Capítulo 30: La Cabaña.

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| Narra ______ |


— ¡Muy buenos días pequeños! —dije entrando a la carpa de Maggie para pasar un rato con Hershel y Beth, eran los bebes más lindos del mundo después de Judith.

Ellos al mirarme sonrieron y alzaron sus bracitos para que les haga upa, Maggie entró después de mí y me saludó.

— ¡Hola _____! Que sorpresa verte por acá.

— Sí —respondí mientras sujetaba entre mis brazos a los dos bebes—, te venía a visitar a vos y a los mellizos.

Maggie me agarró a Beth al notar que la pequeña quería estar en los brazos de la mamá para tomar la leche, y me asusté al sentir mojada mi mejilla derecha, pero al darme cuenta que fue Hershel dándome un beso, le pique la nariz y él soltó una carcajada.

Con Hershel tenía más afecto que con Beth, era muy parecido a Glenn, y la verdad que lo extrañaba demasiado. Debe ser difícil para Maggie tener un vivo recuerdo de su esposo asesinado todo el tiempo junto a ella, pero era su hijo, y además ella era fuerte.

—  ¿Cómo estás? —le pregunté sentándome a su lado, hace mucho que no se lo preguntaba, en realidad, hace mucho que no compartía tiempo con ella.

Comencé a jugar con el pequeño mientras esperaba la respuesta de Maggie, la cual, seguía amamantando a su hija. Beth era muy parecida a la hermana de Maggie, ambas tienen el mismo nombre y ambas son casi idénticas. Eso también era horrible, supongo yo, ya que era el mismo recuerdo viviente de la hermana asesinada.

— Estoy bien, por suerte, mis niños me reconfortan. ¿Lo extraño, sabes? Pero yo sé que él me está esperando donde quiera que esté.

Asentí con la cabeza y una pequeña sonrisa, me acerqué más a ella y la abracé por el cuello para no estorbar su trabajo de alimentar a su hija.




***



Ya había terminado de visitar a Maggie, y ahora me encontraba sentada en las hamacas, algo muy típico de mí, me sentía libre, sentía que podía volar, cuando alcanzaba la mayor rapidez junto a la altura, sentía que podía ser y hacer cualquier cosa, nadie iba a poder detenerme jamás. Me sentía fuerte, me sentía feliz.

Pero ahora mismo se esfumo todo lo que estaba sintiendo y pasó a ser prioridad la curiosidad. Salté de la hamaca cayendo parada en el suelo, y fui acercándome a dos voces, las reconocí fácilmente. Estaba confundida porque no entendía ni encontraba un motivo por el cual estén hablando los dos juntos si no se llevan bien. Me acerqué lo más que pude hacia ellos, y me escondí detrás de la pared más cercana que tenía para escuchar la conversación sin que me descubran.

¿Está mal fisgonear? Claro que no. La curiosidad siempre me gana.

— Ella está rendida a mis pies.

— Ja, ja, ja. Error. La tengo comiendo de la palma de mi mano.

Fruncí el ceño al darme cuenta que claramente hablaban de mí, ¿pero que se creen que son? ¿Qué se creen que soy yo? ¿Un objeto? ¿Un premio? Claro que no. Yo soy una mujer.

— Carl, yo soy mil veces mejor que vos. Date cuenta, ya la lastimaste.

— ¡Y vos la traicionaste!

— Sí, al igual que vos, Pero ya me perdono. Lo lamento, 'amigo', pero ______ va a ser mía.

— Primero, no soy tu 'amigo'. Y, segundo, en tus sueños Matthew, ella va a regresar a mis brazos, ya verás, yo la amo.

— ¿Y? Yo puedo amarla si la conociera más, y ella podría amarme.

— ¿Acaso queres apostar?

La pequeña Dixon. ~Chandler Riggs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora