Capítulo 11

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— El accidente afectó ambas piernas, hay una alta probabilidad de que no pueda volver a caminar. — El médico se retiró. Dolía, los chicos no hicieron más que sorprenderse por aquella noticia. Changbin aún no despertaba y todos estaban impacientes.

Chan intentaba animar a los menores con positivismo, pero Félix aún así no aguantaba las ganas de llorar. Todos sentados en la sala de espera, sus miradas bajas y ambas manos moviéndose ansiosamente.

— ¿Lee Félix? — Una enfermera nombraba al aire, queriendo saber quién era aquel chico. El pecoso se levantó a la vez que alzaba la mano. — Su amigo quiere verlo. — Una sonrisa se dibujó en su rostro. Secó sus lágrimas, aún sabiendo que volvería a llorar.

Entrando nuevamente a la sala, no se sentía muy cómodo. El ambiente era pesado, todo iba en cámara lenta, no se atrevería ver nuevamente al paciente en tal estado. Changbin miró al chico que recién entraba, hizo un intento por sonreír, haciendo que el observado estallara en llanto.

— Hola. — Habló como pudo el mayor. Le causaba cierta molestía al hablar. Félix no tardo en saludar de la misma manera.

— ¿Quieres que pregunte cómo estás? — Ambos rieron, como dos grandes amigos.

— No, por favor. — Ambos se tragaban una frase. "Me gustas", no sería muy bueno decirlo en estos momentos, será mejor esperar, y ambos pensaban totalmente lo mismo.

[...]

— En unas horas darán de alta a nuestro pequeño. — Dijo BangChan, animado.

— Eso es bueno. — El pecoso bebía de su café al tiempo que sonreía. — ¿Tendrá que usar silla de ruedas?

— Lamentablemente sí. Intentaron que caminara, pero sus piernas perdieron la movilidad total, no había nada que hacer. — Explicó, suspirando.

— Entiendo.

— ¿Sabes algo de Jisung y Minho?

— No mucho, últimamente se la pasan juntos. No digo que esté mal, pero es raro.

— Pienso lo mismo. ¿Crees que estén saliendo? — Inquirió.

— No me extrañaría, además, he visto algunas marcas en el cuello de Jisung. — Apuntó su cuello, especificaba cada parte en la que vio algo parecido a un chupetón. Ambos reían.

La cafetería del hospital estaba bien para tomar un pequeño descanso. Todos los días llendo al mismo lugar era cansador. Chan junto al castaño ayudaban en las comidas a Bin, lo entretenían, y aunque no fuera por mucho, lo hacian sentir mejor.

[...]

— Cuidado, cuidado. — Sentaban a Changbin en los asientos traseros del automóvil. — Ya está. — Félix se sentó al lado de este, sonriéndole. — Espero que te sientas mejor, volverás a casa después de mucho.

— Sí. — Estaba deprimido de alguna forma. Sabía que sus piernas estaban inmóviles, pero algo tan simple que realizaba todos los días ya no lo volvería a hacer, eso le causaba pena. Se sentía inútil.

Arracó el auto y se dirijieron a su hogar. En todo el camino el pelinegro no dijo nada, sólo miraba la ventana.

[...]

Estar sentado todo el día es esa estúpida silla ¿Creen que no lo aburría? Sentirse inferior, saber que no puede hacer lo mismo que los demás, lo tenía cansado. Los deseos por levantarse y demostrarles que todo era posible estaban ganando la pelea.

Posicionó ambas manos en la rejilla de la silla, suspiró al tiempo que se concentraba, hizo la fuerza sufiente para levantarse, o eso creía. Perdió el completo equilibrio.

— Chang- ¡¿Qué crees que haces?! — El pecoso había llegado en el momento justo.

Tomó como pudo al discapicitado y lo acopló nuevamente al asiento. Las lágrimas corrían por las mejillas del chico, no las podía controlar.

— Oye, Binnie, escúchame. — Los intentos por calmarlo eran en vano. Los sollozos del pelinegro se extendían por toda la habitación. — Sé que te sientes mal contigo mismo, no puedes hacer las cosas como antes, pero por favor, no te lastimes de esta forma. Si quieres llorar y desahogarte, aquí estoy, y siempre lo estaré. — Terminó su frase con un lindo y cálido abrazo. Eso era lo que necesitaba.

Se fue calmando poco a poco hasta quedar con sólo la nariz de un tono rojizo. Al pecoso le dolía verlo así, no lo soportaba. Se separaron, pero no lo suficiente, quedando sus rostros a milímetros. Se miraban fijamente, el cabello, los ojos, las mejillas, y por último esos labios rosados y carnosos que ambos tenían la duda a que sabían. La tentación era más grande que pensar en lo que hacían, se acercaban poco a poco, al igual que las películas.

— ¿Están...bien? — BangChan había llegado un poco agitado al cuarto, interrumpiendo a ambos en su acción, separándose rápidamente el uno del otro. — Yo...lo siento, escuché unos ruidos y decidí venir. Ya me voy. — Se fue algo incómodo.

Félix se puso de pie y se acomodó un poco la ropa. Estaba rojo al igual que un tomate, tal vez más, parecía que iba a estallar.

— Yo...también d-debo irme. — Sin más, salió corriendo.

 — Sin más, salió corriendo

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Anexo || Changlix ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora