Capítulo 6

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Intenta que Inés no se haga daño ―dijo el hombre mayor que nos visitó hace unos días y que ahora lo hacía casi mensualmente.

El chico de diecinueve años me miraba de una forma distinta y eso me intimidaba. Me asustaba más que cualquier herida que podía hacerme y no podía permitir que se acercase a mí más de la cuenta.

Ven pequeña ―me dijo el chico―. Vamos a jugar.

Pero no me acerqué. Pues no quería confiar en un desconocido como lo era él y su padre.

Inés pequeña. Ve a jugar con Manuel. No te va a pasar nada.

Y sabía que no podía asegurarme de ello.

El tal Manuel me extendió su mano y se la acepté para complacer a mi madre. Que charlaba con el padre del joven, de cosas importantes. Pero noté la tensión entre nosotros, pero también como mi madre escuchaba con atención como ese hombre mayor quería ayudarnos a continuar con la vida. Y no me lo esperaba de un hombre que solía tener su vida privada solucionada. Pero, ¿Por qué quería este hombre ofrecernos su ayuda? Aunque tenía seis años, tenía la razón suficiente para entender algunas cosas, salvo por qué ese hombre quería ayudarnos.

¿Quieres jugar con las muñecas? ―Me dijo el chico.

Negué con la cabeza.

¿Entonces a que quieres jugar?

Me encogí de hombros mientras bajaba la mirada y él volvió a decirme:

Si no me dices a que quieres jugar, no podremos hacerlo.

Pero continue sin hablarle. Por qué no tenía nada que decirle a un chico que para mí era un completo desconocido.

Tras una milésima de segundo de silencio, él me levantó la mirada y me dijo:

Escucha pequeña, solo quiero ser tu amigo y jugar. Tú quieres ser mi amiga.

Volví a encogerme de hombros.

Entonces él me dejó bajar de nuevo la mirada y volvió a decirme sin pensar:

Ya veo. Juguemos entonces...

Desperté de pronto y supe que aquel sueño era uno de mis recuerdos olvidado por el pasado que tuve en el centro psiquiátrico y la vida que recibí después.

Miré el reloj, mientras que me daba cuenta de que me había quedado dormida en el despacho. Pero, aun así, estaba en la habitación. Eran las siete de la mañana. No sabía que el dolor por algo que estaba ocurriendo, haría que me quedase dormida trabajando.

― ¡Has tenido una pesadilla! ―escuché. Respiré profundamente y después le respondí:

― Ha sido un recuerdo.

― Cuéntame que es lo que ocurría. Al menos que no ya quieras seguir contándome tus pesadillas y tus inquietudes más ocultas. Que no me quieras como tu psicólogo ya.

― Pues recordé cuando era niña y Manuel jugó conmigo en una de sus visitas con mi padre.

― ¿Paso algo después?

― Nada más.

― Vale.

Hicimos una pausa:

― ¿Tú me has traído a la cama? ―le pregunté.

― Sí. Entre en el despacho para informarte que Amira llega en el vuelo de las cinco y que me gustaría que me acompañaras. Solo que cuando te vi, estabas dormida.

Para ti es mi Pasión (Química Entre Nosotros II)Where stories live. Discover now