-Hey -llama mi atención-, ¿segura que no te hice daño?
Traza mis facciones faciales con los dedos con delicadeza, como si tuviese miedo a que me quebrara.
-No -digo tomando su gran mano entre las mías-. Estoy bien, tranquilo.
Él suspira.
Yo me arrastro bajo las sábanas.
-Fue perfecto, Adonis -aseguro.
Él me mira y sonríe, pero luego la seriedad se apodera de su rostro y aparta la vista hacia el techo de la habitación.
-Solo espero no haberte embarazado.
-Nah -digo-. Estoy tomando anticonceptivos desde hace meses.
Él me mira extrañado.
-¿Por qué? -pregunta.
-Mi madre quería prevenir, además, me estaba saliendo acné y con esas pastillas ha mejorado.
-¿Tú y Raymond...?
-No no no, para nada. Tu eres el primero y serás el último. Te lo aseguro.
Él me abraza y esconde su rostro en mi cabello.
-Lo sé -susurra-. No hay nadie más con quien prefiero estar. Nadie me hace sentir como tú.
-Te amo -digo.
-Yo también te amo.
Me besa la boca, pasa sus labios por mi mentón y sigue bajando de manera delicada y juguetona.
-¿Quieres una segunda ronda?
Yo sonrío en respuesta.
Tres meses después...
Hoy pasaremos todo el día juntos.
Primero iremos a desayunar a Starbucks, iremos al cine, a almorzar, al arcade y luego cenaremos con mis suegros y mi madre.
Nos quedamos de ver a las 8:30 a.m. en Starbucks, pero yo llegué unos cinco minutos antes.
-Bienvenida a Starbucks -dice la mesera, quien es Anabeth, pero me sorprendió que no lo dijera de manera tan entusiasta como dice todo normalmente-. Oh, hola -dice al reconocerme.
-Hola Anabeth, no sabía que trabajaras aquí -comento.
-Mmm, sí -dice-. Es solo por distracción.
Levanto una ceja.
-¿Qué? ¿Hay algo que te molesta? ¿Pasó algo? -pregunto con curiosidad.
Ella me mira por una milésima de segundo como si yo fuera el problema, tal vez esperando a que no me diese cuenta, luego baja la vista y cuando sube el rostro, esa sonrisa radiante y falsa aparece en su rostro.
-No, no es nada. Es solo que la escuela puede ser abrumadora -suspira-. ¿Te gustaría ordenar algo?
-Nada por el momento, estoy esperando a Melbourne. Pero gracias -sonrío.
-¿Tienes una cita con él?
-Mmm, sí. Vamos a pasar todo el día juntos. Viene en un par de minutos de hecho.
Ella se pone un mechón de pelo tras la oreja, sonríe por lo bajo y se ruboriza.
-Bueno, les atenderé con gusto -dice.
Río.
-Está bien -digo.
Y se va.
Pobre chica desesperada.
ESTÁS LEYENDO
Juguemos a ser papás
RomanceSolo somos dos adolescentes que prácticamente crecieron juntos. ¿Qué podría salir mal?