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— ¡Para que saliste si vas a estar con esa cara Agustina! — Emitio su madre enojada.

Suspiró fuerte y trato de responderle de la mejor manera. — ¡Tengo esta cara, porque es la única que tengo, no estoy enojada ni nada por el estilo. Solo quiero paz! Pero se nota que ni en víspera de Navidad podés dejar de pelear. — Emitio levantándose del sillón.

— ¿Yo estoy peleando? — Preguntó desentendida. — ¡Desde que te levantaste estás con esa cara de orto Luz, como no querés que no me moleste!

— ¡PERO SI NO TE DIJE ABSOLUTAMENTE NADA MAMÁ, POR FAVOR! — Explotó en furia. — ¡No entiendo que te pasa!

— ¿Sabes que me pasa? — Preguntó con un tono de voz bastante molesto. — ¡Me molesta que salgas y qué te tengan que traer a esta casa completamente inconsciente! — Le recriminó haciendo que la poca paciencia de Luz se fuera. — ¡ESTA ES UNA CASA DE FAMILIA!

— ¡No querida a vos no te molesta que yo haya salido! ¿Sabes que te molesta a vos? Que yo siga dando de qué hablar en este barrio. ¡Eso te molesta! — Emitio sacando un peso que tenía hace muchos años.

— ¿Que está pasando acá? — Preguntó Laureano, el padre de Luz.

— Nada. — Emitio rápidamente Danna, sabiendo que su marido se pondría del lado de su hija menor.

— Decile a papá por qué estás haciendo tanto quilombo. — Emitio con furia. — Dale decile que estás molesta porque tus queridas amigas tienen algo nuevo de qué hablar sobre mi vida, a las que no les fue suficiente hablar de mi situación amorosa, ¿Que te molesta que digan ahora? ¿Que me meto nuevamente con mi ex para separarlo de su nueva pareja o que? — Rápidamente la mano de Danna impacto en el rostro de Luz.

— ¡DANNA! — Grito Laureano.

— Déjala, ¿Para esto lloraste una semana? ¿Para esto querías que venga a pasar estas malditas fechas a esta casa? ¡Desde que llegué de Italia te empeñaste en arruinar mi estado anímico, y no me digas que no, porque fue así. ¡Yo no puedo creer que después de dos años de lo que pasó, sigas teniendo ese resentimiento hacia mí por algo en lo que yo no tuve nada que ver! No me duele todo lo que estás haciendo para alejarme de tu vida, al fin y al cabo lo hiciste con todos tus hijos, pero cuando estés mal no marqués mi número para pedirme que salga corriendo, porque a partir de ahora no lo voy a hacer.

Subió rápidamente las escaleras y comenzó a armar su bolso.

— ¿Me podés explicar que estás haciendo Luz?

— ¡No me pienso quedar aca pa! Lamento todo lo que te hice pasar, no fue mi intención y te pido disculpas por ser la problemática de la familia.

— No hija, eso no es así. Después de lo que pasó con Joaquín tu madre tiene un pensamiento tuyo erróneo, el es como su hijo, prácticamente lo ví gestarse.

— Si ese es el problema, que ella defiende más a una persona que es casi como su hijo, que a su propia hija.

— ¿A dónde vas a ir? — Preguntó ayudándola a armar su bolso, no iba a oponerse.

— ¡A lo de Matías! ¿Donde más podría ir? — Emitio con un par de lágrimas asomándose y lo abrazo tan fuerte que podría llegar a romperlo.

— ¡Yo te llevo! — Emitio su padre. — ¿Vas a volver a Italia no?

Ella solo asintió. — Cuando esté más tranquila voy a sacar un vuelo.

El solo suspiró pesado, no podía creer lo que está a sucediendo.

— Lo siento mucho Luz. — Emitio con algo de tristeza ella solo volvió a abrazarlo.

— No es tu culpa, no te sientas así. Si después de las doce tenés ganas de verme sabes dónde voy a estar, de ahí no me voy a mover. — Emitio con una sonrisa y tomó su valija para salir de la casa.

Cuando bajo al primer piso su madre se encontraba en la puerta, Luz solo espero que se disculpara, pero no lo hizo, dió vuelta la cara a la situación y siguió en la suya. No iba a hacer el papel lamentable de largarse a llorar y todo eso, se despidió de sus hermanos y subió a la camioneta en la que la esperaba su padre.

El trayecto de Alberdi a Yerba Buena fue tranquilo, Laureano trataba de hacerle olvidar todo lo vivido a Luz, y en cierta forma lo conseguía. Luz no había avisado nada a Matías ni a su familia lo que estaba sucediendo por lo que iba a caer de sorpresa.

Toco el timbre y rápidamente la puerta se abrió y dejó ver a Sandra del otro lado.

— ¡Luz! — Emitio, miró a ella, su valija y luego a su padre. — ¿Que sucede?

— ¿Hay un lugar en tu mesa de Navidad para mí? — Preguntó con su voz quebrada y rápidamente Sandra la abrazo.

— ¡Siempre va a haber un lugar en mi casa para vos linda! — Emitió. — Vení pasa. — Dijo acariciando su cabello.

— Gracias Sandra. — Emitio Laureano una vez que Luz los dejo solo.

— ¡No me agradezcas! Tus hijas para mí son como mias, en especial Luz. Va a estar bien. — Emitio y le sonrió.

— Debo volver a casa, seguramente más tarde pase con los chicos a saludar a Luz. — Emitio levantándose.

— ¡No va a haber ningún tipo de problema! — Emitio acompañándolo a la puerta.

Mientras tanto Luz se tiraba encima de su amigo, recuperando un poco de humor.

— ¿Que haces acá? — Se levantó de la cama y su rostro se pozo en la marca que aún tenía su rostro. — ¿Que te paso, Luz?

— Larga historia. — Respondió ella. — ¡Me vas a tener que fumar en navidad amigo! Soy una huérfana sin madre y sin hogar.

Era gracioso que se tomó lo que había pasado con gracia, ¿Pero que más podía hacer? Si hace dos años que las cosas eran así, ya estaba resignada.

Holaaa, como están? Espero que les guste, espero sus votos y comentarios, también alguna crítica que quieran realizar. Lxs adoro.

PERFECTA • Joaquín Correa • [Wattys 2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora