1- El comienzo de la amistad

65 7 2
                                    

Jane Robinson resaltaba entre las compañeras de su clase. Era una alumna destacada, le gusta el soccer, el boxeo, el taekwondo y los libros, las otras niñas la molestaban, no comprendían que ser diferente a veces es bueno.

Uf, ya. Mejor dejo de hablar en tercera persona, es raro.

Y sí, cuando era una niña, era la "marimacha" de mi salón, me hacían bullying... pero del verbal, esas niñas tenían miedo a que les golpeara sus rostros de porcelana hueca.

Como sea, yo era una niña feliz, me llevaba bien con los varones de toda la escuela, pues mi padre era un famoso boxeador: Jack Robinson; aunque, la verdad, la mayoría no lo sabía, pues la mayoría solo conocía a mi madre, quien es muy amable con mis amigos. Así que les caigo bien por mí. Cool.

Pero ya, enserio, no sé por qué les caigo mal a la gran mayoría de chicas en la escuela, solo socializaba con los chicos, no tiene nada de malo.

Jane, concéntrate en la historia, por Dios.

Lo siento. Me distraigo fácil.

Los chicos de mi vecindario, siempre muy amables, me invitaban a jugar, o a cenar, o a lo que fuera.

Hay uno en específico que se podía decir que era mi amigo más cercano, pues yo nunca tuve un mejor amigo en mi infancia, realmente. Se llama Raymond y es muy guapo. Supongo que me atraía de cierto modo, pero nunca me gustó realmente, cuando era niña. Es de piel clara, cabello castaño oscuro y rizado, pecas, alto y de sonrisa radiante y así ha sido toda la vida.

Pero la pureza y el dulzor de la infancia no duran por siempre...

Era un sábado, a finales de Marzo, yo había despertado a las nueve y media de la mañana y ya faltaba poco para las diez, cuando escuché la bocina de un auto en la casa de la izquierda. Era una propiedad que había estado desocupada hacía un par de meses. Es un linda casa blanca, de tres pisos y balcones en casi todas las habitaciones. Es parecida a la mía, solo que mi casa es un poco más grande.

-Oye Jane, ¿qué dices si les damos la bienvnida a nuestros nuevos vecinos? -preguntó mi madre mientras comía un tazón de frutas y yogurt.

-Tal vez luego, ahorita tengo pereza y estoy hecha un desastre -respondí.

Podía ser marimacha, pero no descuidaba mi apariencia.

Mi madre sonrió y me dio un beso en la frente.

-Está bien, hija.

Terminé mi desayuno, me bañé, me vestí, peiné mis largos rizos, que en ese momento eran rubios y me lavé los dientes.

-¡Mami, estoy lista para conocer a los nuevos vecinos! -grité desde mi habitación.

Fui al cuarto de mi madre, quien se estaba terminando de vestir y cuando me vio, lo primero qu dijo fue:

-Cámbiate de ropa, Jane.

-Pero ¿por qué?

Ella rió.

-No vas a conocer a los vecinos con tu kimono de taekwondo. Déjame escoger un lindo vestido para que te lo pongas.

-¿Un vestido? -me quejé.

-Si, hija -sonrió de manera angelical-. Un vestido es lo que usan las niñas de tu edad.

No volví a reprochar, sabía que aunque me resistiera, iba a terminar con un vestido sobre mi flacucho cuerpo.






Cuando terminé de vestirme por segunda vez, tomé de la mano a mamá y salimos con una tarta de manzana casera y nuestras sonrisas más cálidas a presentarnos con los Melbourne, una familia muy agradable.

La adorable pareja, es algo mayor que mis padres y tenían tres hijos; Melina, la mayor que en ese entonces tenía once años y Adonis, de ocho años.

Y bueno, qué puedo decir... cuando lo vi, las estrellas nos sonrieron, solo que en ese momento no lo supe.

-Hola -se presentó mi madre-, me llamo Olivia Robinson y ella es mi niña, Jane. Bienvenidos al vecindario.

-Hola, me llamo Rob Melbourne, ella es mi esposa Catherine y estos son mis hijos. Niños, saluden a las bellas señoritas.

Creo que fue la primera vez que me ruboricé en mi vida.

-¿Les gustaría ir a jugar conmigo y mi grupo de amigos? -les ofrecí.

-No gracias -dijo Melina.

-Yo si quiero -dijo Adonis en voz baja.

-¡Genial! -respondí.

Recuerdo bien que lo tomé de la mano y salí a trote contento de la casa con mi nuevo amigo. No me había dado cuenta en es entonces, pero sus pecas resaltaron bajo el rojo de sus mejillas cuando nuestras manos hicieron contacto y ese simple pensamiento me hace sonreír con añoranza ahora que he crecido.

Tal vez se han dado cuenta de que era una ignorante, pues no sabía nada en ese momento, pero eso fue el comienzo de una linda historia.







Nota de la autora:

¡Hola ratoncitos de biblioteca! Empecé a escribir este libro a partir de una idea que tuve en el baño. Sip, las mejores ideas surgen de ahí amiguitos :v

Espero que les haya gustado, sé que el capítulo es algo corto, pero ¡hey, no se preocupen! habrá más de donde vino ésto :3

Con cariño,

Lady Books

P.d.: Yo sé que la canción es sad, pero siento que va bien con la historia, aunque aún no lo noten :3

Juguemos a ser papásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora