I. Sueños y estrellas.

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Si había algo que Park Jimin odiaba, era levantarse temprano sobre todo porque siempre se dormía veinte minutos antes de que la alarma sonara

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Si había algo que Park Jimin odiaba, era levantarse temprano sobre todo porque siempre se dormía veinte minutos antes de que la alarma sonara. No padecía de insomnio ni de ninguna clase de trastorno que le impidiera dormir pero le encantaba mirar las estrellas y en su afán, se olvidaba por completo de descansar. Las miraba desde que aparecían apenas el cielo se tornaba oscuro hasta que el cansancio por fin le ganaba y lo dejaba tirado en la cama, en una posición incómoda que casi siempre le traía dolores al día siguiente. No sabía mucho de ellas, pero sostenía que no había que ser un genio de la astronomía para saber qué muy pocos las apreciaban porque de otra forma, no se explicaba porque la gente inventaba artefactos cada vez más brillantes que traían consigo la tan odiada contaminación lumínica. Lo felices que serían si tan solo pudieran ver las estrellas como yo, pensaba.

Con los ojos cerrados, arrastró su mano por la cama hasta agarrar su teléfono y apagar la alarma que siempre le taladraba los oídos. Basta de mirar las estrellas hasta tarde, tonto. Que sea la última vez se dijo así mismo la misma promesa que no cumplía. Las ojeras bajo sus ojos eran la prueba irrefutable de ello pero era bueno ignorando aquellos detalles que según su juicio, eran insignificantes.

Se levantó y estiró su cuerpo. Era fiel creyente de que las malas energías se eliminan si se quitaba la pereza del cuerpo de la forma correcta, por eso siempre se tomaba tiempo. Estiraba sus pies, sus manos y se rascaba la barriga y con los ojos todavía cerrados se dirigía a la ducha, la única forma de empezar bien un día lunes.

Bostezó por enésima vez en la mañana mientras se tomaba su tiempo en lavarse el cabello. A él le gustaba decir que llevaba el cabello rubio en honor al sol; que un día un ser místico bajó del cielo y se lo coloreó pero a Kim Taehyung —su amigo— le gustaba recordarle que el Sol no era artificial como el tinte de su cabello, que mejor dejara esas historias para los más pequeños, Si te escuchan pensaran que estás loco, recordaba con seriedad fingida porque la sonrisa siempre le ganaba.

La imagen de Taehyung le hizo sonreír. Siempre le recordaba al verano porque su presencia tenía el mismo efecto; era arrasador, cálido y fresco. Con el comenzaban los reproches. Taehyung no compartía su amor por las estrellas. Acusaba a la Luna de no dejarlo dormir y siempre amenazaba con quitarle el telescopio si seguía así. Estás vez lo digo enserio, Jimin decía pero nunca hablaba enserio. Le era imposible ser autoritario y cumplir sus amenazas, porque nunca le duraba el ceño fruncido y al primer gesto se derretía y terminaba cediendo.

Se puso el uniforme escolar y dejó su cabello medianamente húmedo. Se había distraído tanto en la ducha que no le había dejado el tiempo suficiente para secarlo de forma apropiada. Bajó los escalones rápidamente, encontrando a su mamá sirviendo el desayuno y a su padre acomodándose la corbata para otro día de trabajo.

— ¡Buenos días! -exclamó y se sentó a devorar lo que su madre con tanto amor le había preparado.

Jimin sabía que su vida se había visto sumergida ante una implacable rutina pero trataba de no darle mucha importancia y se deshacía del desgano que siempre intentaba echar raíces y quitarle el ánimo. Se consolaba repitiéndose que el universo le tenía preparado algo, que esa vida aburrida y monótona solo era un obstáculo temporal al que planeaba derrotar con implacable indiferencia. No se quejaba incluso en esos días en los que se sentía como si habitará entre extraños descoloridos; siempre le rondaba el pensamiento de haber nacido en el mundo equivocado. Esperaba una señal del universo sentado con el telescopio cuando las estrellas lo atraían sutilmente hacia la ventana con su fulgor. 

Les gustaba contarlas, se le iba noche mientras lo hacía. Uno, dos, mil y comenzaba de nuevo si perdía la cuenta. Hablaba en voz alta con ellas, como si fueran viejas amigas que nunca le respondían pero que siempre estaban predispuestas a oírlo. 

Estiraba las manos al cielo, con ojeras pronunciadas bajo sus ojos para decirle adiós a la luna y las estrellas y prometerles, mientras poco a poco se dormía, que un día, las visitaría.

— Déjame adivinar ¿Otra vez mirando el cielo? 

Jimin solo pudo sonreírle a su mejor amigo. Si había pasado toda la noche sin dormir no se iba a molestar en ocultar las pruebas. De todos modos, Taehyung era bueno sabiendo cuando mentía. Le devolvía la mirada llena de calidez, con la sonrisa vencida, entendiendo tal vez que era tonto seguir insistiendo en alejarlo del cielo.

— Esta vez ni siquiera intentaste ocultar tus ojeras -le comentó apoyando su cabeza sobre su mano; le miró encantado. Había algo acerca de Jimin tan apasionado por el cosmos que le hacía sentir una especie de devoción hacia su persona. Se preguntaba a menudo como hacía para conservar la tierna ingenuidad que se pierde cuando la niñez se termina y cómo evitaba ser tocado por la maldad.

— No tenía tiempo -dijo suavemente; se le notaba cansado —. Me demoré más de lo previsto en la ducha.

Taehyung asintió suavemente — Ya. Te diré lo que te digo todos los lunes aunque no me escuches. Debes mirar menos el cielo…

—… Y dormir más -completó Jimin sonriendo con los ojos cerrados; parecía que en cualquier momento se quedaría dormido —. Y yo te diré lo mismo que te digo cuando me dices eso…

— Amo las estrellas, me gusta mirarlas y encuentro que es una pérdida de tiempo explicarte esto, bla bla bla -rió suavemente contagiando a su amigo —. Chico espacial, trata de no dormirte en la clase porque llegó el profesor. Tienes que subir tus notas.

Jimin asintió rodando los ojos. Taehyung llevaba un tiempo enamorado del profesor Jeon y no entendía cómo algo tan sencillo y aburrido había logrado captar la atención de alguien tan espectacular como lo era su mejor amigo. Taehyung era tan malo disimulando que siempre se reía de sus intentos de parecer indiferente pero los ojos le brillaban como si tuviera una galaxia apenas se escuchaba los zapatos del profesor chocar contra el piso. Le prestaba una atención exagerada a sus clases y se quedaba sonriendo todo el día si el profesor lo felicitaba. Eso lo llevó a preguntarle cómo sabía si realmente estaba enamorado y cómo estaba seguro de que lo sentía no eran solo un romance pasajero propio de los chicos de su edad.

Y Jimin todavía recordaba su respuesta, mientras sacaba su libro y pretendía prestar atención.

Solo lo sabes.

Y mientras el profesor explicaba algo sobre Platón, Jimin dibujaba una luna y entendía que quizás, estaba más enamorado de ella de lo que pensaba.

— No creas que no noté que no prestabas ni un poco de atención en la clase del profesor Jeon -comentó Taehyung caminando a su lado. Suspiró con una sonrisa; contrario a Jimin, él amaba los lunes, debiéndose quizás a las casi dos horas que tenía de filosofía.

Jimin suspiró aburrido — No entiendo cómo lo notaste, tenías estrellas en los ojos… otra vez. Deberías dejar de ser tan obvio, Taehyung.

— ¡Lo intento! -exclamó intentando sonar serio pero le ganó una sonrisa, una pequeña de esas que a Jimin le gustaba comparar con la Luna cuando estaba en su fase menguante  — ¡Sabes que lo intento! Pero no es tan fácil sacarse a un hombre así de la cabeza.

— Pues necesitas esforzarte más. Tenemos diecisiete años, Tae. El amor puede esperar.

Taehyung le sonrió. Entendía su punto de vista y le daba la razón pero encontraba tonto explicarle sus razones y hablarle de porqué estar enamorado no era una elección propia, que simplemente sucedía. Podían tener la misma edad pero a menudo tenía la sensación de estar hablando con un niño. Vivía tanto tiempo con la vista allá arriba que se perdía de mirar alrededor y disfrutar de esas sensaciones que solo se disfrutan en la adolescencia y en la adultez se recuerdan con nostalgia. No tenía la voz para bajarlo del cielo con el que soñaba constantemente. Si él parecía feliz con ello, Taehyung no sería quién le rompiera la ilusión.

— ¿Vienes a mi casa hoy? -le preguntó cuando llegaron al punto donde ambos se separaban; donde Jimin se daba la vuelta y caminaba mirando el cielo celeste, esperando que oscureciera, mientras Taehyung lo observaba hasta que desaparecía de su vista.

Jimin asintió rápidamente — ¡Claro que sí! Te veo a las ocho.

— Es un hecho. Adiós Jimin.

Jimin agitó su mano de un lado al otro mientras caminaba perdiéndose otra vez en el cielo de allá arriba.

A cosmic child. «Yoonmin» [EDITANDO]Where stories live. Discover now