La soltería

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No quería enfadarse; su cerebro le suplicaba que fuera racional, que comprendiera cuán complicado era para él cumplir con todas sus obligaciones, pero fue su corazón el que recibió una sacudida

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No quería enfadarse; su cerebro le suplicaba que fuera racional, que comprendiera cuán complicado era para él cumplir con todas sus obligaciones, pero fue su corazón el que recibió una sacudida. Emma salió de la cafetería a las siete de la tarde, una hora después de la que acordaron encontrarse para comer donas, porque él no se presentó al mediodía cuando le había dicho que sí lo haría, por lo contrario, le mandó un mensaje pidiéndole disculpas y proponiéndole verse en la cafetería a las seis; no se presentó de nuevo y tampoco le mandó un mensaje. Ella estaba aturdida con sus propios pensamientos, era la primera vez que alguien la dejaba plantada de esa manera. Caminó por el sendero rumbo a su bloque, con una marcha cabizbaja, entonces, elevó su mirada y Jordan la saludó a través de la distancia, ella ni siquiera fingió no haberlo visto, lo ignoró mientras seguía caminando, no estaba de humor para nadie. De pronto, oyó una voz que logró reconocer, era Mónica, la compañera insoportable de él, lo dudó al principio para después finalmente acercarse como una cachorrita con las orejas hacia atrás, pero lo que más la encogió fue el hecho de que Mónica estaba en compañía de tres muchachos, todos de la misma especie, eruditos con el cabello grasiento y suéteres de colores desagradables, eran ratas de biblioteca como Colin, pero pertenecían a otra categoría, no inferior, pero sí a una en la que no les importaba verse bien.

Los cuatro cortaron la charla cuando ella se acercó; un muchacho se rió con cierta burla, otro lo golpeó por desagradable y el tercero le miró el escote a través del suéter de hilos abierto, Mónica la miró por encima de unas enormes gafas negras. Emma se quiso morir, ¿por qué jugaba a desafiar sus reglas?

—H-ho —la lengua se le trabó, estaba ruborizada y la cara le ardía como el infierno—, hola. E-el jueves tú estabas saliendo con Colin, del departamento de investigación, como a las siete, soy E-Emma, n-no sé si me recuerdas, solo me preguntaba si lo habías visto en el día. —tenía la mirada brillosa por lágrimas de vergüenza, quería saber porqué nunca lograba acercarse a la gente sin parecer una retrasada mental.

—Sí, tu novio está allá. —Mónica apuntó sobre el hombro de Emma.

Giró y, ni en un millón de años lo hubiese imaginado, Colin estaba parado, charlando con Rebecca junto a un banco, tenía los brazos cruzados mientras escuchaba y respondía, la mandíbula rígida, estaba mirándola con atención y concentración, Rebecca le acarició el brazo mientras le sonreía, incluso rió, aparentemente bromeando, pero él no le continuó. Emma escuchó de fondo cómo el muchacho, que primeramente se burló, hizo otro chiste estúpido: «Uy. McClain está jugando a dos puntas». Agarró su bolso con fuerza y apresuró su caminata hasta su dormitorio; no quería pensarlo, no quería pronunciarlo, no quería aceptarlo. Demonios, lo pensó, lo pronunció mentalmente: «Te dejó plantada por ella» y finalmente lo aceptó como verdad; se sintió... patética, así que comenzó a acelerar cada vez más sus pasos, mientras Brandon la observaba desde un banco, Emma hundió sus dedos en su cabello en tanto se preguntaba cómo demonios terminó en esa situación, en el día siguiente de haber desnudado su alma.

Al Estilo Emma© #1Where stories live. Discover now