Día 77: La vecina

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Como era de esperar, Clarisa se enteró de mi atención personalizada al cliente vejete, y no fue de la mejor manera, porque resulta ser que se trataba de un vecino.

-¿Acaso no les da vergüenza promover la indecencia?- llegó a la casa una señora muy bien vestida, que caminaba sobre zapatos de taco alto.

Estaba con Clarisa en el patio, regando las plantas y cortando el pasto, cuando fuimos increpados por la dama.

-¿De qué está hablando? –preguntó extrañada Clarisa, aunque era obvio que se había enterado del burdel.

-Que ustedes promueven el pecado... Mi marido se había rehabilitado hace mucho tiempo de sus tendencias sodomitas y ahora, resulta ser que ustedes le han obligado a fornicar con otro hombre... ¿No les da vergüenza atacar a gente decente? – fruncía la boca como si con eso nos hiciera sentir mal.

-Lo siento señora, pero no sabemos de qué está hablando...- mi amiga intentaba fingir, y es que no queríamos tener problemas con los vecinos.

Todo podría haber sido normal, podríamos haber convencido a la mujer, solo que justo en ese momento apareció frente a nosotros Anastasia, usando un vestido diminuto, que le hacía ver todas sus piernas y un escote tal que no había parte de sus senos que no se vieran. Es provocadora y aunque intente ocultarlo, se nota que nació como hombre y es que sus caderas son muy estrechas.

-¿Pueden creer que se me acabó la cinta adhesiva? Me pegué muy poco el pene, espero que no se me caiga en cualquier momento.... Ups, muy tarde...- la muchacha caminó hasta nosotros hablando fuerte como suele hacer, hasta que de pronto apareció su falo enorme, sorprendiendo a todos.

Nuestra vecina no pudo evitar quedar con la boca abierta, todo lo que había dicho era verdad y se había enterado con aquella muestra tan gráfica.

-¿Qué? ¿Nunca ha visto un pico? –Anastasia la encaró con rudeza.

-¡Por Dios! ¡Qué aberración más grande! –gritó la vieja como si la hubiera mordido un perro.

-Nosotros podemos explicarle... Es que ella... Ella es nuestra prima del campo, está un poco confundida la pobre... pero es buena persona...- Clarisa quería explicar lo sucedido.

-¿Confundida? ¿Quién? ¿Yo?... Por favor, si desde chica que he sabido que soy una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre... ¡Que me puse tetas! No estoy confundida, soy una mujer con pene y trabajo de puta... Si tú me contraste, ¿no te acuerdas? Comencé a trabajar hace una semana en tu burdel, junto a todos los demás...- y como la chica no es buena para hablar, terminó diciendo toda la verdad de una sola vez.

-¡Lo sabía! Que ustedes tienen putas ahí adentro... A ver, ¿quién fue quien se metió con mi marido? ¿Acaso fuiste tú cosa rara? –la vieja estaba colérica, ya no soportaba más nuestra "depravación".

-Si me pudiera definir mejor a su esposo podría decirle si fui yo quien lo atendió... Aunque si es igual de viejo que usted, lo más probable es que sea el cliente que atendió Niquito... ¿Es calvo y gordo? –y ahí acabó mi secreto, duré un par horas hasta que Clarisa se enteró. ¡Gracias Anastasia por tu bocota!

-¿Cómo que atendiste a un caballero? ¿No te acordaste de nuestra promesa? –mi amiga estaba enojada, olvidó el problema que teníamos en frente y me encaró.

-No pude dejar de pensar en eso toda la noche, créeme... pero al final no rompí la promesa, porque no follé con ningún trabajador, fue con un cliente y tú no dijiste nada sobre ellos...- me intenté defender.

-Qué asco de matrimonio... Ella terriblemente fea y él un maricón empedernido...-la vieja chismosa seguía criticando.

-¡Qué no somos esposos!- gritó Clarisa aclarando, aun enfadada.

-¿No lo son?... ¿Entonces Niquito está libre? –a Anastasia solo le importaba seducirme.

-¿Y ese bebé que tienen ahí? ¿De quién es? ¿De una de sus putas? Deberían quitárselos, no es ambiente para que se críe...–la señora apuntó a Gabriel, quien estaba tranquilo en su coche.

-No se meta con mi hijo... Puede hablar de cualquiera de nosotros, pero a él no lo toque...- la increpé y es que el pobre no tenía nada de culpa.

-Voy a hacer todo lo posible con tal de cerrar este burdel asqueroso...- sentenció la arrugada bien vestida.

-¿Qué vas a hacer qué? ¿Ah? Ten mucho cuidado porque me eduqué en la calle, y me enojo con facilidad... ¿Quieres conocer mi cuchillo? ¿Ah? Te rajo desde las tetas secas que tienes hasta la panocha llena de telarañas... ¿Qué? ¿Nos envidias? Claro, como nosotros tenemos sexo y tú tienes cara de no haber estrujado verga hace tiempo...- Anastasia era peligrosa, tanto que intimidó a la vieja, con pene afuera y todo.

Nuestra vecina salió corriendo despavorida, con los ojos blancos producto de la mala experiencia vivida con nuestra muchacha.

-Y si vuelve me avisan, porque no voy a dejar a nadie que trate de fea a Clarisa ni que le quiera quitar el bebé a mi Niquito... Yo a la gente que quiero la protejo...- Ay, si es tan buena persona Anastasia.

Nos defendió como una madre leona y por eso, a la noche, dejé que me follara. ¿Qué? ¿Alguna queja? Que me sentía solo, y ella también, me defendió y eso se paga con sudor de pecho, o de sus tetas que me golpeaban en la espalda mientras me follaba con sus implantes.

-Hace tanto que no me enamoraba...- suspiró la chica cuando acabó en mi interior.

-¿Qué dijiste? –me asustó tanto que me levanté de una sola vez.

-Eso, que me enamoré de ti... ¿Cuándo nos casamos? Quiero adoptar a un niño de África y a otro de Asia... Me cae bien Clarisa, así que puede vivir con nosotros y tener sexo de vez en cuando... A veces me gusta la vagina, pero tampoco es que me enamore... ¿Oye? ¿Qué haces? ¿A dónde vas? ¿Por qué corres? –me gritaba.

Escapé de su habitación y es que me había arrepentido de lo que habíamos hecho. ¿Quién mierda me manda a follar con ella? ¡Soy tan estúpido!, pero es que tiene una polla tan grande. ¿Alguien podría haberse resistido?

Ni tan CasadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora