16- Infierno

5 1 0
                                    

-Hey -llama mi atención-, ¿segura que no te hice daño?

Traza mis facciones faciales con los dedos con delicadeza, como si tuviese miedo a que me quebrara.

-No -digo tomando su gran mano entre las mías-. Estoy bien, tranquilo.

Él suspira.

Yo me arrastro bajo las sábanas.

-Fue perfecto, Adonis -aseguro.

Él me mira y sonríe, pero luego la seriedad se apodera de su rostro y aparta la vista hacia el techo de la habitación.

-Solo espero no haberte embarazado.

-Nah -digo-. Estoy tomando anticonceptivos desde hace meses.

Él me mira extrañado.

-¿Por qué? -pregunta.

-Mi madre quería prevenir, además, me estaba saliendo acné y con esas pastillas ha mejorado.

-¿Tú y Raymond...?

-No no no, para nada. Tu eres el primero y serás el último. Te lo aseguro.

Él me abraza y esconde su rostro en mi cabello.

-Lo sé -susurra-. No hay nadie más con quien prefiero estar. Nadie me hace sentir como tú.

-Te amo -digo.

-Yo también te amo.

Me besa la boca, pasa sus labios por mi mentón y sigue bajando de manera delicada y juguetona.

-¿Quieres una segunda ronda?

Yo sonrío en respuesta.










Tres meses después...







Hoy pasaremos todo el día juntos.

Primero iremos a desayunar a Starbucks, iremos al cine, a almorzar, al arcade y luego cenaremos con mis suegros y mi madre.

Nos quedamos de ver a las 8:30 a.m. en Starbucks, pero yo llegué unos cinco minutos antes.

-Bienvenida a Starbucks -dice la mesera, quien es Anabeth, pero me sorprendió que no lo dijera de manera tan entusiasta como dice todo normalmente-. Oh, hola -dice al reconocerme.

-Hola Anabeth, no sabía que trabajaras aquí -comento.

-Mmm, sí -dice-. Es solo por distracción.

Levanto una ceja.

-¿Qué? ¿Hay algo que te molesta? ¿Pasó algo? -pregunto con curiosidad.

Ella me mira por una milésima de segundo como si yo fuera el problema, tal vez esperando a que no me diese cuenta, luego baja la vista y cuando sube el rostro, esa sonrisa radiante y falsa aparece en su rostro.

-No, no es nada. Es solo que la escuela puede ser abrumadora -suspira-. ¿Te gustaría ordenar algo?

-Nada por el momento, estoy esperando a Melbourne. Pero gracias -sonrío.

-¿Tienes una cita con él?

-Mmm, sí. Vamos a pasar todo el día juntos. Viene en un par de minutos de hecho.

Ella se pone un mechón de pelo tras la oreja, sonríe por lo bajo y se ruboriza.

-Bueno, les atenderé con gusto -dice.

Río.

-Está bien -digo.

Y se va.

Pobre chica desesperada.

Juguemos a ser papásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora