Capítulo 37

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El vuelo iba directo de Sídney a España, no había preguntado cuánto duraba el vuelo, tampoco había preguntado a qué ciudad española iríamos, ni siquiera al instituto al que me tocaba asistir. No iba a relacionarme con nadie, me había establecido unos horarios durante mi estancia para que el tiempo se me pasase lo más rápido posible.

Desayuno > Instituto > Casa > Comida > Deberes o Juzgado > Casa > Cena > Dormir

En todo momento del vuelo estuve escuchando música, recordé que Michael me había recomendado Joy Division y que me había descargado todos sus álbumes.

Casi todos los pasajeros estaban durmiendo, incluídos mi madre y mi hermano, pero yo estaba inquieta y agobiada.

Agarré los sobres que me había dado Luke, eran nueve y en cada uno de ellos había algo escrito.

"Abrir cuando tengas sueño pero no puedas dormir."

"Abrir cuando tengas que hacer algo que no quieras."

"Abrir cuando hayas tenido uno de los peores días."

"Abrir cuando te acuerdes de mí."

Eso era lo que ponía en la tapa de alguno de ellos. Me entraron ganas de leerlos, pero supe que debía reservarlos para el momento que cada sobre indicaba.

Busqué alguno que tuviese escrito "Abrir cuando te entren ganas de tirarte por la ventanilla del avión." Pero por desgracia no había ninguno con eso.

Bajé las escaleras del aeropuerto agarrando el mango de mi maleta, con el corazón en un puño y pidiendo a gritos que la tierra me tragase.

Mi madre me sonrió y yo aparté la mirada.

Nos recogió un taxi a mi nombre que nos llevó hasta un conjunto de edificios cerca de un parque.

Cuando el coche paró, el taxista le entregó unas llaves a mi madre.

"Es el bloque número ocho, justo el de ahí delante. Nada más entrar encontrarán un ascensor, pulsen el botón del número cuatro y les llevará a su piso de estancia." Hicimos lo que el hombre nos dijo, no atendí a mi hermano cuando dijo ''¡Qué pasada! Tienes que ver esto.'' Tampoco cuando mi madre hizo cumplidos al diseño del piso o de la comodidad de los sofás.

Entré a una de las habitaciones y tiré las bolsas encima, saqué el ordenador y lo conecté al wifi de la casa. Mi móvil ya estaba sincronizado con el horario de España, eran las 17:44. Habían ocho horas de diferencia, por tanto en Sídney debían de ser las 01:44.

De todas formas, me conecté a Skype y le mandé un par de mensajes a Elena, ella solía quedarse despierta hasta las tantas de la madrugada, por eso no me extrañó que me contestase al segundo siguiente. Decidimos no conectar la cámara porque ella estaba a oscuras y a mí no me apetecía hablar para que mi madre viniese a preguntarme que con quién hablaba y todo ese lío.

>¿Cómo está mi españolita?

< Si vas a estar así, te juro que me voy. Esto es una mierda, estoy hecha una mierda.

> Venga, hazte una cuenta atrás o algo así. Tampoco vas a estar tanto tiempo, es un mes...

< ¿Te parece poco? Un mes en la otra punta del mundo.

< Me estaba obligando a mí misma a olvidarle, pero es que... ¿Cómo está Luke? ¿Ha preguntado por mí?

> Que va, que va, está genial.

< Dime la verdad, por favor.

> No sé cómo decírtelo, Dani.

> Está mal también, no ha hablado en todo el día. Cuando te subiste al avión, él se quedó durante casi dos horas en el aeropuerto. Decía que se te podría haber olvidado algo y que volverías. No ha comido, tiene la cara blanca... Es bastante deprimente.

Cogí aire y me froté la cara, qué se suponía que tenía que hacer. Yo también le quería, también le echaba de menos.

< No puede saber que yo también lo estoy pasando mal. ¿De acuerdo? Si te pregunta por mí, dile que estoy bien, que todo me va genial, que he conocido a gente nueva...

> No pienso hacer eso, le va a destrozar más.

< ¿Y qué se te ocurre? ¿Decirle que estoy fatal y que me quiero morir? Eso solo lo empeoraría todo.

> Ya, bueno, visto desde ese punto...

> ¿Si me pregunta, le digo que estás increíblemente bien?

< Exacto.

-

Me ajusté la falda de cuadros a la cintura y me volví a mirar en el espejo. Tenía unas bolsas inmensas debajo de cada ojo y un uniforme más ridículo incluso que el que tenía que llevar en Australia. Era mi primer día de clases, agarré la bolsa con comida que había dejado mi madre encima de la mesa de la cocina y comencé a caminar hacia mi no-estable-nuevo-instituto.

Recordé que al día siguiente tenía que ir a mi primer juicio, suspiré tratando de coger fuerzas.

Según Rose, todas las personas de quince años en España eran completamente retrasadas, cosa que no me dio muchos ánimos que se pueda decir.

Me planteé un plan de supervivencia mientras entraba por la puerta de color naranja que daba paso a mi infierno: respirar, saludar, sonreír, escuchar, y pasar desapercibido. Cinco pasos sencillos que se fueron a la mierda nada mas entrar a la clase.

''¡Muchachos! ¡Muchachos esténse quietos! ¡Manuel por dios! ¡Bájense de la mesa!'' El maestro golpeó con el borrador de la pizarra en la mesa, haciendo a todo el mundo parar por un instante. ''Oh, buenos días, usted debe ser la nueva alumna.'' El señor de barba pelirroja me extendió una mano y me obligó a mirar al frente a la clase. El último y primer paso de mi plan de supervivencia no se estaban llevando a cabo correctamente. ''Les presento a la señorita Cobrain. Daniela estará con nosotros durante un tiempo de intercambio.''

''Es Danielle.'' Susurré.

''¿Disculpe?''

''Danielle, Danielle Cobrain.'' Hablé un poco más alto y el hombre asintió, me señaló un asiento detrás de una chica con el pelo de color amarillo pollo e hice caso a lo que me dijo. Sentí todas las miradas fijadas en mí, me senté y traté de actuar como si no supiese que todos hablaban de mí.

''¿De dónde te has comprado esa mochila? Es súper genial, tía.'' Dios, no, otra como Ashton no.

''Es de Australia.'' Ni la miré, el profesor le llamó la atención y yo comencé a garabatear en la libreta. El tutor me preguntó un par de veces si entendía todo, y yo siempre contestaba que sí. Se pensaría que por ser de un país inglés no iba a saber papa de español o algo parecido, porque me hablaba como si fuese retrasada.

Cada clase duraba una hora, habían cinco minutos de descanso y llegaba el profesor siguiente. En total habían seis clases, empezaban a las ocho de la mañana y terminaban a las dos del mediodía, había un descanso de media hora a las 11:30.

Pensé en hacer lo que me dijo Elena, hacer una cuenta atrás hasta que volviese a Sídney. Pero no sabía qué día volvía, porque nadie me lo había dicho.

Dijeron que iba a ser un mes, más o menos.

¿Y si en lugar de un mes, eran dos? ¿O tres? ¿Y si nunca volvía?

Me froté la cara y me dió la sensación de que se estaba convirtiendo en un tic.

Amnesia || l.h (Temporada 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora