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Eran las nueve de la mañana y la gente caminaba por las calles de la ciudad con apuro, algunos hacia la parada del bus, otros a sus respectivos trabajos, era lo típico de ver un jueves por la mañana. La gente parecía esperar con ansias que los días pasasen rápido para que llegase el fin de semana y descansar de la rutina semanal.

O al menos eso le hacían pensar a Valery, quien tenía las 24 horas del día para verlos y oirlos.

La joven estaba sentada en el pequeño mural que rodeaba uno de los tantos árboles del parque, observando con atención la tienda frente a ella. Sus dedos se movían al compás de una melodía que resonaba en su mente, golpeando el frío concreto del pequeño muro. El viento sopló con fuerza, desprendiendo las ojas de los árboles y moviendo el cabello de la joven.

Mordió su labio con impaciencia hasta lograr ver a un hombre entrar a la tienda.

«Es mi momento», pensó.

Cargando su mochila en la espalda y sujetando su gorro de lana sobre su cabeza, emprendió camino al pequeño local de alimentos.

La campanilla del lugar sonó al abrir la puerta, lo que llamó levemente la atención del dependiente detrás del mostrador, quién estaba atento al hombre que había entrado previamente.

Valery comenzó a caminar con lentitud por las góndolas, observando los productos hasta llegar a los refrigeradores del fondo, donde tomó dos botellas de agua y un sandwich de pollo.

Observó con atención que nadie estuviese cerca para poder esconder las botellas en su mochila.
Caminó nuevamente por los pasillos cercanos a la entrada y fingió buscar algún producto.

El dueño del local estaba en la caja cobrando al hombre una revista y varios otros productos que llevaría.
La joven tomó una goma de mascar de uno de los estantes y lo guardo en su bolsillo disimuladamente. Cada paso que daba la acercaba cada vez más a la entrada del local.

Observó por última vez al hombre distraído para caminar con su cabeza baja hacia la entrada.

-¡OYE! -el cajero llamó su atención al oír la campanilla de la entrada-. Debes pagar por eso -señaló el sandwich en la mano derecha de la joven.

Valery sintió su cuerpo temblar y sin dudarlo más, con velocidad, salió del lugar dejándo atónito al vendedor

-¡HEY! ¡LADRONA! ¡VUELVE AQUÍ!

El corazón de Valery latía con demasiada fuerza, la adrenalina estaba invadiendo todo su ser. Observó hacia atrás y pudo ver que era perseguída por el dueño de la tienda.

-¡DETENGANLA! ¡ES UNA LADRONA!

La gente confundida, observaba al hombre ir detrás de la jovencita, quien había ganado bastante ventaja por la distancia.

-¡POLICÍA! -llamó el vendedor.

La joven maldijo al ver un oficial cerca del dueño y siguió corriendo lo más rápido que pudo, esquivando a la gente y escuchando las quejas por los espujones.

Observó que a pocos metros había un pequeño callejón y logró meterse mientras un tumulto de personas pasaban por la vereda. Observó un enrejado alto que le evitaba pasar y mordió su labio nerviosa. A su lado, un contenedor de basura captó su atención y sin pensarlo dos veces se metió dentro, escondiéndose entre las bolsas de basura de los edificios que la estaban rodeando.

Escuchó los pasos del hombre muy cerca e intento calmar su agitada respiración para evitar hacer ruido alguno.

-Maldita sea -maldijo el dueño de la tienda-. Se escapó.

Luxury Life © |zm|Where stories live. Discover now