―Si tú quieres, está bien por mí también.

La actitud de Tiziano había cambiado por completo aquella noche a raíz del beso de su vecina y la joven no sabía cómo tomar aquella nueva postura de él. Cuando llegaron al puerto, Génesis apoyó sus brazos cruzados sobre la ventanilla bajada y se deleitó con el precioso paisaje nocturno.

―¿Alguna vez Alejo te llevó a bucear? ―le cuestionó queriendo saberlo.

―No, queda a varias horas de donde vivimos para hacer algo así y no en todos los lugares se dan clases de buceo. Aparte, el mar que tenemos es bastante frío incluso en verano.

―Por su posición en el mapa, al estar del lado del sur, sus aguas son frías.

―Así es y por ese motivo casi nunca me meto al mar, ha no ser que esté sofocante el día.

―Me imagino. ¿Volvemos? ―preguntó.

―Sí, cuando quieras. Es una preciosidad el paisaje ―expresó con sinceridad sin poder evitar suspirar de satisfacción.

―Me alegro que te haya gustado ―respondió con una sonrisa y encendió el motor del coche―. ¿Quién te enseñó a bailar así? ―le inquirió con mucha curiosidad.

―Un poco Alejo y un poco aprendí sola viendo videos. Cuando le tomas la práctica, te salen solos y fáciles los pasos.

―Te movías como si sentías la música en tu piel.

―Puede que un poco sí ―contestó con una risita.

Unos quince minutos después, llegaron a la casa haciendo pasar primero a Génesis al interior.

―¿Qué ha pasado que llegaron tan temprano? ―preguntó preocupado el padre de Tiziano.

―No ha pasado nada, papá. Estaba cansado y quise volver ―le explicó y Génesis no dijo ni una palabra―. Brunella y Alessandro quisieron quedarse.

―Está bien ―comentó el hombre―. Tu hijo está en la habitación de Génesis, tu madre está intentando hacerlo dormir.

―En ese caso, me retiraré, buenas noches ―le emitió a ambos y caminó hacia la alcoba.

Cuando Giulietta vio a la muchacha dentro de la habitación, se levantó de la cama.

―Quédate tranquila, si no te molesta, me gustaría ponerme el camisón y luego lo tendré.

―Haz lo que necesites con tranquilidad, si a ti no te incomoda, me quedaré aquí para intentar hacerlo dormir. Se encuentra algo fastidioso.

―Para nada, quédate el tiempo que quieras, no me molesta. ¿Está así desde hace rato? ―le preguntó.

―No, hace unos minutos atrás se puso así, tiene el pañal limpio, está cómodo con su pijama y ya lo alimenté pero está inquieto.

Génesis se lavó las manos y se desvistió dentro del baño para después ponerse el camisón que había tomado de la cómoda.

―¿Quieres que intente para ver si se duerme? ―le inquirió ella extendiendo sus brazos.

―Por supuesto ―le contestó entregándole al niño.

Ambas se sentaron en el borde de la cama y de a poco, Stefano comenzó a dormirse.

―Parece que tus brazos hacen magia en él. Es como si sintiera que eres su madre ―expresó con plena sinceridad la mujer.

La muchacha quedó entre incómoda y feliz al escuchar las palabras de Giulietta. Se le llenaron de lágrimas los ojos y no pudo evitar comentarle algo a la mujer que quizá luego se iría a arrepentir.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Where stories live. Discover now