―Tuvo que irse, le surgió un asunto de imprevisto ―le contestó con una sonrisa.

―Le surgiste tú que es diferente ―le dijo molesta y sentándose frente a él.

―Toma al bebé, ¿no te pone contenta volver a verlo?

―Acabo de verlo hace minutos atrás, no me iba a ausentar por tantas horas. Lo que me molesta es que siempre tengas que asustar a mis citas ―le escupió con enojo las palabras.

―¿Cuántas citas tuviste? ―inquirió curioso―. Sabía solo de él.

―Es un decir, hablo en general porque si no era Gianpiere, iba a ser otro a quien ibas a espantar. Me jode que seas así, no dejas que viva experiencias. Me iré, volveré con un taxi, no quiero verte ahora ―le contestó entre decepcionada por su actitud y muy molesta.

La joven se levantó y le devolvió al bebé, éste extendió los brazos porque quería que siguiera sosteniéndolo.

―Ahora no, cielito. Más tarde tendrás toda mi atención ―le dijo dándole un beso en la frente―. ¿Por qué lo haces? Lo haces porque te revienta y te da gusto que no tenga a nadie ―le manifestó apretando los labios y con seriedad aunque estaba de malhumor.

A Génesis se le había cruzado la descabellada idea de besarlo al tenerlo tan cerca de su rostro, pero iba a ser un error que luego no iba a poder ser enmendado con nada.

Caminó en dirección contraria hacia la plaza pero Tiziano, se levantó de la silla junto con su hijo en brazos para seguirla detrás mientras la llamaba.

―¡Génesis! Espera por favor.

―¿¡Qué quieres!? Necesito estar sola.

―No conoces la ciudad, ¿no quieres dar un paseo en auto? ―le preguntó para que dejara de caminar.

―¿Por qué ahora? ―le cuestionó frenando de golpe y dándose vuelta para mirarlo con enojo―. Ahora te conviene que vaya contigo.

―Por favor, volvamos a hacer las paces ―le dijo con una sonrisa.

El cretino tenía el tupé de sonreírle encima y Génesis aunque apretó la boca, caminó hacia él.

―¿Dónde tienes el auto?

―Allí ―le respondió señalándolo.

Cuando llegaron, ella metió a Stefano en la sillita y le puso los cinturones de seguridad. Antes de que ella subiera atrás con él, se dio vuelta para preguntarle algo.

―¿Qué le has dicho a Gianpiere? ―emitió entrecerrando los ojos.

―Que salías con él porque estabas confundida y que cuando tú y yo habláramos, todo volvería a ser como antes.

El corazón de Génesis aleteó más de la cuenta al escuchar esas palabras aunque no estaba entendiendo del todo.

―No te entendí.

―En pocas palabras le dije que el bebé y yo éramos tu familia, hijo y marido ―le dijo con una sonrisa de costado.

La joven se sintió molesta con furia y rabia, apretó los labios y los puños y levantó la mano para cachetearlo pero él le sujetó la muñeca.

―No volverás a levantarme la mano, Génesis. Sube al auto, pronto te calmarás.

Sin responderle, ella entró y él le cerró la puerta, cuando el italiano se metió en el asiento del conductor y cerró la puerta, la muchacha lo tomó de la camisa retorciéndole la tela del hombro.

―No tenías ningún derecho en haberle dicho lo que le dijiste ―le respondió furiosa.

―Sí lo tenía, si habrías visto la manera en cómo se puso y lo que dijo cuando le dije esa mentira, no lo hubieras podido creer, ese imbecille (imbécil) no era para ti. Ni siquiera me enfrentó, por lo menos para saber que le importabas ―le contestó dándose vuelta para mirarla a los ojos.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Where stories live. Discover now