Shh... nos pueden escuchar

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– Hago pinturas, señor. – respondió erguido, tuvo que juntas las manos para no sentirse más nervioso de lo que ya estaba.

– Pinturas, ¿eh? – lo miró – Es un campo muy exigente en el que estas por meterte – Sai asintió sabiéndolo de antemano – ¿Seguro que te alcanzará para darle a mi hija todo lo que se merece?

El pelinegro abrió la boca pero no salió nada de ella, esa pregunta le llegó por sorpresa y definitivamente no sabía que responder.

– ¡Papá! – llamó Ino bajando las escaleras, viendo el panorama, parecía que Sai casi se desmayaba de la presión y su padre quería asustar al pelinegro para que ya no volviera jamás – No estás haciendo lo que creo que haces ¿verdad? – puso sus brazos en jarra y sus ojos azules miraban reprobatoriamente a su progenitor.

Ambos hombres se pusieron de pie ante la presencia de la chica.

– Cariño, claro que no, este muchacho y yo solos nos estamos conociendo, ¿cierto? – le dio unos cuantos golpes "amistosos" a Sai en la espalda, quien creía que casi se le salían los pulmones por la boca.

– Sai, ¿papá estaba interrogándote? – Si, y si no hubieras venido podría haber tenido un infarto.

– No – respondió mostrando una sonrisa – Solo estábamos conversando de trivialidades.

– ¿Lo ves, hija? – Inoichi miró al pelinegro – Además, si pregunto un poco sobre la vida de este chico, no tiene nada de malo, solo quiero que esté enterado que quiero lo mejor para ti, quiero saber si está dispuesto a darte una vida como yo te la he dado.

– No es como si nos fuéramos a casar, papá – defendió Ino abochornada por las cosas que estaba diciendo su padre.

¡Dios, trágame tierra! ¿Por qué papá tiene que hacerme esto?

Sai miraba a Ino, su sonrisa no se había desvanecido desde que la vio bajar por las escaleras, se veía tan preciosa sonrojada, traía un lindo vestido con flores en él. Simplemente perfecta. Si estar con ella significaba dar su propia vida para que ella tuviera lo que merece, sin ninguna duda lo haría.

Sintió la mano de Ino tomar su antebrazo.

– Vamos, Sai. No tenemos por qué seguir aguantando los discursos de papá – lo jaló para llevarlo hacia las escaleras.

– Espera, Ino. ¿A dónde van? – preguntó viendo como su hija casi arrastraba al muchacho al piso de arriba – Me dijiste que harías tarea acá abajo, donde los pudiera ver – regañó.

– ¿Y dejar que sigas hostigando a mi amigo? – bufó molesta – ¡Ni loca!

– Bueno, pero deja la puerta abierta.

– ¡Papá! – detestaba cuando su padre se ponía de sobreprotector. Por eso no llevaba a chicos a su casa.

– ¡Hey, chico! – Sai giró su rostro para poder verlo – ¿Te dijo mi hija que fui militar? – sus ojos miraron al pelinegro y este solo tragó duro. Eso era más que una advertencia.

Subieron unos cuantos escalones más y llegaron a la puerta de la habitación de la rubia.

– Lamento todo esto – se disculpó cabizbaja – Mi papá es...

– Alguien que ve por tu bien – completó antes que ella, su mano tomó su mentón alzándoselo para verse a los ojos mientras le entregaba el tulipán ante la atónita mirada de la ojiazul – No te preocupes, si yo tuviera una hija igual de hermosa que tú, fuera igual que tu padre.

Ino no dijo nada, quedó encantada con el presente de Sai, tomó el tulipán entre sus manos sin dejar de verse, pero la manera en que sus orbes azules chocaban con los negros, la hizo estremecer, un escalofrió la recorrió completa, definitivamente Sai era un hombre que le fascinaba en todos los aspectos.

𝙺𝚊𝚔𝚊𝚜𝚑𝚒'𝚜 𝚂𝚑𝚒𝚙𝚙𝚎𝚛 Where stories live. Discover now