Capítulo 19

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Darío aparcó en la puerta de mi casa a las doce en punto de la mañana y como siempre, me dio fuerza, dándome un beso en la mejilla. Pero también cogiéndome de la mano.

En breve, salí del coche y esperé a que Darío viniese hacia a mí para entrar en la casa de mi padre.

Ambos caminamos juntos hacia la entrada de la casa de mi padre. Y con nosotros lo hacia nuestros guardaespaldas. Entramos en breve en la casa y caminamos hacia el salón.

Pero me paré en seco cuando escuché la voz de Manuel decir:

― Se le echa de menos, aunque hayan pasado los años.

― Él era el pilar de nuestra familia ―dijo otro hombre. Entonces supe que era Gabriel.

― ¿Crees que ella vendrá así de la nada y nos echa de esta casa?

― Sí que lo creo. Pero sabes que, no lo haremos sin la orden de un juez o quizás saldremos de aquí muertos.

― ¡Piensas hacer que todo esto arda!

― Si es necesario lo haré.

― No creo que ella pague con nosotros dos lo que tú le hiciste hace años. Eso de meterla en el centro psiquiátrico, quitarle la herencia y que se marchase del país. Me niego a perder esta casa. La casa donde nos hemos criado durante tantos años y en la cual nuestra madre murió.

Si supiera los motivos por lo que hago esto, quizás no diría lo que está diciendo. No puedo creer que Manuel le ocultase los verdaderos motivos por los cuales estoy aquí realmente. ¡Ya se lo que tengo que hacer!

― Solo en el centro psiquiátrico ―dije entrando con mi marido en el salón―. No te ha contado nuestro querido hermano el verdadero motivo por el cual debéis iros en veinticuatro horas de mi casa.

De pronto y antes de escuchar algo más de los labios de mis hermanos, vi entrar a un hombre. Moreno, alto, con ojos marrones. Aparentaba tener la misma edad que mi marido. Debía de ser el marido de mi hermanastra. Pero había cambiado demasiado. Y tanto que no lo conocía. Era muy normal. La última vez que lo vi él tenía mi edad cuando entré en el centro psiquiátrico.

― ¿Qué pasa aquí? ―dijo él.

― Nada. Hemos recibido una visita inesperada.

― ¿Qué haces aquí, Palmieri?

― He venido junto a mi esposa.

― Pues permíteme decirte que tu esposa se parece demasiado a mi cuñada fallecida. Inés. La pobre enloqueció al morir el señor Barquero. Que en paz estén los dos.

Sonreí de pronto y después le dije:

― No creo que los años hayan pasado para nada, Ricardo.

Hice una pausa:

― La última vez que te vi, fue en la lectura de testamento junto con mi hermana antes de que entrase en el centro psiquiátrico.

― ¡Inés! ―dijo Ricardo.

― Esa soy yo. Al menos desde que volví a nacer.

Hicimos otra pausa. Entonces mi hermanastra respondió con la cabeza bien alta a lo que estábamos hablando antes de que Ricardo entrase en el salón:

― Sí. Es por meterte en el centro psiquiátrico y por qué después te viste obligada a marchar ―dijo Guadalupe.

Aunque la verdad doliese, debían de saber por qué estoy aquí. Y sabía que Darío se enteraría de un pasado que quise ocultarle por temor a que ocurriese algo inevitable. No podía ocultarle más que me quedé embarazada de Manuel o de su hermanastro antes de que ocurriese el incendio.

Para ti es mi Pasión (Química Entre Nosotros II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora