Percanses

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Milo había viajado por horas, cuando aterrizó se encamino hasta la mansión en donde había encontrado aquel francés. Quedó en silencio cuando se encontraba a pocos centímetros de la puerta, quería detenerse puesto lo que estaba haciendo sería una completa locura, pudo solo enviar el paquete nada más, sin la necesidad de estar ahí, pero no, quiso venir, todo por que su querido viejo estuviera feliz.

Dio un suspiro y llamó a la puerta, sabía que estaban avisados, puesto desde la entrada principal, en el portón, se le había notificado de su llegada, abrió una joven de la servidumbre, lo condujo hasta la sala en donde lo esperaba Mystoria.

El mayor simplemente le sonrió, su sonrisa denotaba cierta nostalgia, aunque pronto cambió a una más calmada y animada.

—Bien, aquí esta lo que he prometido —dijo el heleno mostrando el cofre hacia el mayor.

—Me da gusto, pero no debes entregarle eso a mi —dijo con una cálida sonrisa —Sino a mi hijo —dijo el mayor quien tomó asiento —Anda toma asiento en lo que llega mi niño —tomo una taza de café que la doncella había llevado.

—No, bueno, necesito que esto sea rápido, necesito... —fue silenciado.

—¡¿Dónde está?! —exclamó el francés.

Milo dirigió su vista hacia la entrada, miro como el francés se encaminó con preocupación, quitándole aquel cofre de las manos del heleno, lo dejó sobre la mesa, deduciendo si abrir o no, aunque tenía otro miedo más, ¿se abriría la caja?

Mystoria miró aquella escena, estaba emocionado, se puso de pie, sabía que no debía interponerse, aquello era algo muy importante para su hijo y sobre todo aquel recién llegado. Salió de la habitación haciendo que las demás doncellas salieron dejando solo a ambos en aquella sala.

—Quiero disculparme, por todo lo que te hice pasar —hablo haciendo un intento por hablar francés —Trate de ser feliz, pero fue imposible, asi que solo me queda entregarte el cofre —dijo el heleno con cierto toque de serenidad.

—Entonces, el pequeño regresara conmigo —susurro.

Milo estaba por responder el francés simplemente abrazo al griego.

—Gracias, esto es lo mejor —dijo con una voz quebrada.

Milo no mencionó nada, el francés se hincó enfrente de la mesita de centro, una sonrisa dulce se mostraba en su rostro, Milo notaba esas facciones, realmente parecía una chica si lo veía de otra manera, si tenía el cuerpo algo... parecido, pero los pechos de una mujer y su... bueno, eso no poseía ese chico.

—Estoy nervioso... ‐solo dijo el francés.

—¿Por qué? ¿No lo querías de vuelta? —preguntó intentando sonar lo más natural el idioma ajeno.

—Deberías hablar tu idioma, entiende más tu idioma que tu el mío —defendió el francés.

Aquello había hecho sentir un una punzada en el orgullo del bicho, acaso ese francés ¿se creía mejor que él?

Terminó por dar un suspiro sacando toda esas ideas locas, finalmente el chico lo abrió, con sus dedos abrió con cuidado, Milo quedo sorprendido, la manera sencilla de abrir aquel cofre, comparado con Shaina.

Camus miró en su interior, sus ojos se cristalizaron de sobre manera... su pequeño estaba ahí, estaba en una posición fetal, estaba durmiendo, pero aquello fue interrumpido, la luz proveniente de afuera le hizo abrir sus ojos con algo de dificultad.

Camus sonrió, estaba feliz su pequeño seguía ahí.

El pequeño ser se sentó, miró a todos lados, queriendo saber en donde se encontraba, miró al que estaba enfrente, aquel ser enorme ante sus ojos zafiro. Su cabezo quedó confusa al mirarlo.

Un... ¡¿Pequeño?! [Libro 1][EDITADA]Where stories live. Discover now