EPILOGO.

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La mesa estaba lista, colocada para doce personas.

Dani empezó a dejar las botellas sobre la mesa mientras el pavo se estaba terminando de hacer en el horno.
Hacía tres años que habíamos terminado con Tybah y Madeleine. Mis padres y Sofía volvieron a la vida tomando el lugar de las brujas que querían terminar con toda la extirpe, ella se reconcilió con su hijo, aceptando la culpa por su comportamiento, al menos parte de éste.

Se redimió, ahora trabajaba en el hotel de su madre como CEO y su relación con Jina estaba prosperando, ya llevaban dos años y medio. Y no me sorprendía, no sabía porque, pero no lo hacía.

Lo más difícil fue explicarle todo a mi padre, él sabía lo que era mi madre, pero cuando los vió. Él realmente tuvo un pequeño ataque y se desmayó.
Cuando se recuperó estuvo más que alegre de recuperar a su esposa y hermana. Sobre todo le fué más fácil que yo descubriera quien era en vez de contarmelo el mismo.

No lo culpaba.

Y el enemigo de Scott se transformó en un buen aliado, sobre todo al encontrar a su compañera cuidando de su hermana. Una buena historia y definitivamente mucha suerte.

Dexter nos pidió que le ayudaramos a recuperar a su hermana, después de una pequeña discusión con las perras que la tenían, la secuestramos, llevándonos también a su niñera. No tenía el título pero era la única que la trataba bien según la pequeña niña, y al instante Dexter estuvo sobre la mujer babeando. Fue divertido ver como pasó de querer matarla a caer de rodillas al verla. Aún tenía el recuerdo.

**************

—¡Están todas muertas! —Rugió el lobo mientras se abalanzaba contra una de las mujeres que habían mantenido a la niña secuestrada, Scott y John se pusieron en medio. Deteniendo a Dexter. Ni siquiera me molesté en ayudarles, me dirigí hacia las mujeres, con paso decidido. Alzé mis brazos, empujando a las siete mujeres contra la pared, fuertemente. El impacto resonó en el pequeño piso en el que habían mantenido a la hermana menor de Dexter.

Antes de poder acercarme, la pequeña se puso frente a la mujer de cabello castaño que mantenía su mano entrelazada con la de la joven niña. Su rostro era de puro miedo, observando a las mujeres a su alrededor, finalmente sus ojos fueron hacia los tres chicos, deteniéndose en Dexter. Entonces abrazó a la niña, haciendo que ella fuera detrás de su cuerpo, con instintos protectores.

—¡Dexter!—Gritó la niña, zafandose de los brazos de la chica para poder correr hacia su hermano. Ella abrió sus ojos sorprendida ante el nombre.
Dexter abrazó a su hermana, los chicos lo soltaron y él rodeó con sus brazos el pequeño cuerpo de la niña. Hablaron en susurros mientras mi mirada se mantenía en la castaña. Entonces, un gruñido escapó de la boca del lobo y volví mi mirada hacia él mientras los dos chicos a cada lado suyo se ponían alerta.

—¡Mía! —Gruñó sin apartar sus ojos de la chica que había estado abrazando a su hermana.

*************
Empujé suavemente a Daniela con mi cadera, las dos íbamos a la misma universidad, bueno, las cinco. Karen, Giuliana y Jimena también estaban con nosotras. E incluso los chicos, cada uno tomando carreras diferentes, pero que nos llevaba a la misma universidad. Fue agradable, aunque faltaba Chloe, la cual se enamoró de un caliente surfero y se mudó a California con él.

Mi madre preparó el pavo, Daniela y yo la ayudamos. Aunque ella fue quién nos enseñó, según ella una receta que había aprendido de mi abuela paterna.

Tomé el plato que contenía el pavo y la salsa y lo llevé a la mesa, la mayoría de ellos estaban sentándose, mis tíos por un lado, los padres de Scott por otro, John, Daniela, mis padres y la madre de John.

—Al final no quemasteis la sumac venenosa. — Murmuró Alec al recordar lo que nos habíamos propuesto por un inicio.

—No tenía intención de hacerlo, papá. Si quiero terminar con una bruja, ¿como lo haría? Uh, no. Algún día podría ser de utilidad. — Respondí mientras dejaba el plato principal sobre la mesa y Scott dejaba un beso en mi mejilla antes de sentarse. Una sonrisa se formó en mis labios ante el beso. Si estaba cerca, me ponía de buen humor y nunca me dejaba estar sola.

Sobre todo desde hacía dos semanas.

Cuando toda la comida estuvo puesta en la mesa, me senté al lado de Scott. Pero entonces, antes de poder trinchar el pavo, él se levantó y supe lo que venía.

—Atención a todos, por favor. Dana y yo queremos contaros una cosa. —Al instante en que esas palabras dejaron su boca, suspiré. Su mano se entrelazó con la mía. Entonces me levanté y me encogi de hombros.

—Solo queríamos decir que... —Tomé una bocanada de aire y hablé, simplemente soltandolo. —Quizá deberíamos de conseguir una silla para bebés, en unos nueve meses lo vamos a necesitar. —Sonreí levemente. Entonces todo el mundo estalló, se levantaron rápidamente y los abrazos y felicitaciones no se hicieron esperar.

****************
Dos meses después.

—¿Tú que demonios entiendes como bonito? Mi bebé no llevará eso. —Señalé el diminuto vestido con hombreras. John me sacó la lengua y yo hice lo mismo. Hacía unas semanas nos habíamos graduado, tanto Scott como yo encontramos un trabajo en un bufete de Manhattan. Daniela ejercía de doctora en un hospital cerca de Brooklyn y John añadiría un año más en su especialidad como pediatra. Eso nos sorprendió un poco a todos, menos a Scott. Por supuesto.

—Nos están esperando, vamos, tengo hambre y tú me estás entretenido. —Me quejé tirando de John, tanto Daniela como Scott estaban en el restaurante y el hombre había insistido que había una buena tienda de bebés, por supuesto, había cosas preciosas. Pero me moría de hambre.
Salimos de la tienda y cruzamos la calle para dirigirnos al restaurante italiano.
Al entrar, me tensé al instante, todo estaba oscuro, antes de poder hacer nada, las luces se encendieron y me encontré con una mesa en el centro del restaurante y a Scott vestido con un traje negro y una camisa azul oscuro, simplemente guapísimo.
Pero lo que me llamó la atención no fue su físico, si no la caja roja en su mano. Una de un anillo.

Alcé la mirada hacia él y se acercó con una sonrisa, para seguidamente arrodillarse frente a mí.

—Dana Ferwin, eres la mujer que me puso sobre mis rodillas cuatro años atrás. La mujer de la cual me enamoré y de la que siempre estaré enamorado. Sea el destino, la química, la sangre, los genes. Poco me importa, solo sé que quiero ponerte un anillo en el dedo, casarme contigo y traer al mundo a nuestra pequeña niña. ¿Quieres casarte conmigo? — Preguntó. Sentí algo húmedo en mis mejillas y entonces me di cuenta de que estaba llorando, que eran mis propias lágrimas. Asenti sin poder decir nada más y él puso el bonito anillo de zafiro en mi dedo. Se levantó y su boca se presionó contra la mía, besandome.

Joder, amaba a éste hombre.

Al separarnos me di cuenta de la gente aplaudiendo, pasé mis manos por mis mejillas, limpiando las lágrimas.

—Son las hormonas. —Me excuse con una leve risa. —Te amo, Scotty. — El se rió, asintiendo.

—Claro, lo entiendo. También te amo, pequeña bruja. —

FIN.

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Historia finalizada. Muchas gracias por la espera a todos mis lectores, ahora seguiré con las demás escritas y quizá en un futuro, escribiré la de Alec y Andrea. Lo avisaré por aquí.

Les invito a pasar por mis otras dos historias y en un futuro cercano subiré otra más. ¡Muchas gracias!

Internado de Pijos [Corrigiendo.]Where stories live. Discover now