Capitulo 20

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El fin de semana pasó como en un borrón y de repente me encontré apagando el despertador el lunes por la mañana para ir al instituto. Había pasado dos días tranquilos, manteniendo ocasionales conversaciones con mi padre, y varias horas acurrucada en brazos de Caleb, mientras nos mecíamos en mi hamaca. No volvimos hablar sobre lo sucedido en mi habitación y debía reconocer que un poco lo agradecía.

Me sentía un poco avergonzada por haber actuado de esa manera, por supuesto que tenía claro que no podía evitar las reacciones de mi cuerpo, pero por poco y le rogaba que me quitara la ropa allí mismo. Tenía la certeza de que mi primera vez sería con él, no obstante mis nervios no eran por eso. Eran porque sabía bien que él ya tenía experiencia y las inseguridades agolpaban mi cabeza. ¿Y si yo no lograba satisfacerlo? ¿Y si me dejaba porque él quería algo que no podía darle por no tener experiencia? Todos los y si estaban volviéndome loca, por lo que había optado por apartar el pensamiento hasta que me encontrara en la situación de poder enfrentarlos.

—¿Estás ansiosa por tu primera vez? —preguntó Caleb mientras se colocaba el cinturón de seguridad. Estábamos de camino al instituto y me sorprendió con su pregunta. ¿Acaso leía la mente? ¿O era tan obvia que se notaba en mi rostro?

—¿Qué? —balbuceé tratando de averiguar si estábamos hablando de lo mismo.

—Tú empleo. Será la primera vez para ti y preguntaba si estabas ansiosa.

—¡Ah el empleo! —suspiré y dejé salir el aire que estaba manteniendo en mis pulmones —. Nah, estoy bien. Quiero decir, no estoy nerviosa ni nada parecido. 

—Bueno, yo te llevaré pero no podré buscarte. Tengo práctica —murmuró deslizando su mano para entrelazarla con la mía.

—No hay problema, de alguna manera me las arreglaré.

—No me gusta que estés sola a esa hora. ¿Quieres que le diga a mi madre que vaya por ti?

La idea de pedir a Margherite para que fuera a buscarme al trabajo no me molestó como podría haberlo hecho en otro momento, pero no estaba dispuesta a ser una carga, por lo que negué con la cabeza.

—No, quiero hacer esto por mi cuenta. No puedo depender de mi padre o de tu madre siempre que me encuentre en un apuro —me lanzó una mirada desaprobatoria que me tuvo poniendo los ojos en blanco —. Está bien, prometo que si anochece no caminaré. Tomaré un taxi. ¿Feliz?

—Sí, me gusta más cuando se que no estás caminando a casa sola.

Cuando finalizó el último periodo, corrí a mi casillero a dejar mis libros y me encontré con varios post it pegados. Comencé a quitarlos mientras leía lo que decían, las palaras zorra y marimacho se repetían. Hice un bollo y los lancé a la papelera más cercana, agradeciendo que Caleb no los hubiese visto. Intuía quién era la autora, pero no tenía pruebas por lo que solo debía ser paciente.

Llegué al estacionamiento y mi novio ya estaba esperándome, apoyado sobre el vehículo con sus brazos cruzados sobre su pecho. Era imposible que cada vez que lo viera no sintiera que la respiración se me escapaba y que mi corazón latía a una velocidad para nada recomendable para un cardíaco. Me dejé caer en sus brazos a medida que él me recibía con un beso que me quitó el poco aliento que me quedaba.

Gemí cuando apartamos nuestras bocas y mantuve mis ojos cerrados unos momentos, permitiéndome deleitarme con lo sucedido y olvidar las malditas notas en mi casillero.

—¿Estás bien? —preguntó Caleb, levanté mis pestañas para ver que tenía el ceño fruncido.

—Sí, muy bien —mentí.

Irresistiblemente ImposibleWhere stories live. Discover now