Capítulo 68

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1965

Desde su encuentro con John, Victoria vivía sumida en un continuo estado de ensimismamiento, planeando su siguiente movimiento y dándole vueltas a su decisión con tanto ímpetu que, finalmente, llegó un momento en el que lo único en lo que podía pensar era en ello. Precisamente por eso, Victoria había evitado ver a Alex durante los días siguientes, plenamente consciente de que él se percataría desde el primer momento de que había algo que no iba bien, y de que Victoria tenía toda su atención centrada en algo que de momento no deseaba que él no supiese.

Así, decidió esperar lo suficiente como para haber organizado sus ideas y tener la valentía necesaria para hablar con Alex.

Y por eso, una noche, tumbados en la cama de Victoria, tapados únicamente con una fina sábana, decidió atreverse a pedirle aquello a Alex que tanto pavor le daba. En un principio estuvo a punto de dejar que su cobardía ganase, pues lo menos que deseaba era romper la paz y tranquilidad de aquel momento, de sentir el corazón de Alex en el oído y sus dedos acariciándole la espalda.

Hasta que Victoria tomó aire profundamente y dijo, sin atreverse a alzar la mirada:

-Necesito salir cuanto antes de este pueblo, Alex. No soporto quedarme ni un minuto más. Me voy a ir en cuanto pueda, ya lo estoy organizando. No sé qué pasará cuando me vaya, ni de qué viviré, ni a dónde iré, pero poco me importa. Solo sé que cada minuto que paso encerrada en este agujero lo siento como si me estuviesen estrangulando, como una presión constante en el pecho que no me deja respirar. Así que me voy. - Tragó saliva con fuerza y, finalmente, se incorporó sobre un codo para observar a Alex, que mantenía una expresión completamente imperturbable en su dulce rostro. Victoria no sabía qué era lo que estaba pasando por la mente de Alex en ese momento, y temía cuál iba a ser su respuesta, por lo que antes de que le diese tiempo a retractarse, añadió: - ¿Vendrías conmigo?

Y precisamente era la respuesta a aquella pregunta lo que la había aterrorizado desde el primer momento. Porque sabía que le estaba pidiendo demasiado a Alex, y porque aunque obviamente fuese a aceptar su respuesta fuera cual fuese, Victoria no podía evitar sentir un leve atisbo de esperanza palpitándole en el pecho, esperanza de que Alex dijese aquello que ella deseaba más escuchar.

Así, esperó unos agónicos instantes a que Alex respondiese, mientras el joven la observaba con aquella expresión que le hacía imposible a Victoria conocer sus pensamientos. Hasta que finalmente Alex tomó la mano de Victoria entre las suyas, besó sus nudillos y dijo:

-A donde tú vayas, iré yo, Victoria. Estamos juntos en esto. ¿Cuándo nos vamos?

***

1988

Desde el día anterior, Jack sentía que no podía dejar de sonreír. En realidad, llevaba ya un par de semanas sintiéndose así, con aquella ligereza en el pecho que a veces le impedía respirar, y que, de vez en cuando, parecía mandarle descargas eléctricas por todo el cuerpo. Sin embargo, aquella sensación se había acentuado la tarde anterior, cuando sintió que era imposible sentirse más feliz de lo que ya lo hacía.

Aquella tarde de viernes, como todas las semanas, él y Devi habían ido a aquel rincón de la playa en el que siempre podían estar solos, junto a la frontera del pueblo. Normalmente no hacían mucho cuando se veían allí, pero para Jack era más que suficiente: simplemente se dedicaban a hablar de todo y de nada. Hablaban sobre sus sueños, sobre sus miedos, sobre filosofía, sobre el mundo en general y sobre los lugares que deseaban visitar, pero también mantenían conversaciones banales sobre temas de poca importancia, pero ellos se los tomaban con la suficiente seriedad como para terminar a carcajadas. Simplemente Jack abrazaba a Devi y se dejaba embargar por su presencia y calidez, y compartían algún que otro beso robado. Sin embargo, y sin saber por qué, aquel día Jack había tenido la sensación de que alguien los observaba. Obviamente, era absurdo, pues nadie conocía aquel paradero, y mucho menos sabía cuándo él y Devi se encontraban allí para estar a solas. Y aquello lo confirmó cuando, sin que Devi se percatase de ello, lanzó una mirada por encima del hombro, más allá de las dunas de piedras, y vio que, efectivamente, no había nadie.

Warrior | l. t. |Where stories live. Discover now