- ¿Por fin? – dijo Amaia, dando palmaditas de alegría.

Yo solo asentí. Ellos habían aguantado mis ralladas en cada semana de la academia, donde iba sintiendo cosas que, en ese momento, eran prohibidas para mí. Ellos habían secado mis lágrimas cuando él abandonó la academia y yo me quede allí, desolada y rota por dentro.

- Os quiero mucho. – dije yo, dejando por fin correr un par de lágrimas que no aguantaron más en mis ojos.

Y al final, más lágrimas se derramaron por parte de todos. Lágrimas de unión. De sueños. Y de estos haciéndose realidad. Pero siempre, juntos.


Cepeda

Ensayamos todas las canciones varias veces, hasta que encontramos la perfección.

Eran las siete de la tarde cuando pudimos irnos a descansar y decidimos ir a cenar. Amaia, Alfred, Ana, Miriam, Roi, Aitana y yo. A celebrar la felicidad plena.

Fuimos a un bar cerca del estadio y pedimos sushi. Muchas risas, mucha complicidad. Una fantasía.

- ¿Qué os parece si os venís todos a mi piso y nos tomamos unas copas? Sé que es pequeño y tal, pero creo que cabemos todos. – dije, cuando terminamos de comer.

- ¡Qué guay! Venga chicos, vayamos todos. Que me hace ilusión estar más con ustedes. – dijo Ana, mientras su cara se iluminaba.

Ninguno puso impedimento. Así que entre mi coche y el de Roi, pudimos llevar a todos hacia mis escasos metros cuadrados.

Una vez allí, todos se sentaron en mis sofás mientras se servían algo de beber. Yo busqué la mirada de Aitana y le hice un movimiento con la mano, dándole a entender que saliera a la terraza conmigo.

Ella me siguió tras coger una sudadera de mi armario. Fuera, hacia un poco de frío.

- ¿Pasa algo, Luis? – dijo, arrugando su nariz de una manera demasiado dulce.

- Nada, solo que llevo todo el día muriéndome por hacer esto.

La cogí de la mano y con un tirón, acerqué su cuerpo al mío de manera que no corriera ni una brizna de aire entre nosotros. Y la abracé. Su cabeza escondida en mi pecho y sus manos aferradas a mi espalda.

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Noté como empezaba a tiritar y la separé de mí. Le besé la frente hasta bajar a sus labios y allí, dejar un dulce beso.

- Entra, anda. Estas congelada. – dije. – Yo me quedo aquí un poco más, voy a fumarme un cigarro.

- Odio que lo hagas.

- Hoy solo voy a fumarme este. Prometido. Poco a poco, lo voy a ir dejando. – de verdad quería hacerlo.

Ella me sacó la lengua y me dejó allí. Pude ver como tomaba asiento en uno de los sofás, entre Alfred y Ana.

Encendí el cigarro y le di una calada mientras tomaba asiento en una de las sillas que tenía en la terraza. Pude admirar las vistas de Madrid mientras mi cabeza daba vueltas.

¿Cómo puede la vida cambiar tanto en tan poco tiempo?

Antes de entrar a Operación Triunfo, yo era un tío de 27 años, que sentía que no encontraba su sitio en la vida. Que tenía un sueño demasiado surrealista y complicado como para hacerse realidad.

Era un tío que grababa covers cutres con mi gorra hacia detrás. Que aprendí a tocar el piano y la guitarra porque era lo único que me calmaba la ansiedad que me causaba la soledad.

Porque realmente, me sentía muy solo. En un piso que me resultaba hasta demasiado grande. Porque solo estaba yo. No tenía a nadie.

Mi familia y mis pocas amistades estaban lejos, en Galicia. Y yo no conseguía encontrar las fuerzas para embarcarme en un viaje y decirle a mi familia que los echaba de menos, que añoraba hasta nuestras peleas.

Y mira que había muchas peleas. Y muchas recriminaciones. Del estilo, "¿de verdad crees que vas a llegar lejos en la música?" y del plan "que ingenuo, búscate un trabajo de verdad y deja las tonterías."

Me había causado muchas dudas, inseguridades. Tiré muchas veces la toalla. Para después recogerla del suelo. Una y otra vez.

Y me había creado una coraza. Una barrera invisible dentro de mí. Un punto de inflexión entre cómo realmente era y como quería mostrarme con el mundo.

Después llego Graciela, rompiendo un poco esa coraza. Más bien, abollándola. Porque cuando empezaron las mismas recriminaciones, volví a construirla.

- Eh, tú. ¿Te crees un personaje de "Juego de Tronos" o algo? ¿Ahí, con todo el frío? Anda, Cepeda Stark, entra, que vamos a jugar a un juego. – dijo Miriam, tirando de mi brazo y apagando mi cigarro, que se había apagado. Ni siquiera me había dado cuenta.

Sonreí y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Ya no había coraza.

Ya no había soledad.

Y mi pisito, un poco más grande que una caja de zapatos, estaba lleno de risas y de luz.

Todo gracias a ellos.

------------

¡Hola! Soy Tess, y es la primera vez que escribo después de un capítulo. Pero quería hablar con vosotros.

Estoy súper contenta con la acogida de "Yo quiero más". Solo hay seis capítulos pero intento subir un mínimo de 2 capítulos por semana y mi idea es seguir así.

Muchas gracias por cada voto y cada comentario. Son lo que me motiva a seguir escribiendo, así que no sabéis lo que os agradezco eso.

El capítulo de hoy es mas reflexivo y debo reconocer que me he emocionado mucho al escribirlo. Encima mañana es el último concierto de OT y estoy bastante sensible.

Bueno, espero que os haya gustado este capítulo. Yo he disfrutado mucho escribiéndolo.

¡Nos vemos pronto!

Yo quiero más || AitedaOnde histórias criam vida. Descubra agora