Aquí vamos de nuevo

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12:00
Desperté en nuestra cama, no era un sueño, habían pasado un par de días, y cada día despertaba preguntándome si estaba soñando.
Me estiré, y me di cuenta... no sentía a mi lado su calor, el no estaba.
Un miedo atacó mi mente, ¿nos ha dejado? ¿Estará molesto? ¿Qué haremos si no vuelve?
Lógico. Morir.
No hay Mr. J, no hay Ivy, no hay nadie.
Tal vez B-man... ¡no!
Solo Mr. J... ¿cuál era punto de esto...?
¡¿Se fue?!
Ese miedo de nuevo me hizo levantarme como un resorte para sentarme en la cama, mire a mi lado, había una rosa roja y una nota recargadas en la almohada.

Salí por algo, vuelvo en unas horas.
-J

Un suspiro de alivio abandonó mis labios. Sonreí.
No nos ha dejado.
No. Y tampoco nosotras a él.
Me levante de la cama y llegue a la cocina. Haría una sorpresa para cena.


19:00
La puerta dejó entrar a mi Puddin.
Sonreí de oreja a oreja y corrí a sus brazos, en los cuales, extrañamente, me recibió con calidez.
Estaba de buen humor.
Como no estarlo si estamos de nuevo con el.
—Hice de cenar —anuncié y lo tomé de la mano para dirigirnos a la mesa, la cual adorne con velas.
Me tomó de los hombros y me miro.
—Sin ofender, linda, eres una pésima cocinera —¡auch!
Mi sonrisa se esfumó.
—Pero tranquila, lo aprecio. A demás, tengo otros planes para esta noche. Y te traje algo —sonreí de nuevo.
Entraron Rocco y Luygi cargando cajas.
—¡Mis cosas! —exclamé.
Corrí hacia las cajas.
Entraron con más cajas.
¡Eran todas mis cosas...! Mi mazo, mis trajes, mi ropa, mi collar...
Ese no es nuestro...
¿Mr. J tiene a alguien más?
¡¿De quién es?!
¡Basta! Es de Ivy...
¿Ivy?
Ivy...
Y ahí estaba de nuevo ese sentimiento de culpa que me atormentaba en las madrugadas cuando solo yo me mantenía despierta.
—Ivy... —murmuré.
—¿Dijiste algo, querida?
—No, nada.
—Bueno, alístate, porque saldremos.
Aleje cualquier pensamiento que no fuera sobre Puddin y sonreí.

Llegamos a un sucio edificio, parecía abandonado, pero un ruidoso bullicio parecía estar adentro.
Estábamos junto con nuestros secuaces.
Era un club, se veía todo tan costoso.
Había un lugar reservado para mi y para el. Nos sentamos y no sirvieron bebidas.
Estuvimos un rato solos conversando... no siempre el es malo, a veces es solo una persona.
Llegó un hombre vestido en traje negro de complexión musculosa, se acercó y susurró algo a su oído mientras el solo asentía.
Se levantó y lo mire interrogante.
—Ahora vuelvo, pide lo que quieras, no tardo.
Llame a un mesero y pedí un Wisky doble mientras esperaba.
La pista de baile estaba a rebosar, no me había dado cuenta, ni de la incesante música, ni de las intensas luces neón... cuando estaba con él era como si no extiera nada más.
Me puse a observar todo con gran detalle, en especial, a examinar a las personas en la pista de baile... había de todo: gangsters, delincuentes de poca monta, prostitutas, un par de celebridades, políticos, empresarios, ¿Cómo lo se? Cuando eres psiquiatra sabes cosas sobre las personas, sabes identificarlas, aunque bien podrías confundir a un gangster con un político y a una prostituta con una actriz.
Seguí mirando un rato la pista, tratando de descifrar personas con la mirada.
Una cabellera roja se asomó unos instantes por entre las personas.
Llevaba un vestido negro perfectamente ajustado, que hacía notar esa sensualidad tan característica de ella. Era ella. No podía ser alguien más.
Terminé de un trago mi vaso y llegué, casi corriendo, a la pista, atravesé el mar de gente, hacia la dirección en que ella había ido.
Pero por más que busqué, ella había desaparecido. Más bien, parecía que nunca estuvo ahí.
Era ella. No podía ser alguien más. Pero había un pequeño inconveniente: ella estaba muerta, por mi culpa.
Me quede parada, inmóvil entre el gentío de la pista, la música se acabó, al menos para mi, lo único que escuchaba era: tu la mataste, tu la mataste, tu la mataste.
Un tremendo sentimiento de culpa me embargó de nuevo.
Una mano sujetando mi brazo me sacó de mi estado de trance. Di un pequeño salto de sorpresa y me puse rígida.
Lo mire, era Joker.
Suspiré y permití a mi cuerpo relajarse. Aferró el agarre y me acercó a él.
—Tenemos que irnos —susurró en mi oído con advertencia y una voz indiscutiblemente sensual.
Asentí. Me jaló y atravesamos todo el bar entre la gente hacia la salida, cuando estuvimos afuera abrió la puerta del copiloto y entre, luego entró el. Comenzaron a escucharse gritos dentro del club. En cuanto la puerta estuvo cerrada y la llave colocada arrancó a una velocidad peligrosa. Pude ver detrás el edificio explorar en una llamarada. Pasamos varias calles, y luego aceleró, salimos hacia la carretera.
—Mierda —refunfuñó mirando por el espejo retrovisor, el Bat-móvil nos seguía. Al lado del carro Red Robin corría en su motocicleta—Cariño, hay un regalo para ti, debajo de tu asiento, ¿que te parecería usarlo ahora? —tantee abajo de mi asiento y saqué una caja color roja con un gran moño negro.
La abrí, había una revolver. ¿Recuerdas? Nos regaló una igual en la primera cita...
Cargué la pistola, baje el vidrio del auto y apunté.
¿En serio? ¿Harás esto?
¡Hazlo! ¡Ya! ¡No lo decepciones!
¡Serás idiota! ¡Red Robin nos ayudó!
Para cuando reaccioné Red Robin ya había rebasado el auto. Lanzó un par de bolas, que se inflaron convirtiéndose en una masa que impedía el avance del auto. El Bat-movil se detuvo a nuestro lado y Batman bajó de el, se acercó al auto y rompió la ventana, tomó a Joker por el cuello de la camisa.
—Abre —ordenó.
Mr. J botó los seguros, Batman abrió la puerta, al mismo tiempo que yo lo hacía del otro lado de manera discreta, para que no se diera cuenta.
     —¿Para qué querías a Niper?
     Niper era un joven europeo con dinero que quiso jugar a ser él mafioso, ese día, y gracias al señor G, su pequeño juego terminó, el tenia algunas armas que Mr. J quería, y las obtuvo, al parecer.
Discretamente tome la pistola y abrí la puerta. Lancé disparos hacia los niños del murciélago sin en realidad querer darle a ninguno y entre a uno de los edificios que había cerca, con Red Robin pisándome los talones, entre a uno de los apartamentos, había una señora vieja con un pequeño bebé bola de babas, le apunté y puse un dedo sobre mis labios pidiendo silencio, me escondí detrás de la puerta, segundos después Red Robin la abrió con una patada.
—Lo siento —dijo al ver a la mujer asustada —¿ha visto de casualidad a una mujer muy blanca, cabello de colores, vestido de fiesta... Harley Quinn?
Negué con la cabeza y la mujer hizo lo mismo, luego murmuro: n-no.
El chico se disculpó de nuevo y salió, esperé unos minutos para salir después y regresé a la guarida.

Te necesito, mi horrible amor (Harley Quinn/ Harlivy/ Jarley) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora