Capítulo 7

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PRESENTE

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PRESENTE

Llegó el día de la sepultura, donde tenían que dejar ir a Alfred por completo. Era un día nublado y frio, la briza comenzaba a caer y el viento era débil, diferente a lo habitual.

«Señor sigo molesta contigo...» dijo Emma en su mente mientras se preparaba para el suceso. «No sé porque sigo hablando contigo, tu no hiciste nada.» agregó molesta tomando un vestido negro que su padre le había regalado meses atrás.

—Emma, es hora. —dijo Marrie desde la puerta.

—Enseguida salgo. —respondió Emma dejando todo en orden en su habitación.

Se dirigió a la sala y se sentó por un momento en el sofá que solía ocupar su padre. «Como me hubiera gustado poder oír tu voz una vez más...» pensó. «Fuiste un excelente padre y no tuve tiempo de decirte cuanto te amaba.»

—Emma, vamos...

Esa tarde salieron de casa, vestidos de negro y dolor, algo que era palpable desde lejos. El proceso fue duro, realmente fue difícil, pero para Alfred lo fue aún más. Lo único que le daba consuelo a la familia era saber que el ya no sufría mas.

Al estar todos reunidos dejaron el cuerpo de Alfred en aquel cementerio, fue doloroso sin duda alguna. Para Marrie él fue el único hombre sincero, amoroso y temeroso de Dios que había conocido. «Dame fuerzas mi Dios, dame fuerzas por favor.» repetía Marrie constantemente mientras la caja de su esposo iba bajando en aquel agujero.

«Aquí estoy mi pequeña...» escucho Marrie a lo lejos. «Está bien si lloras.» al escuchar esas palabras se derrumbó sobre sus rodillas, abrazo a Lucas fuertemente y tomo la mano de Emma. Se despidió con el corazón.

Al terminar el sepulcro, Marrie tuvo una idea— ¿Emma, Lucas?—dijo Marrie.

— ¿Si?—respondieron.

—Quiero llevarlos a un lugar.

« ¿Salir ahora?», pensó Emma. — ¿Salir?

—Sí, confíen en mí.

«Está bien...» pensó Emma, quien accedió. Sin más que decir Marrie condujo hacia un mirador. Ella quería que los chicos se despejaran un poco, y el ver un paisaje los ayudaría.

Cuando llegaron el sol estaba bajando, desde ese punto la vista era espectacular, así que se tomaron un tiempo y se sentaron en una banca, dejando que el viento los acariciara una y otra vez.

—Podemos ser tres ahora, pero en nuestros corazones siempre seremos cuatro, ¿Esta bien?—dijo Marrie.

Ambos accedieron con la cabeza. —Cuatro para siempre y por siempre. —respondió Emma. —Aunque sea difícil.

Marrie abrazo a ambos y cuando el sol se ocultó por completo fue tiempo de regresar a casa. Pasaron los días y Marrie seguía confiando en Dios, cuidaba de sus dos hijos cada día. Algunas noches eran eternas porque dormía sola en su habitación, que ahora era más espaciosa de lo habitual.

Emma dejo de pensar en Dios por un momento, la falta de su padre y el dolor que sentía, la hacían creer que Dios solo era un mito... una falsa ilusión. Cuando sientes dolor, más del que puedes soportar, tu mente suele engañarte con cosas que de cierta forma consuelan tu dolor, pero que en realidad solo la esconden un poco para luego lastimarte más.

El tiempo pasó, haciendo que Emma se alejara de Dios y de todo aquello que la acercaba a él. Las cosas algunas veces no iban como ella quería, su pilar estaba tan desubicado que encontró un refugio falso en la comida.

Cada vez que Emma sentía dolor o sentía un vacío en su corazón, llenaba ese vacío y sustentaba ese dolor con comida, como si eso fuera todo lo que necesitaba. Por ello en los años que pasaron Emma aumento de peso, más del que debía, no de forma saludable.

El entrar a la universidad eso fue algo que marco la vida de Emma, ella siempre fue estudiosa, la mejor de la clase y ahora que había aumentado de peso era el centro de atención para ser ofendida y discriminada.

Todos dentro de la universidad tenían un "Prototipo de belleza", en el cual ella no era aceptada, y lo hacían notar en la forma en que la trataban.

Fue así como Emma al entrar a la universidad comenzó una etapa llena de obstáculos, dejando que el dolor la consumiera, haciendo desaparecer la Emma que una vez conoció el amor de verdad.

Se alejó de Dios por decisión, pero la voluntad de Dios prevalecía.

Fin del Narrador

Fría espiritualmente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora