y todavía no volvió. Es raro, porque estamos solos y es de noche.

Es verdad, a mi no me avisó que venía para acá.

  —¿Y tu Papá, hablaste con él?

 —¡Eh, no! no, no lo...encuentro —titubeó.

 —Ok, ¿Sabes en qué se fue?

  —¡Sí, en bici!

 —¡Bien, vamos a ver si la encuentro. Sino voy para allá!  —Esa inevitable manía de hacerme cargo de todo.

 —¡Gracias Nina!

Ni bien corté empecé a pensar en qué pudo haber sucedido. Realicé el recorrido que Ambar podría haber hecho con la bici hasta llegar a mi casa y se me ocurrieron varias alternativas. Finalmente decidí salir con mi propia bicicleta. Mi mamá refunfuñó señalándome el reloj. La convencí sin mucha dificultad con una mentira piadosa. ¡Eran las ventajas de ser una buena alumna y no llevarse materias!

 Salí a todo pedal y recordé que en el medio del recorrido se encontraba el colegio. Me dirigí hacia allí.  El Ateneo se veía solitario  a estas horas, ya pasadas las 20 hs. La fachada de estilo clásico y antiguo se veía gótica bajo la luz nocturna. Daba un poco de miedo, pero lo bueno era que  allí estába la bicicleta de Ambar estacionada. Se la veía solitaria y fantasmagórica. Las puertas se encontraban cerradas. ¿Se habría quedado encerrada allí? Podría haber quedado en encontrarse con alguien. Muchos de los chicos del ateneo utilizaban las escaleras en desuso para acceder a la terraza cuando el colegio esta cerrado. 

Decidí subir por las escalinatas largas, circulares y andrajosas. Estaba plagada de escalones rotos y barrales colgantes en algunos tramos, con cada pisada tambalean. Pero no temía, solo quería encontrar a Ambar para no enfrentarme a mis peores hipótesis. 

A mitad de camino me inundó un olor que no reconocí hasta llegar a la cima. Era marihuana, intensa, mas fuerte que la habitual. Finalmente llegué a la azotea. Desde lejos entre sombras y luces divisé una silueta que era femenina, estaba al sentada al borde del precipicio. 

 —¿Ambar? —pregunté con una leve agitación. 

La cabeza giró y ví un rostro completamente desdibujado, lleno de rímel por toda la piel. Parecía un fantasma, un espectro, pero era el rostro de Ambar. 

Las Chicas solo quieren divertirseWhere stories live. Discover now