Capítulo 10. Razón vs Corazón

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—¿Es hoy el día de los inocentes? —dije todavía incrédula frente a la revelación—. Yo creo que me estas cargando —completé señalándola y frunciendo labios.  

Ambar negó con la cabeza.

—Pero, no puede ser...—dije recordando el reservado de Brody's —. Yo los ví chapando con mis propios ojos a Ezequiel y Guille —argumenté con el dedo sobre la sien.

—Una cosa no quita la otra —alzó las manos hacia el cielo.

—Pero si es gay, entonces no le deberían gustar las chicas...

—Epa, ¿quien aseveró que es gay? Yo no dije eso.

Alcé las cejas. 

—Además, lo que acabas de decir es digno de mi  abuela, ¿sos un poquito categórica o me parece a mí? —agregó tapándose la boca de la risa.

La miré un poco confundida, sus ideas me mareaban un poco. Para colmo, había comenzado a llover, los truenos se escuchaban cercanos y aturdían el curso de mis pensamientos.

—Yo dije que Ezequiel y Ramiro hace años tienen una relación muy íntima...no dije que solo le gustaban los chicos, ni lo etiqueté.

Se escuchó el grito de los niños con el último trueno. Ambar se paró inmediatamente y se acercó con su andar de pantera rosa a la puerta para ver si estaba todo bien. Me observó desde allí mientras intenté responder.

 —Que se yo, para mí es simple, si le gustan los chicos es gay, si le gustan las chicas es hetero —argumenté, moviendo los brazos como si tuviera un scaner humano.

Frunció el ceño y volvió a acercarse para sentarse nuevamente a mi lado enfrente de la compu.

—Mmmm, ¿a vos te parece que si una vez comes batatas, mañana no podes comer papas?—preguntó acercandose mas todavía.

¡Qué gráfica, jaja!

—Bueno, pero no es lo mismo.

—Claro que es lo mismo, los gustos cambian.

Es probable que tuviera razón, era un tema tan poco explorado que  no tenía los suficientes elementos para sostener esta conversación, aunque en el fondo temía quedar expuesta. Sin embargo, esta charla reavivaba una esperanza oculta en mí. Mi mente fue inmediatamente al beso entre ella y Ramiro.

—Y entonces ¿lo tuyo con Ramiro?

—Bueno, lo nuestro digamos que es como una sociedad. Nos protegemos, nos cuidamos..—explicó solemne.

Cada vez entendía menos. Era raro, todo era muy cierto o extremadamente mentiroso, no había grises en su discurso. Era demasiado increíble para ser real o tan verdarero que era increíble. Me perdí en este pensamiento capicúa, mientras volví a mirar los personajes que nos rodeaban. Encontré a la mujer maravilla, no podía faltar claramente en este cuarto.

—Pero ¿qué es lo que tienen que proteger?—pregunté frunciendo el ceño.

—Nuestra imagen, la del chico y la chica popular —sentenció e hizo un gesto tetral como cargándose a sí misma—. Calmamos las expectativas del entorno. Si estamos de novios nadie se nos acerca, no nos molestan.

Mi cabeza retrocedió. Sus razones me parecían retorcidas y tan lejanas a mi realidad.

—Eso nos permite hacer lo que queremos, entre otras cosas, no tener ningún apodo como tu amiga Valeria o el resto de los tuyos...etc. —agregó frente a mi gesto y rió.

Metí los labios para adentro. No me gustaba nada lo acababa de decir. Pero evidentemente era la verdad pura y despojada.

 —Puedo entenderlo, en parte...—intervine dubitativa—. ¿Quien te gusta entonces?—agregué precipitándome, aunque lo lógico hubiera sido preguntar primero por nuestros apodos.

Sonrió, alzó una ceja y se paró como un resorte como si fuera a escenificar algo.

—Bueno... por empezar me gusta alquien distinto. —Hizo una pausa suspensiva para generar intriga y miró hacia el espejo que estaba al lado del escritorio.

—Inteligente...

Me clavó los ojos. Me alboroté un poco y me acomodé en la silla.

—Con convicciones.

Estaba empezando a ponerme ansiosa, por no decir entusiasmada.

—Alguien con quien me entiendo...

Sonreí con cierta complicidad y bajé la vista. Un cosquilleo me recorrió. Comencé a pensar que tal vez....

—Y que, por sobre todas las cosas, me intriga.

Abrí los ojos, mi expectativa no tenía techo.

—¿Quién?—solté urdida.

El silencio que hizo puso a latigar mi corazón. Se paró mas cerca del espejo y desde allí me miró.

—¡Myself! —contestó y se desplomó de la risa.

Resoplé e internamente me sentí la mas tonta de todas. Intenté reir pero no pude y una mueca torpe escapó de mi boca.

—¡Bahh, la misma de siempre! —dije catapultando mi mano.

Rió a carcajadas y volvió a mirarse al espejo, pero, repentinamente, su gesto cambió.

—La verdad, una vez me rompieron el corazón, por decirlo de una manera glamorosa y elegante, y juré nunca mas volver a enamorarme.

Su rostro cambió por completo, se desdibujó la jovialidad natural en ella. 

—Aha, ¿y se puede saber quién fue el maldito? —pregunté todavía llena de risa, sin darme cuenta que algo mas estaba pasando.

 Negó con la cabeza en silencio y su sonrisa se desdibujó, registrando un dramatismo que solo había visto aquella vez que hablamos del accidente. Sus ojos se llenaron de una oscuridad que nunca ví, opacando ese cielo incandescente que animaba con su luz a cualquier ser vivo. Parecía recordar algo y muy feo.

—Ok, perdón por la indiscreción —dije bajando la cabeza.  Sentí culpa por ser incapaz de liberar mi impulso por abrazarla. Pero mi temor al rechazo o a quedar en evidencia era mas fuerte.

Sus ojos se pusieron vidriosos y volvió a la computadora como intentando apartar esa nube negra que acababa de rodearla y desee decirle que aquí estaba para ella, para sostenerla, para escucharla, para tomarle las manos y no dejarla caer, para apalear a quien fuera necesario. Pero no pude. Seguía muda. Como siempre, no era capaz de decir lo que sentía. No tenía la valentía, el coraje ni el impulso para hacerlo. Mi mente era mas fuerte que el corazón. 

Empezó a sonar una canción de Aerosmith: era Jane got a gun.

Otra incógnita se sumaba a la lista de misterios que la rodeaban acumulándose en mi despacho mental fundamentalmente para tapar ese incontenible deseo de querer abrazarla para aliviar su dolor.







Las Chicas solo quieren divertirseWhere stories live. Discover now