6. David - "Suicidio" (Segunda parte)

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Porque son los mejores lectores del mundo y lo merecen por tanta espera, aquí les dejo un capítulo extralargo de Renacidos.

Prepárense para reír y llorar (?)


* * * *


El chico también se detiene, así que aprovecho su descuido y me lanzo sobre él. Caemos juntos al suelo de escombros. Rápidamente tapo su boca con una mano para evitar que grite y le ruego en voz baja que guarde silencio.

Ibrahim se agacha junto a nosotros y me ayuda a retenerlo. No sé de quiénes se traten las personas que están disparando, pero no quiero arriesgarme a descubrirlo, al menos no todavía. Estamos en una clara desventaja y ni siquiera sabemos qué tan peligrosas son las personas a las que nos enfrentaremos.

—¿Crees que sean Ben y Max? —le pregunto a Ibrahim en tono susurrante.

—Oh, claro, seguro Abraham Scott les dejó armas en los bolsillos o las consiguieron por arte de magia —responde con los ojos en blanco.

Lo odio por casi lograr que me ría en un momento tan tenso como este.

El chico no deja de retorcerse bajo nosotros. Está muy asustado; me recuerda al Aaron de los primeros meses de nuestra relación. En ese entonces, él le temía incluso a su propia voz. Siempre me sentí feliz por ayudarlo a superar sus miedos, pero ahora todo lo que siento es culpabilidad por lo que le sucedió y dolor por haberlo perdido, probablemente, para siempre.

—Escucha, renacuajo —le dice Ibrahim al pobre chico sucio y asustado—. Si no quieres acabar con una bala en la cabeza, será mejor que no la cagues y que te quedes bien calladito, ¿entendido?

—No seas tan duro con él —increpo—. Está aterrado.

—Me importa una mierda que esté aterrado cuando nuestros culos están en riesgo —replica Ibrahim entre dientes—. Ya sabes, cochino. Si no te tranquilizas, te usaré como escudo para defenderme de las balas de esos desconocidos. ¿Te callarás?

El chico asiente mucho más espantado que antes, pero ya no se retuerce, así que libero su boca.

—¿Tienes alguna idea de quiénes podrían ser las personas que están disparando? —le pregunto.

—No sé sus nombres ni qué es lo que quieren, pero han merodeado las ruinas desde hace un par de semanas —responde de forma temblorosa y susurrante—. Siempre traen armas consigo; las disparan sin motivo aparente.

Ibrahim y yo nos miramos con el ceño fruncido.

—¿Una señal de alerta, quizá? —sugiero.

—Es lo que estaba pensando —asiente Ibrahim—. Quienesquiera que sean, hay más de ellos.

La tensión es palpable entre nosotros. ¿Con qué motivo un grupo de hombres armados recorrería las ruinas del país? ¿Acaso buscan matar a los pocos sobrevivientes que van quedando?

—Se están yendo —anuncia Ibrahim, quien se incorpora unos cuantos centímetros para espiar—. No hagas ruido alguno, renacuajo.

—No me llames así —masculla el chico con disgusto.

—Pues dinos tu nombre, cochino.

—¡Tampoco me llames así! —dice el chico en tono demasiado alto, y yo vuelvo a cubrir su boca.

—Mierda, se dieron la vuelta —señala Ibrahim.

Se agacha de regreso al suelo. Mi latido aumenta a medida que oigo a los sujetos armados acercándose.

Renacidos [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora