Capítulo4: Cuidado zorra, vamos a por ti.

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Cuando salgo del baño, Daniela ya está preparada, vestida con una camisa azul holgada y unos pantalones negros.

Me dirigí hacia la cama, y me quito la toalla quedando en ropa interior, me pongo mis jeans y una blusa blanca, la cual me regaló mi madre.

No es de mis preferidas, pero era ropa. Termino calzándome mis botas negras y finalmente me pongo un poco de mi perfume favorito.

—¿Estás? — pregunta Daniela, yo asiento mientras me aseguro de que mi rímel no se haya corrido.

—Sí. —Hemos quedado en qué me enseñaría las instalaciones, pero antes haríamos una parada en la cafetería ya que las dos nos estamos muriendo de hambre, usualmente no soy de desayunar pero la escasa cena de la noche anterior lo decía todo.

Cojo mi móvil y salimos de la habitación.

Mientras camino veo a varias chicas mirarnos, algunas sorprendidas y otras con una sonrisa.
Entre cierro los ojos y miro a Daniela.

—¿Por qué nos miran así? —pregunto a la castaña a mi lado. Daniela me mira y se encoje de hombros como si la respuesta fuera más que clara.

— Tú ayer amenazaste a Rebeca, la abeja reina, y yo no soy muy popular por así decirlo, así que ya ves. —Explica, se encoje de hombros, tímida como ella sola, eso está claro.

Así que la perra se llama Rebeca, interesante. Bueno en realidad no, es nombre de zorra.

Al llegar a la cafetería me fijo mejor en las mesas, chicos y chicas hablando animadamente, cada una era variada, realmente no era como si hicieran grupitos, simplemente eran chicos normales hablando no había mucho que los diferenciara hasta que mi mirada terminó en una de las mesas más alejadas, al fondo de la cafetería. Todos los chicos de esa mesa llevan la misma chaqueta de cuero y me pregunté si estaban metidos en una secta.

Ellos notan mi mirada y se vuelven hacía mí, tres de ellos me sonríen, aunque realmente no parece que la sonrisa vaya dirigida a mí, así que sigo caminando, ignorándolos.

Daniela se coge una Coca-Cola y yo una napolitana, no tengo mucha hambre. Cuando estoy por cogerla siento un líquido frío recorrer mi espalda y me quedo en shock. Mi boca se entreabre y mis ojos se agrandan. ¿Pero qué mierda...? 

Me giro lentamente, intentando tranquilizarme y me encuentro con la zorra de Rebeca, la cual me sonríe cínicamente, parece que toda la cafetería se sume en el más profundo silencio, observando lo que ocurre frente a sus narices, como si estuvieran frente a una pantalla de plasma de ochenta pulgadas y la mejor de las películas reproduciéndose en esta en vez de una simple discusión entre dos compañeras de infierno.
Miro a mi izquierda y veo a Daniela con la boca abierta, la chica parece estar paralizada y sin saber qué hacer en este momento. A mi derecha, todo el mundo está callado y mirándonos con atención, queriendo algo de espectáculo.

Mi mirada se dirige a Rebeca, ella frunce los labios que lleva pintados de rojo putón y aún sigo sorprendida de que alguien pueda llevar tanto maquillaje. Le entrego mi napolitana a Daniela, la cual la coge sin rechistar. La comida no tiene porque sufrir.

Pongo mi mano en el hombro de Rebeca, antes de que ella pueda apartarla, mis dedos ya están en los puntos clave y aunque sé que no debería hacerlo, presiono con fuerza justo en el punto para reducirla. Suelta un grito mientras voy agachándome, dejándola reducida en el sucio suelo.

Bueno la basura va con la basura, ¿no?

Mis padres me apuntaron a defensa personal, pero esto me lo enseño Max, y va mucho mejor, más rápido y menos cansado.

Internado de Pijos [Corrigiendo.]Where stories live. Discover now