―Génesis, ¿verdad?

La joven se sorprendió al llamarla por su nombre.

―Sí, tú eres su hermana.

―Claro, Brunella ―le dijo estrechando las manos―, encantada.

―Igualmente.

―Me dijo Tiziano que eres la prima de su mejor amigo.

―Sí, discúlpame por lo que dije antes, aunque entiendo que algún familiar de Tiziano se de una vuelta por aquí para ver cómo van las cosas.

―No te preocupes, no me molestó ni nada. Es normal que tampoco querías abrirme, más si Tiziano no te dijo nada de que venía a su casa. Llegaron ayer, ¿verdad?

―Sí, por la mañana.

―No tenía idea que mi hermano iría a buscarse una niñera en Buenos Aires. Creí que iba a ser alguien local.

―Sinceramente no tengo idea porqué lo quiso así él, lo único que sé es que Alejo, mi primo, le dijo que solía cuidar niños y bebés y que necesitaba un trabajo permanente.

―En ese caso está bien ―le dijo regalándole una sonrisa.

Génesis no sabía de qué hablarle, pero sentía que la mujer era sincera y sentía que hablaba con ella porque quería en verdad y no por obligación.

―Estaba por prepararme algo para la merienda mientras le preparaba el biberón a Stefano, ¿quieres merendar conmigo?

―Claro que sí, le daré yo el biberón a mi bomboncito, ¿puedo?

―Por supuesto. No me preguntes eso, por favor. Se lo preparo y te lo entrego.

―De acuerdo, gracias.

Una hora después, Tiziano llegó a la casa y encontró a su hermana aún con Génesis, ambas merendando y charlando mientras Brunella sostenía en sus brazos a su sobrino. El padre besó a su hijo en la frente y luego en la mejilla y le dio un beso en la mejilla a su hermana. Génesis obtuvo solo un saludo a distancia. Él subió a su cuarto para vestirse con ropa cómoda y unos minutos después bajó para sentarse al lado de Brunella.

―¿Café? ―le preguntó la muchacha.

―Por favor ―le respondió.

Mientras Génesis le preparaba un café, los hermanos se pusieron a hablar. Brunella miró su reloj pulsera y se levantó de la silla, le entregó al niño al padre y tomó sus cosas.

―Debo irme, tengo que ir a buscar a los niños a la escuela. Gracias por la merienda y encantada en conocerte, Génesis ―le dijo, dándole un beso sin que la joven se lo esperara.

―Gracias, encantada en conocerte a ti también.

―Saluda a tu marido y a los niños de mi parte ―le dijo Tiziano.

―Lo haré, gracias.

Cuando el hombre acompañó a su hermana a la puerta, ambos quedaron a solas junto con el bebé.

―Tu hermana es muy simpática. Perdón si te molestó lo que te dije a la mañana, no sabía qué hacer y como no conozco a tu familia, no puedo abrirle a alguien que hasta que no me dijiste, era una completa extraña para mí.

―Me alegro que te haya caído bien y olvídate de lo de ésta tarde, ya pasó.

―¿Quieres que prepare algo para cenar?

―Si quieres preparar algo, no me opondré. Hazlo tranquila.

―Gracias, ¿sueles comer todo o hay algo que no comes?

―Todo, lo que hagas lo comeré. No tengo pretenciones.

―De acuerdo.

A medida que los minutos pasaban, Tiziano se quedó con su hijo en brazos y sentado en el sillón de la sala de estar. Y Génesis preparaba la comida que irían a cenar aquella noche. Un cuarto de hora después, estaban sentados en la mesada de la cocina para cenar con tranquilidad.

―Espero que te guste ―le dijo poniendo el plato frente a sus ojos.

―Gracias.

Mientras Génesis cenaba también, le sostenía el biberón a Stefano desde el huevito que estaba al lado de ella sobre la mesada.

―Me olvidé de decirte, hoy llamó Alejo para saber cómo estaba todo. Te manda saludos.

―Gracias. Antes que me olvide, si necesitas comprarle algo a Stefano, ropa, juguetes o lo que sea para él, tiene abierta una cuenta a mi nombre en las tiendas de bebés y niños.

―¿Cómo podría comprar sin tener una autorización o algo parecido?

―Te daré una tarjeta personal, mostrándosela a la persona que te atienda, sabrá quién soy.

―Ok, ¿y dónde tendría que ir para comprar?

―Te llevaré cuando quieras.

―Si me das la tarjeta personal, intentaré defenderme sola y como pueda.

―¿Segura? No tengo problema en acompañarte.

―Te lo agradezco de verdad pero quiero manejarme sola con el bebé. Intentaré ser precavida, iré en taxi.

―Irás con uno de mis autos.

―No conozco la manera de conducir aquí, sería un peligro.

―Confío en ti, te daré mi registro y el seguro cuando decidas ir. De todas maneras, como te vi que en Buenos Aires conducías, te saqué una licencia de conducir internacional. ¿Prefieres camioneta o auto?

―¿Te parece que con la altura que tengo, estoy para conducir una camioneta? ―le preguntó con sarcasmo y Tiziano se rio.

―Definitivamente no.

―¿Cuándo me sacaste la licencia? ―dijo frunciendo el ceño.

―Cuando te hice todos los papeles que necesitabas para salir del país. Fíjate en tus documentos y demás cosas que entre ellos está la licencia, no debes salir sin ella aparte de darte la mía y el seguro.

―Está bien, cuando suba al cuarto, revisaré todo y gracias.

―No fue nada.

Poco tiempo después de seguir hablando un rato más, acomodaron todo y se retiraron a dormir, a partir de aquella noche, Stefano estaría durmiendo con Génesis.

Poco tiempo después de seguir hablando un rato más, acomodaron todo y se retiraron a dormir, a partir de aquella noche, Stefano estaría durmiendo con Génesis

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.
De Margaritas y Un Amor italiano ©Kde žijí příběhy. Začni objevovat