Capítulo 1

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They know you walk like you are a God.

They can't believe I made you weak.

Noviembre de 2005

Callie

Aún recuerdo perfectamente el día del funeral de mi padre.

Recuerdo perfectamente cómo las cortinas de espirales que teníamos en el salón se balanceaban suavemente por la brisa que se colaba por las ventanas abiertas, cómo el tic tac del reloj parecía clavarse cada vez con más fuerza en mis oídos, cómo los pésames de gente que no había visto en mi vida llenaban cada vez más el cuarto hasta el punto de que resultaba insoportable, y cómo mi hermana Olivia, que por aquella época tenía seis años, estaba sentada al otro lado de la habitación y hacía chocar los talones de sus bailarinas negras, sin saber qué estaba ocurriendo ni por qué todos esos desconocidos habían venido a nuestra casa.

También recuerdo que yo estaba recostada sobre mi brazo en la mesa en la que tantas veces había comido con mi familia cuando aún estaba completa, mientras jugueteaba con ese artefacto del despacho de mi padre que siempre me había fascinado tanto: Era una especie de columpio en cuyo centro había una sucesión de bolas de metal colgando que chocaban entre ellas cada vez que tocabas la primera o la última de ellas.

Recuerdo que, desde que había muerto mi padre hacía ya unos días, me había sentido a todas horas inusualmente sedienta, necesitando ir al baño a todas horas y atenazada por un sórdido cansancio que parecía no querer abandonarme. A mis nueve años era lo suficientemente ingenua como para creer que se debía simplemente a la tristeza que sentía por la muerte de mi padre.

Me habían arrebatado a la persona a la que más quería en el mundo, ¿qué peor mal iban a poder hacerle a una inocente niña de nueve años?

Aunque vayamos poco a poco.

Desde aquella mañana había actuado como un completo autómata: Desde el momento en que me desperté y también mientras mi madre, siempre tan dulce y cariñosa, me ponía ese vestido negro que hacía juego con mi pelo y me decía que todo iba a ir bien. Incluso permanecí completamente impasible mientras estábamos en la Iglesia y un párroco con calvicie incipiente daba la misa, tratando de hacerme creer que mi padre se había ido a un lugar mejor. Ni si quiera solté ni una maldita lágrima cuando me acerqué con mi madre y mi hermana pequeña al féretro de mi padre y le dimos nuestro último adiós, algo que sé que no me he perdonado nunca a mí misma.

Nada había conseguido hacerme reaccionar en lo que llevábamos de día.

Hasta que apareció un chico que, sorprendentemente, lo consiguió.

Un chico que se desvaneció de mi memoria durante muchos, muchos años.

***

Louis

El chico de casi trece años no entendía qué demonios estaban haciendo él y su madre en el funeral de una persona a la que él ni si quiera había oído nombrar ni una sola vez en su vida.

"Vamos a ir porque ha muerto el marido de una vieja amiga", le había dicho su madre un par de horas antes, mientras le arreglaba el nudo de la corbata y trataba de mesar su siempre indomable pelo castaño.

"Es tu amiga, no la mía, no entiendo qué hago yo allí" Había respondido Louis, enfurruñado, mientras se cruzaba de brazos.

Su madre esbozó una de esas cansadas sonrisas que tanto decoraban su rostro desde aquel fatídico día de hacía tres meses y le acarició el pómulo con ese cariño que solo con capaces de procesar las madres.

Warrior | l. t. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora