7- Una mañana en la iglesia

13 4 3
                                    


ADONIS


Después de la incomodidad, Jane y yo por fin logramos dormir. Pero desperté a las cuatro de la mañana y no sabía por qué, pero tenía grandes deseos de ser el hombre ideal para ella, el hombre que la acompañara toda la vida, el padre de sus hijos y su "felices por siempre". Así que la miré sentado en la cama durante unos minutos y admiré su rostro. Miré sus ojos cerrados, que cuando parpadea, sientes que esperas una eternidad para volver a ver sus pupilas de esmeraldas; vi su nariz perfecta, sus mejillas con algunas pecas, sus cejas frondosas y hermosas... Y su boca, objeto sagrado del cual sólo había disfrutado una vez en mi vida, pétalos suaves de rosa que saben a amor y deseo.

Sólo verla de ésta forma y pensar que podría ser el primer rostro que vea al despertar, hace que tome mi decisión. Así que beso delicadamente su boca para sellar nuestro trato, ella abre un poco los ojos y siento que me ve mientras duerme, sonríe y susurra un "te amo" en sueños. Me ruborizo.

-Yo también te amo.

Entonces me pongo los zapatos y salgo silenciosamente de la casa de Jane a la iglesia católica más cercana.

Tuve que caminar unas seis calles, pero al fin encontré una.

Al entrar, todo estaba vacío. Las luces están apagadas, excepto las que iluminan las imágenes de Jesús, de María y de algunos santos. Ya había estado aquí con Jane un par de veces.

Me quedo reflexionando unos diez minutos y escucho que alguien entra caminando a la iglesia, pero no me molesto en voltearme.

La persona detrás de mí, pone su mano en mi hombro. Miro a la anciana ciega, pero de sonrisa gentil.

-Hola -me saluda.

-Buenos días -contesto.

-Oh si, es un gran día -ríe-. Cuéntame hijo, ¿a qué has venido?

-A creer -respondo.





Pasé hablando con la señora un buen rato sobre Dios, la familia, el amor y de Jane. Ella se llama Anne y si sigue viva para cuando Jane y yo nos casemos, es un hecho que estará invitada a la boda.

Es una señora ciega de unos setenta años, muy agradable y lo más probable es que me ayude en ésto de la conversión al catolicismo.

Sí, sé que es una locura, pero por amor se hacen éste tipo de cosas y quién sabe, tal vez si me termine gustando ésta religión. Y en un futuro, no quiero seguir jugando a ser papás con ella. Quiero serlo de verdad, pero solo si ella es la madre de mis hijos.

Pero eso sí; no le diré nada a Jane hasta estar completamente seguro de hacer éste sacrificio por ella.




Cuando regreso a mi casa a eso de las seis de la madrugada, me meto por la ventana de mi habitación. Justo cuando cierro la ventana, se enciende la lámpara de mi mesita de noche por sí sola.

Mierda.

Y cuando me volteo, está mi queridísima hermana mayor viéndome de brazos cruzados y una ceja alzada.

-Hola -le digo nervioso.

-¿Se puede saber qué mierda hacías en la calle a ésta hora? -su tono es frío y neutral.

Juguemos a ser papásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora