Día 51: Todos raros

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No creo que el matrimonio de Manuel haya sido por amor, porque trata mejor a su caballo que a su esposa. Y no es broma, le he estado mirando por unos días y no he visto ni siquiera una pisca de romance entre ambos. Gaby tampoco.

-Se llama Eulalia...Eulalia...es como un nombre de hierba rara, o de enfermedad mental. ¿Quién en su sano juicio llama a su hijo así?... En fin, lo importante es que... Es tonta, es todo lo que tienes que saber de ella... - mi ahora esposa de mentira, habló con la mujer de Manuel y me llegó contando esto a mi pieza.

La gorda no me quiso decir nada más, como si de pronto se hubiera colocado decente, así es que no tuve de otra que hablar con ella.

-Buenos días... - la saludé cuando nos encontramos en el jardín.

-Hola.... - dijo entre jadeos.

Estaba abierta de piernas, recostada sobre un mat de yoga haciendo una pose.

-Que bueno que te guste hacer ejercicio, eso ayuda mucho al parto... - quise entablar una conversación.

-Sí, me dijeron que era bueno fortalecer los músculos de la vagina...- de algo así se trata, pero no quise corregirle.

Quería seguir hablando con ella, siendo gentil, pero no encontraba un asunto agradable. Así pasaron los minutos y tras media hora viéndola me percaté de algo.... ¿Por qué estaba siempre en la misma pose? De espalda, con las piernas abiertas.

-Am, linda.... ¿No crees que deberías probar otras poses de yoga? Estar así no te sirve de nada... - ¿qué estaba haciendo?

-Quiero que mi vaina crezca para que pueda salir el bebé de un solo puje... ¿Puedes creer que por mi vagina va a salir una cabeza tan grande?... La he usado mucho y está sueltecita, pero no lo suficiente como para que salga algo tan grande... - y ahí entendí a qué se refería Gaby con que ella era tonta.

-Ya, pero... Si fuera así, después del bebé quedarás tan... Distendida, que no podrás intimar nunca más... - es que no puedo creer que una mujer no sepa cómo funciona su propio cuerpo.

-Después de eso, me voy a meter solo con hombres negros, esos si la tienen muy grande... - su estupidez me superaba.

-Pero estás casada, se supone que tienes que ser fiel.... - ¿qué era eso del mito de los hombres de color?

-No te hagas el tonto, si todos saben que mi matrimonio es de mentira... Manuel nunca ha amado a nadie, si ya se ha empotrado a medio pueblo, lo único que le gusta es follar... Si no fuera por la herencia, no se hubiera casado y seguiría de casanova... - entonces mi primo es todo un putón... Interesante.

-¿Todo el pueblo?... ¿Hombres incluidos?-pregunté casual.

-¿Qué? ¿Con maricones? Claro que no, si él es bien machito... Ha follado por el ano algunas veces, pero solo traseros de mujeres... Además, detesta a esos afeminados, una vez tuvo que meterle un tiro a uno que le agarró el paquete - recalcó la que seguía en el suelo abierta de piernas.

Joder, ahora parece que todos siguen siendo igual de homofóbicos en este pueblo.

Entré a la mansión un tanto desanimado, si Manuel era tan discriminador era obvio que no tenía ninguna posibilidad de estar con él. ¿Por qué siempre me gustan los hombres malos? Tengo que cambiar mis preferencias.

Caminé hasta el segundo piso para ir hasta mi pieza, cuando de pronto escucho unos gemidos.

-Hazlo más rápido... - ¿era la voz de mi tío Florencio?

Traté de hacer memoria, y me acordé que él estuvo casado, pero quedó viudo hace muchos años. ¿Con quién estaba follando ahora? ¿A su edad?

De tanto juntarme con Gabriela, me puse chismoso, así que sigilosamente abrí la puerta del cuarto para ver quién era la amante de mi tío.

De a poco comencé a ver dos cuerpos, uno delgado y esbelto que estaba recostado, mientras otro un poco más corpulento estaba encima, metiendo y sacando, empujando su peso sobre el otro.

-Tiene buen trasero don Floro... - apareció de la nada mi amiga, justo detrás mío.

Me asustó mucho que casi grito, pero me contuve. La muy pervertidos había sentido los gemidos también y fue a averiguar. Estábamos ambos viendo la escena, cuando de pronto ambos terminaron y se recostaron sobre la cama.

A ver, esperen...había algo que hacía falta en esa habitación.

-No hay tetas... - susurré asombrado.

-Pero si ambos son hombres, ¿qué tetas van a haber? - y ahí quedé en shock, porque mi amiga tenía razón, el tío Florencio era gay y no, no era el de glúteos bonitos, sino el que estaba recostado en la cama.

-¿Qué están haciendo? - escuché una voz gruesa a mi espalda. Mierda, que nos habían descubierto.

Me volteé asustado y vi la cara de Manuel intrigado.

-Es que... Es que... Tu papá... Tu papá... Creo que está enfermo... Se quejaba mucho... - respondí intentando comprender la situación.

Si le dijera la verdad le haría mucho daño a mi primo, y es que se enteraría que su padre es gay. O por lo menos eso pensé en ese momento.

-Sí, tiene cáncer anal... Hace un año que el mayordomo que contratamos le hace una terapia con un pepino en esa zona... ¿O acaso creían que mi jefe era maricón? - se me abrió la boca tras escuchar esa estupidez.

¿Acaso hay alguien cuerdo en ese pueblo? ¿Cómo Manuel puede creer tal excusa barata? ¿Tratamiento de pepino en el ano? ¿En serio? ¿Pepino de carne?

Y lo peor es que después los amantes salieron de la habitación como si nada, de hecho, hasta nos vieron mal a Gaby y a mí, como si fuéramos unos mal pensados. ¡Qué estaban follando!

-Debería darte vergüenza, yo todo moribundo y tú espiando mi tratamiento... - pasó el estirado de Florencio regañando.

Y aunque ha pasado una semana, no puedo comprender todavía lo que ha sucedido. ¿Qué clase de familia tengo? Entre la embarazada con vagina de goma, el machista con cerebro de maní y el moribundo adicto al pepino, creo que soy el más normal, yo, el gay divorciado que finge estar casado con una obesa pervertida.

Ni tan CasadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora